La religión, la vida extraterrestre, la estética del cine clase B y muchos homenajes a referentes del rock. Todo eso se mezcla en el nuevo disco de Massacre, "Biblia-Ovni", un álbum "semiconceptual", como ellos mismos lo definen, donde las líneas melódicas y los arreglos están sostenidos por arrolladoras bases rockeras. La banda formada por Walas (voz), Pablo Mondello (guitarras), Fico Piskorz (guitarras y sintes), Charly Carnota (batería) y Luciano Facio (bajo) siempre fue una marca esencial en el rock alternativo argentino. Sin embargo, con sus dos trabajos anteriores —"El Mamut" (2007) y "Ringo" (2011)— entraron a jugar en las ligas del mainstream, y ahora pretenden seguir por ese camino. En ese sentido "Biblia-Ovni" contó con la producción de Pablo Guyot y Alfredo Toth, la exitosa dupla detrás de discos de Los Piojos, Los Auténticos Decadentes y Bersuit, entre otros.
Esta noche Massacre llega a Rosario para presentar sus nuevas canciones en el teatro Vorterix (Salta y Cafferata), a partir de las 21. Antes del show, Walas revalidó sus pergaminos de personaje extravagante y polémico y habló con Escenario sobre la Iglesia Católica, la popularidad que "mediocriza" y la muerte del rock.
—"Biblia-Ovni" es un título misterioso y provocativo. ¿Cuál fue el punto de partida del disco?
—Un punto fue una discusión que tuvimos volviendo de una gira el año pasado. Fue una discusión entre dos posturas, una evolucionista y otra creacionista. Uno defendía la teoría de que venimos de la naturaleza y otro la teoría religiosa de que fuimos creados. La idea viene de ahí, y yo me puse como en una especie de mediación y de jurado desde el punto de vista más existencialista. Entre el evolucionismo y el creacionismo está la tercera posición que aparece ahora que es la intervención extraterrestre.
—¿Vos creés en eso? ¿Por qué te interesa?
—Creo en eso, trato de creer. El ser humano tiene una necesidad desesperada de creer en algo. Lo que pasa es que se nos vienen cayendo las instituciones: una es el capitalismo, que demostró que no nos hizo felices, y la otra es la Iglesia Católica, que si no fuera por Francisco estaría a punto de terminarse. En el booklet del CD aparece una foto de Ratzinger bastante brava, como tirando rayos desde una simbología nazi. Nosotros tenemos una teoría muy políticamente incorrecta: la Iglesia Católica era un monstruo de 2.000 años que se encargó de martirizar a la raza humana. El mejor tiro de gracia para este monstruo era una nazi encubridor de pedófilos, y eso era la figura de Ratzinger. Los argentinos tuvimos la suerte o la oportunidad de mandar a un Favaloro a que resucite a ese monstruo de 2.000 años, y lo logramos a través de Francisco. La pregunta es si eso está bueno o no (risas).
—Ustedes vienen de dos discos como "El Mamut" y "Ringo", que significaron una bisagra, un acercamiento al mainstream. En ese contexto, ¿cómo definirían a "Biblia-Ovni"?
—Este disco podría ser parte de una trilogía, y es un disco en el que definitivamente jugamos en el mainstream. Los dos discos anteriores fueron elegidos como mejores discos del año en la encuesta que hace "Página/12" a los músicos. Eso ya es tener prestigio artístico. Y además son discos que sonaron en las radios, cada uno tiene tres videoclips, y eso ya es el compromiso con el espectáculo, con el entretenimiento. Nosotros nos planteamos ese conflicto que hay en la película "Birdman" que habla sobre popularidad y prestigio. Cuando yo vi "Birdman" fui a mi terapeuta y le dije: "Mirá esa película porque ahí están todos mis conflictos: la dualidad entre persona/personaje y entre el éxito artístico y el éxito popular.
—¿Por qué eligieron a Pablo Guyot y Alfredo Toth como productores? ¿Buscaron algún sonido en particular?
—Nosotros somos tipos que grabamos 85 mil violas e imaginate todo lo que viene después. Entonces queríamos que lo que hacemos se entienda. Guyot y Toth son todo lo contrario, son pop y rock nacional, son Ratones Paranoicos y Bersuit, donde no hay nada de más, ninguna textura experimental, ni sónica ni demasiado rara. Nosotros queríamos mostrar lo que hacemos, esa banda de rock alternativo, pero traducida al castellano (risas). Al principio costó un poco, por los códigos comunicacionales y generacionales. Nosotros somos vanguardia y ellos son lo establecido. Como decía Charly García "mientras miro las nuevas olas yo ya soy parte el mar". Ellos son definitivamente el mar, el rock nacional, y nosotros todavía somos una banda de vanguardia o pretendemos serlo.
—En una nota reciente vos dijiste: "Nos da un poco de miedo que la popularidad nos mediocrice". ¿No es un concepto prejuicioso?
—No. Es así: cuando te empiezan a tironear con intereses que tienen que ver con entretener a miles de personas más que a hacer felices a diez críticos y a cien fans tuyos... bueno, ese es el concepto que te mediocriza. Hay una presión, pero es invisible: nadie te va a venir a decir, y menos a nosotros, "chicos hagan un tema de reggae porque ahora está de onda el reggae". Pero una vez que entraste en la categoría de los grandes festivales y demás entra en juego el compromiso con el entretenimiento. El verdadero artista pinta un lienzo en blanco para sí mismo y ya. Pero cuando ese artista empezó a vender y viene el marchand y le dice "a la gente le gusta más el rojo que el fondo blanco", eso te condiciona de alguna manera. Y si empezás a hacer las cosas en serie te mediocrizás.
—En las dedicatorias del disco nombran a Cerati, a Gamexane y a Lou Reed. ¿Hay cierta nostalgia por referentes que ahora faltan en el rock?
—Sí. Nos estamos despidiendo de ellos, los saludamos. Si el rock no se murió cuando se suicidó Kurt Cobain se murió cuando se fue Lou Reed hace dos años. Nosotros le hicimos un homenaje a Lou Reed en vivo: cortamos con una motosierra una guitarra enchufada sonando. Y cuando terminamos de cortarla dijimos "adiós al rock, el rock ha muerto". Hicimos una especie de réquiem.
—Entonces coincidís con esa visión que tiene alguna gente de que en el rock ya no hay figuras que te cambien la vida...
—Sí. Y la responsabilidad la tenemos tres ó cuatro, dentro de los que me incluyo, obviamente. Yo voy a hacer lo que pueda. Yo siempre digo que Massacre es una banda que va a salvar al rock mundial, con un porcentaje de humor y un porcentaje de verdad. Hace diez años el rock estaba demasiado exacerbado, demasiado de moda, y en manos de imitadores de Mick Jagger. Yo no soy de esos. Yo prefiero a un Ian Curtis que a un Jagger. Un crítico dijo una vez que el rock tiene un trípode que lo sostiene, que son un Sergio Rotman, un Ariel Minimal, un Nekro y este servidor (risas). Los más íntegros que quedan son el Indio y León Gieco. Después los otros, pobrecitos, se fueron muriendo todos.