Por Pedro Squillaci
"100 días para enamorarse" finalizó el miércoles en su capítulo 125 con 18 puntos de rating y picos de 19.2, suficiente para ser lo más visto del día. Pero más allá de los fríos números y del dolor de cabeza que le dio desde su debut el 7 de mayo a la súper producción de Tinelli y su reiterativo "Bailando por un sueño", lo más valioso de este ciclo de Telefe y la productora Underground fue que volvió a poner en la agenda de la gente una novela en la tevé de aire.
Porque aunque algunos la vean en la aplicación de Telefe, otros por Youtube, en los teléfonos celulares, en las tablets o en On Demand, "100 días..." trajo nuevamente esa sensación de los tiempos de las grandes telenovelas, mucho antes del nacimiento de Netflix, en la que a la mañana siguiente de cada capítulo siempre había un vecino, una amiga o un compañero de trabajo que te decía "¿la viste anoche?".
Pero lo más interesante, era que antes se hablaba del beso de Rolando Rivas a Mónica Helguera Paz o más acá en el tiempo se comentaba alguna escena truculenta de "Resistiré", y ahora, en plena época de reivindicaciones de cuestiones de género, de pañuelos verdes y un día después de que las actrices se juntaron para denunciar públicamente por violación a un actor famoso; el cierre de "100 días para enamorarse" de alguna manera levanta la vara para que la tele invite a la reflexión sobre los temas que es necesario debatir.
El capítulo final de la tira protagonizada por Nancy Dupláa (Antonia), Carla Peterson (Laura), Juan Minujín (Gastón) y Luciano Castro (Diego) tuvo su mejor momento en el primer bloque. Porque mostró a Laura y Antonia veinteañeras (dos caracterizaciones insuperables) prometiéndose un viaje juntas, que se va a frustrar cuando Laura le dice que Gastón le propuso casamiento y ella aceptó. El viaje, desde allí, quedó pendiente. La escena siguiente fue un paso de comedia italiana. Ya en la actualidad, está todo listo para la boda y el novio no aparece porque le agarró miedo. "Todos los cambios traen miedo" dirá Antonia, en una frase que también hubiese sonado correcta en casi todos los personajes de la tira.
Diego finalmente llega cuando Antonia estaba por suspender todo y los gritos de los invitados iban desde el "besála boludo" hasta el "ahhhh" del momento de la reconciliación. La boda se concreta, los flamantes marido y mujer se van bañados de arroz en su auto y cuando el furor pasa quedan Laura y Gastón a solas. Parece que todo se termina ahí, que a él no le interesaba el mensaje de amor que le mandó ella en un papelito. Hasta que se da cuenta que nunca había leído ese mensaje y la va a buscar. Ahí comenzó la comedia hollywoodense, un paso en falso para una tira que apostó a un cambio de paradigma.
La suma de lugares comunes comienza cuando el auto de Laura se aleja, él se olvida de su auto y la sale a correr a pie. Hasta que un camión con una grúa la detiene. Gastón le dice que nunca había leído el tan mentado papelito, que la ama, ella se baja del coche y se besan. Es el momento en que los automovilistas, en vez de putear porque la cola de autos no avanza, salen de su vehículo y aplauden de pie. Y hay más. La parejita feliz se sube a la grúa, que se eleva en medio de la calle y sellan la escena con otro beso.
El salto en el tiempo llegará en dos etapas bien claras. La primera con Antonia embarazada junto a un Diego muy meloso, mientras Laura y Gastón se los ve en plena vuelta a la rutina familiar, aunque el estudio ahora tiene dos placas y comienza la independencia en lo laboral para evitar roces.
En el medio habrá un guiño más al poliamor a través de Javier (Juan Gil Navarro); Inés (Jorgelina Aruzzi) que desborda de alegría al comunicarle a su Catriel (Osvaldo Laport) que salió la adopción de tres hermanitas, y Juan (Maite Lanata) besando a Emma (Malena Narvay) en una marcha del orgullo LGBT.
La segunda etapa, que será el broche de la historia, es cuando Laura, ya mamá de una nena, y Antonia se van de viaje para cumplir su sueño tan postergado. Diego se queda con la bebota en brazos, Gastón mira extasiado a Laura subiendo por la escalera del aeropuerto y la escena final acontecerá en la cabina del avión.
Viene una turbulencia, Antonia piensa que se va a morir y le dice a su amiga que la quiere porque siempre estuvo a su lado, Laura también le dice que la ama, y una pasajera sentada detrás observa todo detenidamente. Cuando pasa el sofocón, la pasajera las confunde con una pareja de lesbianas y ellas se miran cómplices y se besan en la boca. Quizá los autores lo pensaron como un guiño de libertad, pero quedó excesivo y fuera de foco.
Eso sí, no hay dudas que "100 días para enamorarse" fue lo mejor de la tele en 2018, por atreverse a mostrar temas y situaciones que a veces se evitan en la cena familiar o en el asado con amigos. Bienvenida la tevé de aire que invita a la reflexión sin necesidad de bailar por un sueño.