Por José Cavazza
Migoya nació en Rosario y desde 1979 está radicado en París, donde desarrolló una intensa actividad musical. Como arreglador musical trabajó junto a Gustavo Beytelman, el Cuarteto Cedrón y Bernardette Lafont, entre otros. Escribió música para teatro y liderando sus grupos, realizó conciertos en distintos países europeos y africanos. En 1990, en ocasión de una gira por Argentina, grabó su primer disco, "Elefantes", editado por Melopea, producido por Litto Nebbia y reeditado en CD en 2013 por el sello rosarino BlueArt, que publicó además otros títulos como "Otros vientos", "Casi solo(s)" , "Aquí me pongo a cantar" y "Síntesis".
—"Cuando el alba" es quizá tu disco de raíz más jazzera y al mismo tiempo muestra una gran libertad en la interpretación de sus temas... ¿Cómo lo ves vos?
—Sí, hay quizás una raíz jazzera, yo no lo fundamento como tal pero lo llamado jazz es siempre una manera de hacer otras músicas; de algún modo permite catalogar el disco, aunque en realidad, ¿cuál es la relación entre el tema "Cuando el alba" y un tema de jazz? En general mis inspiraciones musicales vienen de mi vida, de mi manera de ver el mundo, y como no lo puedo cambiar trato de recrearlo a mi manera. Técnica y musicalmente hablando, sí, nos permitimos libertades en el interior de los temas y otros efectivamente se crearon, sólo con el aporte de cada músico sin la pata del compositor, de ahí tu sensación de gran libertad.
—¿Se puede decir que el piano te llevó por otros rumbos?
—El piano es un instrumento como tantos otros, rico en sonoridades, muy armónico y desarmónico, que te permite tocar Beethoven y Xenakis. Tocan el piano Keith Jarrett y Cecil Taylor, Martha Argerich y el pianista de un grupo de rock argentino, cada músico hace de su instrumento su manera de tocar. Cuando toco piano lo hago de una manera diferente de cuando toco el clarinete, por ejemplo, es decir, la misma persona pierde sus hábitos de tocar sobre un instrumento y cambia la posición de sus dedos, incitando al cerebro a adaptarse de nuevo, y procura una nueva inspiración... Por eso es frecuente ver a un saxofonista cambiar de un saxo alto a un tenor o soprano, puesto que siendo siempre saxos, las sonoridades y por consiguiente las inspiraciones son diferentes, es siempre una manera de buscar y de descubrirse. Para sintetizar, sí, cada instrumento te lleva a otros rumbos y a mi particularmente, ya que toco varios.
—¿Qué es la libertad para un músico como vos? ¿Es tan importante o está sobrevaluada?
—Libertad es una palabra muy linda, suena bien. Por suerte en música es más fácil de obtenerla que en el mundo. Para mí es mi fundamento de vida y trato de aplicármelo lo más que puedo y sobre todo en música. No podría encerrarme entre los muros y las barreras de las escuelas, los dogmas, los estatutos, dioses y semidioses que por ahí andan. Pero eso es muy subjetivo, la libertad hay que tomarla, porque ninguno te la va a dar. ¿Sobrevaluada? No creo que haya nunca demasiada libertad pero sí que hay siempre restricciones. El artista si no es libre no lo es.
—Al disco nuevo lo vas a presentar con otros músicos, ¿cómo será ese traspaso al escenario?
—El disco se grabó con músicos de Buenos Aires y en Buenos Aires, pero yo quería hacer los shows con músicos de Rosario y ensayar en mi ciudad. Aquí yo me siento muy cómodo para trabajar y luego salimos de gira y estoy muy satisfecho del resultado final. El trío suena muy bien y los jóvenes músicos Fermín Suárez en el contrabajo y Julián Rivero en la batería han hecho un buen trabajo sobre los temas, horas de ensayo que han portado sus frutos. Pienso que esto se va a ver sobre el escenario puesto que ya tenemos varias ciudades detrás nuestro como experiencia musical y culminaremos en Buenos Aires en el CCK el martes próximo.
—¿Cómo creés que es el público que va a tus recitales?
—No lo creo, lo veo; el público de mis recitales es un público heteróclito; siempre me sorprende: están los conocedores, los que no me conocen y después toda esa gente que escucha cosas muy diferentes a las que hago yo, pero que vienen porque escucharon hablar o vieron por Internet. Para mí un buen concierto es como una buena película o una buena obra de teatro, salís de eso, volvés a tu casa y te sentís cargado, lleno de una energía nueva, ganas de vivir y creer en otro mundo. A mí me ha pasado y cuando yo siento eso en la gente que nos viene a ver me vuelve loco de felicidad.
—Es difícil no pensar en los estereotipos cuando pensamos o reflexionamos sobre los públicos y sus comportamientos...
—Justamente en mi caso no hay estereotipos. Es común y lógico que la gente cree lazos, vínculos por intermedio de la música, esos son momentos de comunión, de sentirse juntos aunque sea el tiempo de un concierto. Quizas el lazo de unión en mis concierto sería justamente no un estilo de música sino un estilo de vida. El rock lo escucha tanto un gran burgués que un adolescente revoltoso, la cumbia la bailan tanto en los barrios pobres que en un boliche de onda, entonces la música ya no es como hace 40 años atrás una forma de diferenciarse. Hoy el mundo es otro, hay que vivirlo así.
—No es fácil imaginar el próximo proyecto tuyo, teniendo en cuenta la multiplicidad de músicas que presentan tus disco. ¿Tenés idea hacia dónde vas a apuntar en el próximo disco?
—Sí, es cierto, no es fácil imaginar que haré en mi próximo proyecto. Yo tampoco lo sé, hay cosas en cajones, proyecto quizás de un "solo piano live" con el sello BlueArt, pero todo está por ahora en pañales. He hecho también grabaciones de conciertos en Italia con músicos italianos con los cuales me entiendo muy bien y me gustaría hacer conocer eso... En fin, lo seguro es que voy a continuar haciendo cosas por aquí, ya que para mí es una cuestión de raíces, volviendo a la primera pregunta, y las raíces no se cortan sino...