"Me propuse hacer una película pequeña en su producción: dos actores y dos locaciones. El desafío fue escribir algo que fuera realizable y autogestionable", dice Claudio Perrin, el director y guionista de "Bronce", el filme rosarino que se estrena hoy, a las 20.30, en el cine El Cairo (Santa Fe 1120). "Bronce" se filmó con un presupuesto muy modesto pero con un planteo que sedujo: la película recibió menciones y premios en festivales de cine independiente de Argentina, Perú, Chile, Estados Unidos y Grecia. La historia gira en torno a dos hermanastros, Berta y Horacio, (Claudia Schujman y Miguel Bosco), que años después de la muerte de sus padres se vuelven a reunir en la casa de su infancia con el objetivo de robar epitafios en los cementerios. Más allá del posible dinero, ella busca en su hermano el sosiego a su desolación, y él necesita la plata para huir de ella y de sí mismo. Durante el transcurso de un día, la crisis afectiva entre ellos se hace definitiva. Perrin tiene en su haber varios trabajos como realizador, pero "Bronce" es su primer largometraje. En diálogo con Escenario, el director afirmó que su película "toca fibras íntimas" y habló del proceso de producir en Rosario: "A veces es agotador", confesó.
—¿Cómo surge la idea de "Bronce"?
—El disparador fue una noticia policial de Estados Unidos, de dos hermanos que fueron detenidos por robar bronces en los cementerios. Les allanaron la casa y les encontraron todo tipo de placas y cruces. Esa imagen me pareció muy fuerte, y me imaginé que atrás podía haber una historia. Yo me basé en eso para volver a juntar a dos hermanastros que hace mucho tiempo que no viven juntos. A ella se le ocurren estos robos para traerlo a él a la casa paterna. Pero no es un policial, es un drama. Mientras ellos esperan todo el día juntos a que llegue el comprador del bronce empiezan a hablar, él empieza a mirar la casa donde pasó toda su adolescencia, y ahí comienzan a aparecer elementos del pasado y recriminaciones entre ellos.
—¿Cómo definirías a los personajes?
—Siempre me imaginé que eran hijos de pescadores. Son de condición humilde, ribereños. Las orillas del río a mí me seducen mucho. El tema del cementerio también me impactó mucho en la época en que escribí el guión porque, seis meses antes, había muerto mi papá, entonces tuve que volver a transitar todo ese rito de la muerte, el velorio, el cementerio. En la película hay un trasfondo de personas que ya no están, tiene un cierto tinte melancólico, sobre todo cuando los personajes hablan de sus padres, que ya murieron. Y por momentos también tiene cosas frescas y graciosas, y recuerdos fuertes que los ponen en disputa a los dos hermanos. Creo que la película, por mérito de los actores principalmente, y de toda la gente que trabajó, toca ciertas fibras íntimas de los espectadores, que se sienten identificados con algún pasaje que les llega.
—¿Cuáles son tus principales influencias como director?
—Me gusta mucho Tarkovsky, que lo tendría que revisitar. También me gustan Antonioni, Herzog y Visconti, un cine bastante pasado (risas). Podría rescatar además algunas cosas de Ridley Scott o de Lars Von Trier. "Melancolía" me pareció una película increíble.
—"Bronce" se filmó con Zahir Films, tu productora independiente. ¿Cómo se financian? ¿Es difícil hacer cine desde Rosario?
—La productora lleva el nombre de mi hijo, y la fundamos para hacer "Bronce" y para seguir haciendo cine independiente. Es complicado hacer cine en la ciudad, porque podríamos recurrir a Buenos Aires, pero ahí no somos conocidos, y tampoco hay un interés en particular por conocernos. Hacer cine en Rosario es como abrirse camino en una selva espesa y húmeda. A veces es agotador. Yo tenía otros guiones que me siguen gustando mucho, pero sin financiación no se pueden llevar adelante. En un momento me dije: si sigo así me voy a pasar diez años tratando de conseguir financiación. Entonces me planteé este desafío de buscar una historia que nos guste y que sea autorealizable, que no tengamos que pedirle nada a nadie. Así nos lanzamos. En dos meses hice nueve versiones del guión, juntamos seis mil pesos y después aportó tres mil pesos la subsecretaría de Cultura de la Municipalidad. Al rodaje lo pensamos bien para que no se extendiera mucho. La rodamos en ocho días y medio. Después hicimos la edición en borrador y la presenté a los concursos de (el programa) Espacio Santafesino. Tuvimos la suerte de ganar y así terminamos la imagen en Buenos Aires y les pudimos pagar como correspondía a todos los técnicos, más allá de que eran todos amigos. Conseguir plata para la financiación es una tarea titánica. Si demorás años a veces se te van las ganas de filmar.
—¿Cómo manejan el tema de la distribución? ¿Qué posibilidad tiene la película de llegar a las salas?
—Que la película llegue a El Cairo es parte de haber ganado el concurso de Espacio Santafesino. Igual estamos viendo si podemos entrar en los espacios Incaa (del Instituto Nacional de Cine), pero es complejo. Los espacios Incaa son interesantes porque la película puede circular a nivel nacional.
—Ahora casi todas las semanas se estrena una película argentina en el circuito comercial. ¿Cómo ves el panorama actual del cine nacional?
—Es evidente que se vienen produciendo muchas películas, pero lo que me parece preocupante es el tema de la difusión. Fuera de los espacios Incaa no hay lugares para el cine independiente. Y en las salas comerciales sólo tenés estrenos tipo "Relatos salvajes", o películas con Ricardo Darín o actores reconocidos. No hay relación entre las películas que se producen y las que se exhiben. El panorama de la distribución es bastante oscuro. El Incaa apoya la producción, pero tendría que ser más abierto el juego, que la financiación sea más accesible para los realizadores del interior.