La provincia de Santa Fe aportó sus propios hitos a la historia delictiva de Argentina. Canibalismo, parricidio, venganza y secuestro son los temas que atraviesan “Episodios criminales”, la serie santafesina sobre cuatro hechos violentos que impactaron a la opinión pública y a los medios entre 1920 y 1940. El actor rosarino Gustavo Guirado, protagonista de uno de los capítulos, reflexionó sobre los motivos para que las historias trágicas trasciendan la crónica policial y, en ocasiones, se transformen en un espejo de la sociedad.
“El caníbal de Cayastá”, primer capítulo de “Episodios criminales”, se estrena hoy por la plataforma gratuita Cont.ar. La serie, escrita y dirigida los realizadores santafesinos Gastón del Porto y Baltasar Albretch, se completa con “El triple crimen de Estación Clucellas” -episodio que protagoniza Guirado-, “El crimen del Juzgado de Paz” y “Secuestro y muerte de Abel Ayerza” que estarán disponibles en los sucesivos viernes de agosto.
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El juez. Guirado, al frente de “El triple crimen de Estación Clucellas”.
—¿Por qué el género policial y los hechos violentos provocan tanta curiosidad?
—Son los márgenes de una humanidad desfalleciente. En los crímenes, y sobre todo en los de esta envergadura, aparece la figura monstruosa de la que todos participamos, monstruosa en el sentido que se sale de la norma establecida por la cultura, aquello que nos hace un ciudadano estable, que hace las compras todos los días, paga los impuestos, cría hijos. De pronto estalla en pedazos y aparece “eso” que en verdad siempre estuvo, que está en nosotros, y cuando aparece queremos ver, porque es como un espejo que nos devuelve una imagen propia que produce horror y atracción a la vez. ¿Qué le pasó que no le funcionaron las barreras sociales y psíquicas, como sí me funcionan a mí que soy una buena persona?
—¿La tragedia y la violencia son parte indivisible de la sociedad?
—Los griegos lo supieron. Hace 3.000 años ese pueblo ya supo eso que nombrás. No existía el psicoanálisis, ni las ciencias sociales, pero dieron a luz el teatro intentando nombrar ese misterio que es la naturaleza violenta en nuestra especie. Siempre pienso en esos textos como un mensaje de alerta hacia el el futuro. ¿Cómo es posible, me pregunto habitualmente, que un pueblo tan culto, con el arte incomparable que desarrolló Alemania, pudiera a la vez habitar la shoá? ¿De dónde viene el odio visceral que se manifiesta en amplios sectores de compatriotas en nuestro país, alimentado febrilmente por las derechas más recalcitrantes? ¿Cómo la avaricia llega al extremo de quemar para destruir humedales o envenenar el agua y los alimentos que consumimos? Y encima la violencia de repetir todo esto y que se diluya en la violencia de la sobreinformación? Estamos en una etapa de la humanidad donde claramente el odio es más fuerte. No el amor. Son como últimas advertencias, y seguimos mirando para otro lado.
Trailer EPISODIOS CRIMINALES
—En la época en la que suceden los hechos de los diferentes capítulos, solamente los diarios y las radios construían el relato que alimentaba la imaginación popular. ¿Cómo operan hoy las redes sociales en la construcción de la idea de una sociedad violenta?
—Es algo que en lo personal me resulta uno de los acontecimientos más perturbadores de los últimos años. Me cuesta creer lo que sucede, rebaños plurales embrutecidos por la mentira, por argumentaciones falsas, mínimas, vulgares, ofensivas para el más básico ejercicio de inteligencia. Pero eficaces. ¡El paraíso para Joseph Goebbels! Es una combinación explosiva: ignorancia, inmediatez y descarga emocional sin ningún esfuerzo. Las oscuras frustraciones individuales y colectivas canalizadas en dos dedos sobre un teclado.
—¿Qué elementos tiene que tener un hecho violento para generar fascinación, pasar a formar parte de la historia criminal y terminar convertido en un producto audiovisual o literario, como ocurrió por ejemplo con “El clan” o “A sangre fría”?
—Está lo que te decía antes, y después está la la sensibilidad artística de quien escribe un guión o una prosa captando los flujos del inconciente colectivo donde un hecho criminal acrisola datos de una época. Son discursos no evidenciados que están dando vueltas, voces, por decirlos de un modo más claro, por las cuales somos hablados y que en un hecho singular, por ejemplo como el caso Schoklender, se nos presentan en forma de relato. Es una operación mítica, entendiendo por mito las narraciones que las culturas se dieron para reunir en una peripecia unos devenires que percibían en sus vidas pero que no entendían. Siempre los mitos tienen un contenido violento y estuvieron desde siempre para aquietar nuestra percepción cotidiana del horror.