En octubre pasado, cuando arrancó la versión 2022 de “Gran Hermano”, no eran pocos los que dudaban de la performance del programa. Algunos opinaban que se trataba de un “formato viejo”, que ya había tenido demasiadas ediciones y que estaba “quemado”. Oh, craso error. A dos décadas de su debut en la televisión argentina, el reality show que es el padre de todos los realitys la rompió en el rating y se transformó en un suceso impensado. Incluso, con picos de 25 puntos de rating llegó a superar a los últimos tanques de la pantalla chica: “Masterchef Celebrity” y “La Voz Argentina”. Gente que dice “no ver” el programa conoce perfectamente quién es “Alfa”, o “Frodo”, o “Coty”, por nombrar sólo a tres participantes del ciclo. “GH” ahora parece estar en todas partes: en la tele, en las redes sociales y en las conversaciones cotidianas.
¿Por qué sobrevive “Gran Hermano”? ¿Por qué causa tanta fascinación? ¿Cuáles son los entretelones de un fenómeno que traspasa la pantalla chica y se refleja constantemente en Internet? “«Gran Hermano» es una fábrica que trabaja en turnos rotativos de ocho horas, sin parar, las 24 horas al día”, contesta Luciana Porchietto, que conoce muy bien el detrás de escena del reality. Dieciocho participantes en una casa de 2.200 metros cuadrados, con 65 cámaras y 87 micrófonos. Y detrás están los editores, productores de edición, directores, guionistas, asistentes, sonidistas, cámaras y operadores. Luciana Porchietto, que nació en Sunchales y estudió Letras en la UNR, trabajó en las tres ediciones que tuvo “GH” en 2007: la primera que tuvo como conductor a Jorge Rial y en la cual Marianela Mirra se consagró como ganadora, el “GH Famosos” y otra temporada en la que ganó Esteban “Bam Bam” Morais, pero que todos recuerdan por la participación de Andrea Rincón. ¿Cuál era su trabajo? Era guionista.
Sí. Hay guionistas en “GH”. Muchos. Pero no es cierto, como creen algunos, que en el programa “está todo guionado”, al estilo de una ficción. “Acá el guionista no tiene que crear una trama, sino que tiene que ir a la caza de esa historia que está sucediendo sin que él intervenga”, explicó Porchietto a La Capital. El mecanismo es el siguiente: “Los guionistas están en el control, trabajando en dupla con el director, y se suma un asistente para que el guionista pueda ir al baño o ir a comer. El guionista es el que está viendo la casa las 24 horas, catalogando las situaciones, y le dice al director qué situación seguir. Por ejemplo, si hay tres situaciones en la casa y hay dos streamings, cada guionista va a seguir una situación y lo va a ir catalogando en un papel. Cada tres horas se llevan esas planillas a las islas de edición. Ahí las recibe el productor de edición, que es el último eslabón del equipo de guión: junto con un editor, convierte esas tres horas de material crudo en una nota o clip de dos o tres minutos sobre un tema determinado. Elige cómo contarlo, qué música ponerle, qué dejar y qué sacar”, se explayó la guionista.
Cuando entró a trabajar a “GH”, Porchietto jamás había visto el reality. No le interesaba y hasta lo ninguneaba. Después de pasar por la producción del ciclo _ un trabajo súper exigente, que le consumía más de 60 horas a la semana_, la licenciada en Letras descubrió el encanto del formato y quedó atrapada también como espectadora. Es más, seguía viendo el programa cuando no estaba trabajando. “Es un formato indestructible, un Terminator”, así lo define. Las primeras ediciones de “GH” promediaban los 30 puntos de rating, en otras épocas mejores de la TV abierta. En la actualidad el reality promedia entre 17 y 20 puntos por noche, lo cual es un milagro teniendo en cuenta el declive del encendido y la competencia de las plataformas.
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Santiago del Moro grita “complot” en tono de gran anuncio.
¿Por qué el formato todavía rinde, mientras la mayoría de los programas no llegan ni a los dos dígitos de rating? “En «GH» las personas comunes y corrientes nos vemos reflejadas en ese grupo de chicos, chicas y adultos que están en la casa”, dice Porchietto. “La verdad es que la televisión es un medio muy conservador y retrógrado a veces, que no representa al país y que nunca es federal. En la televisión no suelen escucharse tonadas que no sean porteñas y tampoco se escucha hablar a gente joven. Acá hay jóvenes hablando como ellos hablan en sus casas y en sus provincias. No digo que esos chicos representen a todos los jóvenes del país, pero el reality es bastante más cercano a lo que pasa en una ficción o un magazine. Es un lugar donde la intrascendencia de la mayoría se puede ver, más allá de que sea un juego o de todas las estrategias que digan tener los jugadores”, analizó.
En “Gran Hermano 2022” los estereotipos de los jugadores parecen más exacerbados que en las ediciones anteriores. Las diferencias son tan marcadas que las chispas pueden saltar en cualquier momento. El caso de Walter “Alfa” Santiago es paradigmático: un hombre de 60 años que no se calla nada y que hace alarde de un discurso machista y reaccionario (en medio de todos participantes jóvenes). También están Romina Uhrig (ex diputada kirchnerista), Agustín “Frodo” Guardis (un joven “liberal” que presume de gran estratega), Constanza “Coty” Romero (una correntina que miente como respira para avanzar en el juego) y Marcos Ginocchio (un salteño tímido y católico que hace la señal de la cruz antes de cada comida).
