Ser un Cucaño y llevar una vida "normal" parecía incompatible en los tiempos de la dictadura militar. Mario Piazza sintió que allí había tierra fértil para una película y creó "Acha Acha Cucaracha. Cucaño ataca otra vez", el documental que se presenta hoy, a las 20 en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río). "Quise hacer propio el espíritu rebelde de esos muchachos en medio de la oscuridad de la dictadura, y actualizarlo también", dijo Piazza.
Cucaño fue un colectivo artístico experimental rosarino, cuya actividad duró sólo de 1979 a 1982, pero aún se lo recuerda como un grupo emblemático. Tuvo tanto de misterio y de mito como de bandera de libertad expresiva en tiempos en los que la creatividad era vista como sospechosa y podía costar la vida.
En el marco de El Cairo de gira, la película que ya tuvo su premiere mundial en el Bafici porteño seguirá su camino los próximos tres viernes de agosto: el 11, a las 19.30, en Cine Lumiere (Vélez Sársfield 1027); el 18, a las 20, en el Museo de la Memoria (Córdoba 2019); y el 25, a las 19, en Casa Arijón (Arijón 84 bis). En todos los casos, con entrada gratuita y capacidad limitada.
Desde el militante gremial Carlos Ghioldi al periodista Juan Aguzzi, los músicos Zapo Aguilera y Carlos Luchesse, el escritor Osvaldo Aguirre o Miguel Bugni, alias Mc Phantom, todos integraban este mosaico creativo, donde hacer arte desde el caos era también una manera de combatir la oscuridad del sistema.
—¿Qué fue lo que quisiste rescatar y homenajear al imaginar este trabajo?
—Con Cucaño hemos coincidido en tiempo y lugar, porque yo andaba queriendo hacer mis primeras armas con el cine cuando ellos irrumpían en el ámbito de la ciudad. Pero quise hacer propio el espíritu rebelde de esos muchachos en medio de la oscuridad de la dictadura, y actualizarlo también.
—¿Por qué actualizarlo?
—Porque el subtítulo de la película es "Cucaño ataca otra vez" y es algo que muchos que la vieron en el Bafici lo han rescatado, ya que no se trata de un raconto nostálgico de lo que fue, sino que está vigente. Ha sido conmovedor para mí ver que los Cucaño de aquel entonces siguen reivindicando 35 años después ese pasado juvenil, o que muchos llaman pecado de juventud (risas). Y que cada uno continúa a su manera aquello que empezaron a los 17 años.
—El poeta, el dibujante, el músico, el militante político, todos llevan con orgullo la escarapela de ser un Cucaño. ¿Qué te pareció esa particularidad?
—Precioso me pareció, y lo que le da un valor especial es que se lanzaron por instinto a la acción sin ninguna especulación. Tenían 17 años y una gran inocencia y estaban aislados culturalmente de otras movidas que podían servirle de referencia. Es como que obraron distinto, les salió de adentro, y lo que sale de adentro de un joven o adolescente es algo cercano a la pureza.
—El contexto tuvo mucho que ver, no era lo mismo el riesgo de ser un grupo de arte experimental en la dictadura que en democracia. ¿Eso le dio más valor?
—Sí, yo creo que sí, ellos no hacían una proclama explícita en contra de la dictadura, pero atacaban las bases culturales que le dieron sustento a la dictadura. Cuando termina la dictadura el grupo se fue disolviendo, con la democracia se legalizan los partidos políticos y algunos se dedicaron a la militancia, aunque, como dice uno de ellos en la película. No se sentían cómodos, porque no era el motivo por el que integraron Cucaño.
—Es todo un misterio saber cómo interpretarán los pibes esta película.
—Claro, me interesa saber qué pasará con los más jóvenes. Mirá, los Cucaño surgieron y ni sabían que había existido "Tucumán arde", aunque quizá ni les hubiese importado. Estaban todo el tiempo dedicados a la tarea, aunque las intervenciones eran esporádicas: a fines del 79 en Centre Catalá fue la primera y la última fue en julio del 82, en la iglesia de Pellegrini y Presidente Roca. Yo fui a ver "Una temporada en el infierno", que se hizo en la Asociación Cristiana de Jóvenes, así que puedo decir que fui testigo, aunque no me acuerdo mucho, lo que me quedó en aquella obra fue el concepto de siniestro. Pero no olvido la frase icónica de ellos, que era "que haya menos artistas entre los hombres y más hombres que hagan arte".