"Imán" es el nombre de la resurrección de Adrián Otero. Luego del encierro
voluntario en busca de limpiarse el alma y el cuerpo y, de paso, permanecer fuera del alcance de
los dealers; después de disolver su banda de casi 30 años, Memphis la Blusera, el cantante de la
voz de lija volcó en su primer disco solista, "Imán", un vaso de felicidad líquida. Así, al menos,
lo cuenta el cantante en una charla con LaCapital .
—Llama la atención tanto optimismo en las letras de las canciones.
Viniendo de un blusero...
—Sí, parece contradictorio. Escribir estas canciones fue como un
renacimiento. Después de un largo problema con las adicciones, tuve una recaída en noviembre
pasado. Intensa. Me sentí como que me podía. En diciembre laburé intensamente con Memphis, con mi
mujer de mochila, de vigilante... Pobrecita, hicimos veintidos shows. Todo ese mes estuve limpio y
después me interné para que la cuestión no se me escapara de las manos. Y cuando salí sentí muchas
ganas de vivir, de hacer cosas, de escribir canciones.
—¿En ese momento tenías decidido separarte de Memphis?
—Antes de la internación, no. Cuando salí me di cuenta de que ya no era
feliz estando en este grupo que había comenzado como una verdadera banda tirando todos parejos
hacia adelante y que estaba terminando como una SRL. Sentí ganas de contar cómo estaba viviendo,
del estado de felicidad que tenía. Una felicidad que tampoco es la que siento hoy, después de haber
estado medio año viviendo la realidad de la calle y toda la problemática social. Es como que ahora
volví un poco a la aspereza, pero en aquel momento en que escribí las canciones yo estaba en un
estado de felicidad espiritual muy grande. Creo que las letras reflejan esto. Germán Wiedemer, (ex
tecladista de Memphis), me traía melodías y yo escribía encima las letras. Fue la primera vez que
trabajé de esa manera.
— Hablás de la necesidad de alejarte de la gente de Memphis, sin embargo
trabajaste con el tecladista del grupo en la música del disco.
—No creo que sea así. El es un chico que tiene 30 años y yo 50. Quiero
decir, él era empleado en Memphis. En mi disco asume un rol protagónico, porque además fue
productor del CD. Además, él, generalmente, no componía en Memphis. Hicimos un disco con la
duración de un viejo long play. Es un disco sin instrumentos de vientos...
—No parece un disco de blues.
—No, es un disco de rock que tiene soul, funk y blues, con la alegría como
manifestación viva y real. Un disco hecho en un breve tiempo. Escribí 30 canciones nuevas, de las
cuales grabamos once. Este disco fue un milagro, porque un tiempo atrás estaba con la parca
queriéndome llevar.
—Llama la atención tu necesidad de hacer pública cuestiones muy privadas,
como el tema de las adicciones. ¿Porqué decidiste hacerlo público?
—No lo pensaba hacer, pero en un reportaje mis ex socios de Memphis
cometieron la infidencia de hacer público mis problemas con el alcohol y la cocaína, y a partir de
ahí yo no pude parar la bola y salí a hablar. De última, no tengo nada que ocultar y puedo mirar a
mi hijo de 18 años a los ojos y hablarle con franqueza. Fue extraño, porque pasó algo al revés de
lo habitual: él me tuvo que comprender a mí. Pero bueno... sé también que no cometí ningún delito,
en todo caso lo único que hice de malo fue perjudicarme a mí mismo. Pero no es que yo lo quise
hacer público... Me hubiera gustado tenerla guardada esta historia.
—Qué es Memphis hoy para vos?
—El pasado remoto. Hasta disolvimos la sociedad contable que teníamos.
—¿Qué tenés ganas de hacer ahora?
—Formé una banda nueva y tengo muchas ganas de salir a cantar. Arrancamos
en unos días. Me va a costar mucho instalarme de nuevo; va a ser parecido a cómo cuando empecé.
Este año podría haber hecho mucha guita porque tenía el 30 aniversario de Memphis, pero preferí ser
auténtico y feliz, y no quedarme colgado con el tema del dinero.