"Mi trabajo es hablarle a gente viva, no a los muertos ni al pasado. Hay que tener cuidado de nos cerrarnos en conceptos viejos". Así explicó Marcelo Lombardero su labor como director de ópera. En esa función -Lombardero también es cantante- llega a Rosario al frente de "Don Giovanni". Se trata de una singular y desafiante puesta en escena de la pieza de Mozart sobre uno de los seductores más celebrados de la historia musical, que se verá el domingo próximo, el jueves 28 y el sábado 30 en el teatro El Círculo (Laprida y Mendoza). Lombadero, con una extensa carrera en el país al frente del Colón y del Teatro Argentino de la Plata, además de en salas de Europa y Latinoamérica y premios nacionales e internacionales, se sumará a un elenco de sólidas figuras.
Allí estarán el barítono Leonardo Neiva (Brasil), los bajos Iván García (Venezuela) y Hernán Iturralde; las sopranos Rocío Giordano y María Victoria Gaeta; la mezzosoprano Florencia Machado; el tenor Carlos Ullán y el barítono Ismael Barrile. La dirección musical está a cargo de David Del Pino Klinge al frente de la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario; Horacio Castillo dirigirá el Coro de la Opera de Rosario, todos bajo la dirección general de Lombardero. "Cuando llegué (a Rosario) me paré en la esquina de El Circulo y me acordé que aquí vine por primera vez a los cinco años en colectivo desde Paraná para una función de «Traviata» con el coro de mi abuelo y mi abuela que cantaba en esa función. Estar aquí nuevamente es un poco volver a mis orígenes", afirmó el director.
—Es la primera vez que Rosario va a poder disfrutar de una versión integral del "Don Giovanni", de Mozart. ¿Qué va a ver el público de Rosario en su producción?
—En esta ópera está todo lo que hoy nos preocupa: la arbitrariedad social, los prejuicios, la marginación y castigo al tipo distinto, al que se rebela, al que se aparta de las normas. Por eso nuestro intento es, partiendo desde la época de Mozart, ver qué nos dice hoy. El Don Juan que nosotros contamos es un mito de hoy, un Don Juan desde nuestros días, con las pautas para que todos lo entiendan, como lo entendía el público en tiempos de Mozart. Estamos en un neo barroco desde la locura de la clase dominante en esta fiesta interminable, con las diferencias sociales cada vez mas profundas. Hedonismo, nihilismo de no me importa nada, la pornografía en la televisión, y no hablo de VenusTV sino de Donald Trump, eso es la verdadera pornografía.
—Trasladar la acción de una obra compuesta en 1787 a nuestros días, ¿no es traicionar el espíritu de la ópera?
—Allí es donde muchos se equivocan. Como toda obra de arte, tiene un signo de época, y ese signo de época es lo que yo me tomo el trabajo de resignificar, de darle un sentido nuevo. Eso no es traicionar el espíritu de la obra, al contrario, es cargarla de un nuevo significado. Pero hay limites para eso, uno no puede buscar resignificar por artificio o provocación. Siempre hay que tener presente que no todo vale, pensando solo en provocar. No estoy de acuerdo con eso. Hay que ver las posibilidades que la obra te da. No cuento otras historias, no estoy traicionando el espíritu de la ópera, hago una relectura a partir de la estética neo barroca. Pero como director debo encontrar la verdad teatral, y esa verdad la marca la música. El condicionamiento de la música nos da la lectura del compositor, eso es lo que yo no puedo traicionar. Las lecturas son infinitas, pero no todas son correctas.
—Muchos melómanos y críticos se han molestado con algunas soluciones de tu producción...
—Muchos melómanos deberían por allí revisar sus conceptos. Mi trabajo es estar hablando a gente viva, no a los muertos y al pasado. hay que tener cuidado de nos cerramos en conceptos viejos. Yo tengo dos hijas, ellas me mantienen vivo y conectado con su realidad cultural. Como artistas o críticos podemos vivir en mundos virtuales, hablando siempre entre nosotros, encerrados en nuestros criterios, pero no viendo el mundo que palpita afuera. La posibilidad de quedarme pegado a conceptos estéticos con los cuales crecí y tomarlos como verdades absolutas, es un riesgo peligroso. Yo como director tengo la responsabilidad de hablarle al público con conceptos vivos y huir de los conceptos muertos.
—En la ópera, Don Giovanni es arrastrado al infierno como retribución por sus acciones. ¿Cómo analiza eso?
—El grito de Don Giovanni es cuando el infierno se lo traga. A mí me sonó que ese grito se producía al ver su propio infierno. Con esto no estoy traicionando el espíritu de la obra, sino que le estoy dando otro sentido, pero dentro del mismo marco dramático y musical. Ese grito, escrito en Re, con los trombones, claramente es el infierno que se lo traga, pero también es el grito frente a los actos de locura que ha cometido.
—¿Cómo ve el panorama actual de la ópera?
—Por suerte hay gente que va al teatro. Yo me he encargado, tanto como director de escena como desde la función pública, tratar de atraer al público, y no solo al especializado. Ese público viene, le gustará mas o menos, pero a mí lo que me preocupa es que al teatro venga gente que generalmente no viene, y sobre todo gente joven. Cuando este público viene, tenemos que preguntarnos en qué idioma le hablamos. Hay que desempolvar la peluca, no podemos seguir como antes. El Amadeus de Peter Shaffer dice: "¡Temas elevados! Me tienen harto vuestros temas elevados! ¡Leyendas muertas! ¿Por qué tenemos que seguir escribiendo sólo sobre dioses y leyendas?".