El director Alejandro Tossenberger abordó en su segunda película, “Desbordar”, una experiencia real llevada a cabo en un hospital neurosiquiátrico protagonizada por tres personas que impulsaron una revista en la que tuvieran participación directa los internados. La idea prosperó, pero en determinado punto generó reacciones y censura. La “escritura trascendió los muros de la institución y posteriormente la represión y las denuncias”, contó Tossenberger a La Capital. El cineasta aseguró que el “poder de la palabra” es lo que lo impulsó a realizar este filme que hoy, a las 20.30, tendrá su preestreno en el cine El Cairo (Santa Fe 1120) con entrada gratuita.
—¿Cuál fue el origen del proyecto?
—Por ser psicólogo, si bien trabajo en cine y en publicidad hace veinte años, me parecía algo muy cinematográfico contar una historia de en una institución manicomial y de orden cerrado como son los neurosiquiátricos sobre un taller de periodismo y escritura que trascendió los muros de la institución. La represión y las denuncias que eso generó posteriormente me parecieron una historia poderosa. Sobre todo en el marco de lo que está pasando con el tema, este proceso de desmanicomialización y una ley que aboga por el cierre de los manicomios.
—¿Qué fue lo que más te impactó de aquel episodio?
—Por un lado lo que significa crear un espacio de escritura en una institución así y lo que genera la palabra en la subjetividad en cada una de las personas. Es muy poderoso lo que puede generar la palabra en un lugar donde no existe la palabra, los relojes, donde no hay puertas. La revista en su momento provocó denuncias porque se hablaba del padecimiento de los internos. Es el reconocimiento de una experiencia muy importante sobre un taller de escritura de una institución manicomial que trascendió su trabajo los muros de la institución.
—¿Qué revelaba la revista para que generara denuncias?
—Cuando trasciende el taller a través de una revista, a la institución ya no le pareció muy gustoso por que la revista hablara del padecimiento de cada uno, de lo que ocurría en una institución así y la represión en función de eso.
—¿Qué fue lo que te interesó subrayar?
—La importancia de la aceptación de las diferencias. Esto tiene varias aristas. Por un lado el valor de la palabra como una instancia superadora. Luego se puede pensar lo que ocurre con la censura porque cuando la palabra empieza a circular o a molestar de acuerdo a los intereses que existan como fue en este caso, que tuvo una represión importante.
—¿Cómo trabajaron la enfermedad mental con los actores?
—Esa fue una de las cosas en las que puse el acento para no trabajar la exaltación del loco constantemente y generar como que el estado de locura es un estado de libertad. No es así. Uno no está brotado todo el tiempo, hay episodios, síntomas claros. Respeto mucho la enfermedad y el problema como para hacer de eso un estereotipo.