El periodista español Jesús Quintero falleció este lunes a los 82 años, según informó el diario ABC, dejando así un recuerdo imborrable en la Argentina tras hacerse conocido por el programa El Perro Verde, en el que desplegaba un estilo inigualable para entrevistar, y en el cual invitaba a personajes muy particulares que no eran protagonistas.
El distinguido comunicador tras almorzar se fue a descansar y ya no despertó, de acuerdo a lo que informaron sus familiares, quienes también detallaron que Quintero padecía de una afección respiratoria y que había sido operado de una patología cardiaca en el Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva.
Jesús Quintero realizó más de cinco mil entrevistas. Su primer trabajo remite a los 20 años, cuando dispuso de una posibilidad en la Radio Nacional de España. Luego impulsó su idea de recorrer su país en una furgoneta llena de libros y sartenes, entrevistando a “los nadies”, gente sin fama pero con historia, personajes sin nombre pero con vida. Y desde allí construyó un éxito y un estilo incomparable. La cadena Ser lo reclutó en sus filas. Y así nació El Loco de la Colina. Un ciclo de madrugada con el que alcanzó una audiencia increíble, y con un espacio en el que puso como condición que no haya publicidades. El conductor escuchaba y hacía escuchar los problemas de los marginales, los desesperados, los solitarios.
El nacido en Huelva hacía una utilización quirúrgica de los silencios. “Lo hago porque lo que más me gusta en una entrevista es escuchar”, le dijo al periodista Carlos Ulanovsky.
“Quiero que el entrevistado me cuente sus cosas. No voy a acosarlo, ni chuparlo, ni vencerlo. Nunca uso la estocada. Si ha de morir se matará solo y con sus propias palabras. No me creo nada esa moda del reportaje agresivo”, sostenía Quintero. “Si te pones contra el entrevistado, lo pierdes. Si llegas arrogante, también. Si llegas muy humilde, te derrota. Hay que decirle sin palabras ‘Tú eres quien eres, pero yo no soy un tonto”.
Cerca de un millón de oyentes acompañaban a la madrugada a El Loco de la Colina. Fue tan grande el éxito que el programa llegó a la Argentina y Uruguay, también con enorme acompañamiento.
Luego replicó la idea radial en la televisión, en la que alternó inolvidables consagraciones como también fracasos. El más emblemático de los ciclos fue El Perro Verde, en el que alternó invitados consagrados con desconocidos. Pero Quintero mostraba su estilo en plenitud con aquellos marginales, quienes eran sus preferidos, y a quienes con su capacidad para entrevistar también seducía mucho más a sus televidentes.
En 1989 llegó a la Argentina. No eran tiempos fáciles “me tocó venir en el caso y no en la abundancia, pero no me preocupa porque no vine a hacer la América”, le revelaba a Ulanovsky. El Loco de la Colina se emitía hacia diez años por Radio Nacional. Cuando entrevistó a Robledo Puch en la cárcel de Sierra Chica, el conocido asesino le dijo emocionado a Quintero: “¡Ah!, ¿usted es El Loco de la Colina?”.
En los últimos años gestionó el Teatro Quintero, donde ofrecía espectáculos de teatro y música. Pero para pagar sus deudas vendió su casa. “Cada tanto desaparezco, porque no me mueve el dinero. Me he arruinado tres o cuatro veces en mi vida. Si no trabajo, bajo los techos, bajo el nivel. Vivo con lo justo. Nunca seré yo un nuevo rico. Siempre seré un antiguo pobre”, dijo durante una entrevista.
Su salud también se fue deteriorando, porque la depresión le impuso varias hospitalizaciones. Sobre la vida supo decir: “Para mí es el camino. La meta no tiene ningún interés. Ni siquiera la cumbre, porque después de la cumbre lo que puede venir es la ladera. Detenerme, todavía no. Aunque empiezo a pensar dónde me detendría. A lo mejor no es un paisaje. A lo mejor es una mirada. Entonces ahí ya dices tú aquí me quedo y todo lo demás no importa”.
Y Jesús Quintero se quedó en el recuerdo con su particular y destacada forma de hacer periodismo.