Liliana Vitale levanta el teléfono desde su estudio en Buenos Aires y con un simple “hola” transmite la misma calidez que cada una de sus canciones.
Liliana Vitale levanta el teléfono desde su estudio en Buenos Aires y con un simple “hola” transmite la misma calidez que cada una de sus canciones.
“Bancame que me estoy estirando para agarrar la miel que me estoy haciendo un tecito”, le dice a Escenario en la previa al recital que ofrecerá hoy, a las 21.30, en la terraza de la cúpula de Plataforma Lavardén (Mendoza y Sarmiento).
El show, con entrada gratuita, cerrará con la celebración del Día de la Mujer, a la medianoche. La intérprete y compositora llega para presentar su nuevo CD y DVD, que no por casualidad se llama “Al día”, en el que conviven la impronta propia junto con la de Julio Cortázar, Henri Michaux, Miguel Abuelo, Alberto Muñoz, Luis Alberto Spinetta, Jaime Roos y Horacio Fontova. Como compañeros de escena y de vida, tocarán junto a ella Ana Ponce, en percusión, y Quique Ferrari, en contrabajo. “La voz va junto con la vida, la voz manda”, dice Vitale.
El reportaje se transforma en diálogo y es casi imposible seguir la línea de una nota tradicional. Es que Liliana Vitale está lejos de cualquier tradicionalismo. Sus orígenes como intérprete la remontan allá lejos y hace tiempo en esa experiencia musical y poética que se llamó M.I.A. (Músicos Independientes Asociados), en la década del 70, junto a su hermano Lito Vitale, Alberto Muñoz, Nono Belvis, Daniel Curto, Juan del Barrio y Kike Sanzol. Traer ese grupo a la charla le permitirá un flashback casi inevitable: “Uh, me llevaste a M.I.A., sí, M.I.A. sentó un precedente grosso, tuvo muchísimo efecto residual, no éramos tan famosos, pese a al cantidad de gente que llevábamos, pero el recuerdo que quedó es muy poderoso”.
El nuevo disco también tiene un link con M.I.A., al menos desde los temas de Muñoz (“sus canciones son inoxidables”, dice Liliana) y con su pasado más reciente, con su presente continuo y su futuro.
Vitale hace la nota con La Capital un 3 de marzo, justo en el día de su cumpleaños. Y los recuerdos llegan casi sin llamarlos. Allí aparecerá su padre Rubens “Donvi” Vitale, que un día partió para no irse nunca más; su madre Esther Soto; aquella valijita con la que vendían discos en los shows y hoy Liliana la lleva como un legado.
Uno de los temas clave del disco es “Buen día, día”, de Miguel Abuelo, un canto a la vida en la primavera democrática, un manifiesto poético y libertario. En el cuadernillo del CD, al final de la letra, se lee una cita en línea de puntos: “Por mi papá”.
—¿Sentís que estás al día con este disco?
—El disco, mirá, es como que se cataliza, tuvo la urgencia de algo que se materializa, se precipita, pero a la vez tiene varias vidas de maceración. Este material es un repaso de cosas que vengo cantando desde el primer disco solista y una línea de tiempo respecto de lo que la poesía, la palabra y el poeta significaron para mí como hoja de ruta, eso que uno lleva como tabla de náufrago, eso que uno lleva consigo en todos los momentos y sobre todo en los momentos en los que no queda casi nada. Esas palabras son las que sostienen, las que conectan el cielo y la tierra, la vida y la muerte.
—¿En qué momento de tu vida te llega este trabajo?
—Estaba bajada de la profesión, agotada de cantar «Por las paredes» y «Cuando seas de mí», y era el momento en el que uno tiene que proteger ese mundo interior, ese monasterio portátil como dice Verónica Condomí. Desde ahí hay que hacer las cosas porque si no te devoran, todo está dispuesto como para que te devoren. Y en “Al día”, si hablamos de arriesgar o no arriesgar, estamos hablando una vez más del lugar de conectar con algo que tiene que ser desde ese lugar entrañable, por la entraña misma de la cosa, y también desde la luz. Por eso “Al día”.