Con anteojos oscuros y bajo el fuego cruzado de los flashes, Joaquín Sabina contesta preguntas a la prensa. Con humor y desenfado. 25 años después de la primera vez en Buenos Aires ha vuelto a la Argentina. Ajeno a toda forma de vejez, se reinventa con su arma poética: las canciones.
En el tour 2014, el español autor de "Con la frente marchita" rescatará un disco monumental: "19 días y 500 noches", de 1999. En lo que ya se adelanta como una gira histórica, Sabina ya agotó 7 funciones en el Luna Park: los shows del 3, 4, 9, 11, 12, 20 y 21 de septiembre; y agregó tres funciones más para el 23, 24 y 27 de este mes en la misma sala. En Rosario, se presentará el domingo 28 de septiembre, en Metropolitano.
A modo de explicación sobre por qué otra vez "19 días y 500 noches", Sabina dice: "Me entregué de un modo intensísimo al disco. A los músicos, y a mí, nos ha dado muchas ganas de subirnos al escenario y descubrir que las canciones siguen vivas. Justamente elegimos éste disco para la gira por su intensidad. El atractivo principal de un disco es la intensidad", definió ayer Joaquín Sabina en contacto con los medios de prensa, entre los que estuvo La Capital, en un hotel de barrio de Retiro, en la ciudad de Buenos Aires.
"Cuando vuelvo sobre el disco (en referencia al material original editado en 1999) siento que las canciones envejecieron razonablemente bien. Es condición necesaria para volver a tocar ese disco. Soy un estafador, pero no tanto (risas)".
—¿ Cuánto perdura del Sabina del 99 en el Sabina de hoy?
—Yo sigo siendo el mismo, con quince años más. No hay dos discos iguales, tampoco dos años iguales. He crecido, me he complicado la vida, también he aprendido. En quince años tomas nuevos hábitos, nuevos maestros, amigos y novias. Todo eso debería aparecer en las canciones que tocamos ahora. Pero no siento nostalgia ni quiero recuperar nada.
—Te acompaña por un par de funciones una artista israelí, ¿por qué?
—Decidí traer a la cantante israelí a cantar conmigo dos días en Buenos Aires. Ella está en contra de su gobierno militarista y castigador de los pobres palestinos de la Franja de Gaza. En su país la llaman traidora, y fuera de su país la boicotean por ser judía. Es una tragedia. Noa, una magnífica cantante israelí. Estamos en un momento siniestro para la zona de la franja de Gaza.
—La Argentina es un sitio recurrente en tu carrera ¿qué dirías de tu vínculo con el país?
—Mi amor por la Argentina es real, por Buenos Aires, por Rosario y por Córdoba. Soy muy urbano, y no tan campestre. Me gustan las ciudades y siento que Buenos Aires tiene casi todo lo que me gusta de una ciudad. La primera vez que vine a Buenos Aires toqué para un grupo de periodistas en un bar que se llamaba La Casona del Conde de Palermo. Cantaba una canción que hablaba de "coca, birra y sexo" y en la puerta, una chica se presentó y me dijo "yo tengo para vos las tres cosas, y en el orden que quieras". Fue muy bonito venir a Buenos Aires.
—¿Te inspira la Argentina?
—Me resulta inspiradora, claro. Por un conjunto de cosas, no sólo las mujeres, los cafés, los asados y el tango. Es la atmósfera de la ciudad que me resulta inspiradora, y no sólo en canciones que hablan específicamente de Buenos Aires. También en otras. Después de Buenos Aires lo que más me gusta de la Argentina es el Rosario portuario y su fantástica leyenda.
—Cada vez te encontrás con una Argentina distinta. ¿Cómo vez la de 2014?
—La Argentina es un país loco, igual a sí misma, y diferente cada vez. La Argentina es así, siempre al borde del abismo, y siempre resucitando. Esa es la Argentina que yo conozco, y la que amo. Yo vine por primera vez durante la hiperinflación de Alfonsín. Y los teatros estaban bastante llenos, y las pizzerías también. Esa locura, esa demencia argentina es la que yo amo.
—¿ Hay un secreto en tus canciones que conecta con el público?
—No sé qué pueden tener mis canciones. Presumo que algunas de ellas, las más afortunadas, tendrán una gota de verdad, de sangre o de dulzura, para ingresar en la memoria emotiva de la gente. Pero fórmula no tengo, y si la tuviera la repetiría. Tampoco sé por qué mis canciones suelen gustarle a los jóvenes, habría que preguntarles a ellos. Pero de todos modos, mi vanidad me lleva a pensar que hay muchos cantantes jóvenes que son viejos. Recomiendo que a los jóvenes no les den mentiras, ni bijouterie.
—¿Cómo se renueva la voluntad de subirse al escenario, una y otra vez?
—Todo el tiempo una aventura nueva. No soy el mismo cuando subo a cantar, tampoco es el mismo público. En cuando se repitan tres días iguales será el momento de decir basta y jubilarse. Pero eso no me ha sucedido todavía. Igual reconozco tener días malos, pero nunca han sido tres seguidos. Para mí tocar siempre es adrenalina, y eso me cura. Cuando estoy en Madrid, sin tocar, ahí sí me duele todo el cuerpo. Cuando me preguntan qué me falta en esta vida, yo digo que me gustaría ser Gardel, pero para eso me falta mucho.
—Hace un tiempo dejaste de consumir drogas, ¿ cómo evalúas esa experiencia personal?
—Un día, estando en Marruecos, me di cuenta de que ya no me hacía bien el consumo (de cocaína). Es que uno se acostumbra a las cosas, que van perdiendo su carisma, su poesía, su clandestinidad. Yo tomaba coca, aunque no tanta como cree la gente. Un día dije se acabó. Y a los dos meses tuve un ictus. Y casi vuelvo a la coca ( risas). Las cosas fueron así, nada más. Mi caso no sirve como ejemplo de nada, no sirve para las madres de los drogadictos. Pude dejar de tomar con naturalidad, no tuve síndrome de abstinencia, con lo cual no he sido ejemplo para nadie.
Respirar sin Serrat ni Fito
Sobre los duetos con Joan Manuel Serrat y Fito Páez, explicó: “Llega un momento en que uno necesita respirar un aire más personal. Ya no andar sometido a otros hábitos de trabajo distintos al de uno. Como sea, la música me ha dado mucho, conocí gente maravillosa que no hubiera conocido de otro modo. ¿Y si me quitó algo? La música no quita nada, incluso la música mala otorga siempre algo”.