Shirley Temple, la estrella infantil adornada de bucles y hoyuelos que conquistó los corazones de los cinéfilos en la era de la Depresión cantando, bailando, llorando y riendo, ha muerto. Tenía 85 años.
Shirley Temple, la estrella infantil adornada de bucles y hoyuelos que conquistó los corazones de los cinéfilos en la era de la Depresión cantando, bailando, llorando y riendo, ha muerto. Tenía 85 años.
Conocida en su vida privada como Shirley Temple Black, Temple murió la noche del lunes en su casa cerca de San Francisco. Estaba rodeada por su familia y cuidadores, dijo su publicista Cheryl Kagan.
"Le saludamos por una vida de notables logros como actriz, diplomática, y lo más importante, como nuestra querida madre, abuela, bisabuela y adorada esposa durante 55 años del desaparecido y muy apreciado Charles Alden Black", dijo una nota difundida por su familia. No se reveló la causa del deceso.
Como persona de gran talento y adorable personalidad, Shirley Temple fue la atracción más taquillera del cine estadounidense de 1935 a 1938, una marca que ninguna otra estrella infantil ha logrado ni de lejos. Estuvo por delante de actores maduros como Clark Gable, Bing Crosby, Robert Taylor, Gary Cooper y Joan Crawford.
En 1999, el Instituto Estadounidense del Cine la clasificó entre las 50 leyendas más destacadas de la pantalla, en el casillero 18 entre 25 actrices. Apareció en veintenas de películas y durante generaciones hizo que los niños entonaran "On the Good Ship Lollipop".
Temple fue reconocida por ayudar a salvar de la bancarrota a la 20th Century Fox con películas como "Curly Top" ("La simpática huerfanita") y "The Littlest Rebel" ("La pequeña rebelde"). Incluso su nombre agració un cóctel dulce e inocente de ginger ale y granadina, rematado con una cereza.
Temple llegó a ser una agraciada joven, pero el público perdió interés en ella y se retiró del cine a los 21 años. Tuvo una familia y pasó a ser luego activista política y ocupó varios cargos diplomáticos bajo gobiernos republicanos, entre ellos el de embajadora en Checoslovaquia durante el histórico colapso del comunismo en 1989.
"Me gustaría darles un consejo a aquellos de ustedes que deseen obtener el premio a la trayectoria. Comiencen temprano", bromeó en el 2006 al ser distinguida por el Sindicato de Actores de la Pantalla. Empero, en la misma gala indicó que sus mejores papeles fueron los de esposa, madre y abuela. "No hay nada como el amor verdadero. Nada". Su esposo durante más de 50 años, Charles Black, había muerto unos meses antes.
Los dotes de Temple como cantante y bailarina de tap, o zapateo americano, en la película de 1934 "Stand Up and Cheer!" ("El triunfo de la vida") le valió una gran atención. El número que compartió con el futuro ganador del Oscar James Dunn, "Baby Take a Bow", pasó a ser el título de una de sus primeras cintas musicales ese mismo año.
Igualmente en 1934 protagonizó "Little Miss Marker", una comedia dramática basada en un cuento de Damon Runyon en la que demostró su talento como actriz. En "Bright Eyes" ("Ojos cariñosos"), Temple presentó "On the Good Ship Lollipop" junto con la encantadora Jane Withers, que gracias a esa película pasó igualmente al estrellato.
Era "absolutamente sorprendente, lo más maravilloso del mundo", le dijo el director Allan Dwan al cineasta y escritor Peter Bogdanovich en su libro "Who the Devil Made It: Conversations With Legendary Film Directors". "Con Shirley, uno le decía algo una sola vez y lo recordaba por el resto de su vida", añadió Dwan, quien la dirigió en "Heidi" y "Rebeca"). `Sea lo que fuera que tenía que hacer, lo hacía... Y si un actor se trancaba, ella le recordaba su línea — se la sabía mejor que él".
La madre de Temple, Gertrude, se esforzó para que la fama no echara a perder a su hija y fue una presencia constante durante las filmaciones. Su hija dijo años después que su madre se puso furiosa una vez que un director la mandó a hacer una diligencia e hizo que Shirley llorara asustándola. "Nunca más me dejó sola en el plató", recordó.
La sensación nacional
Temple se convirtió en una sensación nacional. Las madres vestían a sus hijas como ella, y salió una línea de muñecas que ahora son valiosas piezas de colección. Su inmensa popularidad llevó al presidente Franklin D. Roosevelt a decir que “mientras nuestro país tenga a Shirley Temple, estaremos bien”. Corrían los años de la Depresión y el rostro de la pequeña intentaba hacer olvidar los problemas de la gente.