Nació en el barrio Hospitales, en plena zona sur de Rosario, y hoy tiene un Grammy Latino en la
biblioteca de su casa.
Se trata de Octavio Brunetti, el pianista de 32 años que acaba de recibir tamaña distinción
por el disco “Te amo tango”, grabado junto a los uruguayos Raúl Jaurena y el Quinteto
Sinopus y Marga Mitchel.
Radicado en Nueva York desde hace tres años, Brunetti habló con La Capital en su visita a
la ciudad y adelantó cómo es su nuevo proyecto con el Octavio Brunetti Quinteto, grupo con el que
está grabando un disco en Estados Unidos y saldrá de gira por Europa.
—¿Por qué te inclinaste por el tango?
—Cuando era muy chico me interesaba todo tipo de música, además la
escuchaba tocar a mi hermana y me enloquecí. Pero fue un impacto escuchar “Cambalache”.
Me fui corriendo hasta el piano y lo empecé a tocar. Recuerdo que le dije a mi mamá: “Mirá,
empecé a tocar el tango La Porquería”, porque no conocía el nombre, le puse así porque no
entendía nada y veía que la letra se quejaba de unas cuantas cosas. Yo tendría siete años y me
encantó ese ritmo, fue algo especial.
—A partir de allí el tango entró en tu vida para quedarse.
—Sí, recuerdo que en Navidad pedía las partituras de “La
yumba”, “Cuartito azul”. De repente, el deseo para las navidades era ver a un
Papa Noel canyengue (risas).
—¿Qué elementos musicales tomaste de Omar Torres, con quien te
iniciaste en el mundo de la música?
—Me dio muchas cosas. Me dio la experiencia de trabajar en una
agrupación chica donde tenés mucha responsabilidad, entendí el rol del piano, que es el eje en un
grupo de tango. Esa fue la primera agrupación de tango en la que toqué, y tenía 16 años, justo la
mitad de mi edad actual (se sorprende). Después aprendí de arreglos al lado de Omar. Actualmente
estoy grabando un CD de tangos con el quinteto que formé en Nueva York y grabamos un tema de él,
“Andantino afectuoso”, donde hice los arreglos, y es para homenajearlo y devolverle lo
que aprendí de él.
—¿Cuándo sentiste que hiciste un quiebre en tu carrera?
—Cuando llegué a Nueva York, hace 3 o 4 años. Siempre supe que me
iba a dedicar a la música porque siento un amor muy grande hacia lo que hago. Pero cuando llegué a
esa ciudad avasalladora, dura de pelear pero también llena de oportunidades, sentí que no tenía la
contención que tenía en Rosario. Entonces me di cuenta que si sobrevivía allí haciendo música lo
podía hacer en cualquier lugar.
—¿Te tomaron como el bicho raro por ser tanguero, y encima sudaca?
— Exacto. Mirá, lo bueno que tiene Nueva York es que es el centro
del planeta y hay artistas de todo el mundo. Muchos me recibían con curiosidad. El tango es muy
conocido en Europa o en Asia, pero allí no tanto. Sin embargo, la gente lo recibe muy bien. No todo
el mundo entiende las letras del tango, pero todos entienden el baile y lo disfrutan mucho. Es más,
creo que las puertas que nos abre el baile son muy importantes.
—¿Afuera del país también sentís que Rosario es una fuente cultural
clave?
—Sí, totalmente, de aquí salieron Néstor Marconi, Antonio Agri,
Raúl Lavié, y en el rock Fito Páez y muchos más. Yo creo que Rosario es una meca cultural no solo
para el país sino para el exterior. Aunque no es siempre reconocido, cuando no vivís en Buenos
Aires te consideran “del interior” en muchos aspectos.
—¿Qué opinás del tango electrónico?
—Creo que convoca por el tema del baile. Es un ritmo prácticamente
pop y la gente se identifica más con eso que con la letra de “Cambalache” o “La
última curda”, son otras sonoridades, otra cultura. Ellos pueden romper el abrazo en el
momento del baile e identificarse con movimientos más familiares para un italiano, un
estadounidense. A veces suena como una marcha.