Paolo Sorrentino volvió a hacer una gambeta magistral. Porque si algún distraído pensaba que “Fue la mano de Dios” tenía que ver con la vida de Diego Armando Maradona, la pelota pegó en el palo y se fue. Porque la película no habla del Diego, sino de Fabietto, que no es otro que el mismo Paolo Sorrentino.
La última producción del realizador italiano, que ganó el Oscar a mejor película en lengua no inglesa con “La grande bellezza” en 2014, tuvo su estreno en Latinoamérica este lunes por la noche en el 36º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en una sala Ambassador con localidades agotadas desde una semana.
“Este director genera contradicciones, porque algunos lo consideran un genio y otros un tanto estrafalario, por decirlo de alguna manera. Pero además de su talento Sorrentino es napolitano, y eso lo justifica todo”, dijo el presidente del Festival Fernando Lima en el discurso de presentación del filme.
Es que la condición de napolitano no es un dato menor. La película arranca con una cita textual de Maradona, como si fuera un señuelo: “Hice todo lo que pude. No creo que me haya ido tan mal”. La sala estalló en un aplauso espontáneo, al igual que en una escena en la que se ve el famoso gol con la mano a los ingleses en el Mundial 86 y hubo una ovación mucho mayor cuando después de ese gol, un familiar de Fabietto, de espíritu revolucionario, dice: “Ha vengado al gran pueblo argentino, es un acto político, los humilló”.
Fue la mano de Dios - Trailer subtitulado en espanol
Ambientada en los años 80, “Fue la mano de Dios” utiliza como disparador a esa famosa frase que dijo Maradona en una entrevista en pleno Mundial cuando le preguntaron con qué hizo el primer gol a Inglaterra, para contar un momento crucial de la vida del director.
Sorrentino, de 51 años, nacido en Nápoles e hincha furioso del Napoli, al igual que toda su familia, sufrió un hecho trágico cuando tenía 17 años y sus padres mueren asfixiados por una pérdida de gas en una casa de fin de semana ubicada en las afueras de su ciudad. A esas mini vacaciones había sido invitado el joven Paolo Sorrentino, pero no fue porque ese domingo jugaba Napoli-Empoli, y dado que su padre le había regalado un abono de platea, no se quería perder un partido del Diego por nada del mundo. Lo que no sabía era que perderse ese viaje le iba a salvar la vida. De ahí la metáfora de “Fue la mano de Dios”. La película muestra más aún, y es que Paolo -desde aquí Fabietto (impecable rol de Filippo Scotti), su alter ego y el nombre del protagonista del filme que tendrá su estreno comercial en la plataforma de la N roja el 15 de diciembre- entrará en otro viaje, que lo llevó a ser el director de cine que para cierta crítica especializada es una suerte de nuevo Fellini.
El realizador de “Los dos Papas” eligió mostrar el ADN napolitano, desde la pasión, el deseo y el costumbrismo. Y expuso una fotografía en movimiento de lo que fue su familia, con un padre bonachón y comunista (interpretado por Toni Servillo, su indiscutible actor fetiche) que amaba a su esposa, una bromista empedernida (la excelente Teresa Saponangelo), pero no dudaba en serle infiel; más un hermano que tenía el sueño de ser actor de cine y una hermana que se la pasa encerrada en el baño; y su tía Patrizia (la bella Luisa Ranieri), que es la madre de todas sus fantasías sexuales. Con algunas licencias que permite la ficción, en “Fue la mano de Dios” hay mucho del vale todo familiar que muestra Ettore Scola en “Feos, sucios y malos”, estrenada en 1976. Y tiene un clima de época inequívoco de aquel 1986, en el que Maradona era una estrella planetaria, y después de ser campeón con el Napoli levantaba la copa del Mundo para Argentina en México 86, en un éxito que los napolitanos vivieron como propio.
Paolo Sorrentino es un director pasional y en ese otro tour interior logra su película más conmovedora, en la que no puede (¿o no quiere?) escapar de algunos baches en el relato, en los que pareciera decirnos que nadie es perfecto, ni Fabietto, ni aquel Paolo de los 17 años, ni el Diego. Todos los viajes confluyen en el mismo sitio, y como dice la frase del inicio del Diez, a nadie le ha ido tan mal.