“Un productor una vez me dijo que «Gran Hermano» no va a buscar determinados perfiles, sino que hay determinados televidentes que se buscan en «Gran Hermano» y se encuentran”, comentó la licenciada en Letras. “Los productores no buscan un facho, un progre, un violento o un pacifista. Creo que no van por ahí. Van por personas que puedan entretener adentro de la casa. Se nota cuando una persona puede llegar a funcionar durante 24 horas o no. Es cierto que hay perfiles que serían imposibles de escribir, como el del chico católico, y justamente por eso a mí me gusta tanto el programa, porque ahí hay un paisaje humano muy vasto y muy sorprendente”, afirmó.
Para la guionista _que también trabajó en “Expedición Robinson Chile”, “Agrandadytos”, “Soy Luna” y las miniseries “Los internacionales” y “Post mortem”_ la gran diferencia entre “GH 2022” y las ediciones anteriores es “que los participantes tienen una mayor consciencia de que están jugando. Eso ya se decía cuando yo estaba en el programa, en 2007, pero entre 2007 y ahora explotaron las redes sociales y hay mucha autoconsciencia, mucha narración del yo. Si bien ahí están las 24 horas y no pueden recortarse en una selfie o en un reel diario, sí es verdad que miran a cámara y hablan con los espectadores. Eso es herencia de los youtubers y de los reels de Instagram en plano selfie. Ahora son mucho más autoconscientes de que están dando determinada imagen”.
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Luciana Porchietto estudió Letras en la UNR y trabaja como guionista de ciclos de TV y series.
La fuerte interacción entre el programa y las redes también da lugar a una especie de narración paralela que sucede en Internet. Hay un público que no mira el reality en la televisión: lo sigue Twitch o por Twitter, donde hay comentaristas súper exhaustivos del programa. “Las redes y la televisión van de la mano y cada una toma toda la fuerza de la otra y se potencian”, opinó Porchietto. “La vastedad de «Gran Hermano» nunca se contó en su totalidad, sino que se cuentan determinadas historias. Ahora hay usuarios de Twitter que hacen sus propios clips contando una historia de amor que quizás en el programa no la cuentan. El contenido ahora está democratizado, y está bien, me parece que eso le suma al ciclo, es toda ganancia para el formato, y como el formato se mantiene tan puro en la tele, eso es lo que permite que las redes puedan tener su propio camino sin chocar. A pesar de que hay mucha desconfianza, porque algunos usuarios de Twitter dicen «por qué la producción no muestra esto o lo otro», lo cierto es que las redes y el programa se retroalimentan. Hasta donde yo sé, no hay nada muy maquiavélico, nunca sentí que hubiera que ocultar algo, pero sí hay que tomar decisiones editoriales. Telefe es un canal familiar, y entonces deciden tomar determinados caminos”, señaló.
“Gran Hermano Argentina” tuvo nueve ediciones: 2001, 2002, 2003, dos en 2007, 2011, 2012, 2015 y 2016. El éxito de la nueva temporada coincide con el fervor de la primera. Y en ese sentido es imposible no encontrar similitudes con el contexto: el país en plena crisis económica, y además dañado por los efectos de la post pandemia, con un público muy necesitado de evasión y entretenimiento. “Creo que también hay una gran esquizofrenia entre lo que los medios dicen todo el tiempo y lo que pasa realmente. «GH» se parece más a lo que somos, y por eso es lindo de ver”, acotó la guionista. “Es como una novela. Tiene la fascinación de la ficción, porque hay una mediación. Los participantes ahí son como unos muñequitos, son villanos o son buenos de acuerdo a lo que nosotros les cargamos cuando los miramos. Por eso cuando salen (del programa) te da cosa que los bardeen, porque en definitiva te das cuenta de que son pibes y pibas que querían hacer algo adentro de un reality”, apuntó. Porchietto también agregó que en el actual ciclo “hay discursos misóginos, machistas y homofóbicos que son un bajón, que los habíamos dado por terminados y en realidad siguen estando. Es un bajón que sea así, pero por otro lado es muy verdadero”, afirmó.
Así como se repite el suceso del programa, también se reiteran las críticas hacia el reality: que promueve el éxito descartable y la fama pasajera, que es cínico y hasta despiadado. Y los que no miran “GH” suelen tildar de “superficiales” o “ignorantes” a los seguidores del ciclo. “Eso pasa mucho con los fenómenos populares, como que está bien mirarlos de reojo y con la nariz fruncida”, comentó Porchietto. “Se denosta mucho lo popular y yo creo que denostarlo es perderse siempre algo importante, que es ver por qué algo suscita tanto interés. Algunos dicen que no entienden lo que vota la gente (en relación a los eliminados del programa). Lo que pasa es que, en las redes, y sobre todo en Instagram, queremos tomar una foto muy ideal de todo lo que pasa, y nos olvidamos de que en general somos bastante menos ejemplares que lo que quisiéramos”, analizó. Según la guionista, “cuando vos entrás a trabajar ahí te das cuenta de que hay gente que sabe un montón, que es muy respetuosa del formato y del público y que trabaja con mucha conciencia. Entonces está bueno estar adentro para darte cuenta de que el monstruito ese, tan fácilmente criticable, funciona sólo si hay gente muy grosa laburando y comandando esa nave”, concluyó.
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