Minutos antes de charlar con Escenario, Axel publica una foto en Twitter que habla mucho de sus días y sus horas. En la foto se lo ve junto a su hijo Fermín cosechando aceitunas en su campo de Córdoba, muy tranquilo y lejos de los flashes y el ruido. Ya hace cuatro años que el cantante vive con su familia en Traslasierra, donde tiene un campo biodinámico y donde profundizó su activismo por el medio ambiente. Esa es la vida que eligió (y que se puede dar el gusto de) tener después de 20 años de carrera, ocho discos editados y un puñado de hits inoxidables. Como si no hubiese pasado el tiempo, Axel logró mantenerse con éxito en el competitivo mundo del pop, y es uno de los pocos artistas capaz de agotar entradas en este contexto de recesión y crisis. En diciembre pasado agotó localidades en Rosario, y por eso ahora vuelve al teatro Broadway, donde actuará el próximo sábado.
Desde su hogar en las sierras, Axel habló de la gira que lo trae a la ciudad, del "círculo vicioso" de las crisis argentinas y de su relación con los políticos y la política. "No me interesa tener la camiseta de nadie", aseguró.
—Llevás más de un año de gira con "Ser", tu último disco. ¿Qué balance hacés de este tour?
—Llegamos a más de 100 conciertos con este disco, y realmente lo disfrutamos mucho. Ahora estamos con una segunda etapa de la gira, que se llama "Volver a ser". Se trata de volver a la esencia de la canción, obviando la parte más electrónica, con una puesta más intimista, haciendo hincapié en las letras. La gente por suerte está respondiendo súper bien tanto en la Argentina como afuera. Estuvimos en Chile, Uruguay, Paraguay, Colombia, Ecuador, México, Panamá y España. Y ahora vuelvo a Uruguay y también a Ecuador.
—Este es un año especialmente difícil para vender entradas, hay mucha recesión. ¿Lo notás en esta gira, en la recorrida que hacés por el país?
—Uno siempre dice: "Mirá qué bueno, teatro que ponemos a la venta, teatro que se agota". Y suponemos que si el país estuviese en un momento mejor podríamos agotar tres teatros y no uno. Pero son solamente supuestos. Yo soy un tipo eternamente agradecido, no me puedo quejar. Los cuatro (teatros) Gran Rex que hicimos estaban sold out (agotados). La semana pasada fuimos a Mar del Plata y a Bahía Blanca y también agotamos. Es una apuesta y un riesgo muy grande, porque estamos yendo fuera de temporada. Nosotros tocamos además en ciudades más pequeñas como San Nicolás y Santa Fe, y realmente es un riesgo. Pero la gente responde muy bien. Por supuesto que hay una recesión notable y que la gente cuando recorta gastos lo primero que recorta es el entretenimiento. Pero también es cierto que, en medio de la crisis, también hay gente que por lo menos quiere darse el gusto de ir a un show o a una obra de teatro de vez en cuando, porque es lo que te da alegría y te alivia un poco la cabeza. Nuestro concierto en particular tiene esa característica, de cargar a la gente de buena energía, de llevarla a un terreno de disfrute, de plenitud.
—Y vos, desde tu lugar, ¿cómo registrás este momento de la Argentina?
—No puedo ser necio y decir que simplemente estamos en un momento de transición, porque hay mucha gente que no la está pasando bien. Pero desde que tengo uso de razón y escucho hablar de política, desde los 12 ó 13 años, lo que me preocupa es que, más allá de las banderas políticas y los colores, el país hace 30 años que está en un círculo vicioso y no logramos sacar la cabeza. Creo que a todos y todas nos preocupa por igual. Cuando parece que vamos a vislumbrar un horizonte más luminoso, de repente nos cae una crisis o una debacle económica. Es como que estamos con ese karma de que cada diez años nos hundimos en una hecatombe económica y social. Desde mi humilde opinión me parece que esto sucede porque estamos muy divididos, divididos de una manera irreconciliable. Y no es de ahora, venimos así desde los unitarios y federales. Siempre dos bandos, siempre Boca-River, siempre enfrentados. En la Argentina hay demasiada intolerancia, hay muy poca visión sobre cómo podríamos enfrentar los problemas juntos. Nos estamos tirando piedras entre nosotros que caen en el mismo barco. Me preocupa que estemos siempre en el mismo círculo vicioso.
—El año pasado me dijiste en una entrevista: "Esté Néstor (Kirchner), Cristina o Macri yo tiro para adelante y pregunto qué puedo ofrecer". ¿Seguís pensando lo mismo a la luz de esta crisis? ¿Todavía le tenés paciencia a este gobierno?
—No es una cuestión de paciencia. A mí no me importa quién es el presidente o la presidenta. No me importa quién es el gobernador o la gobernadora. Lo único que me importa es que todos estemos bien, que todas las clases sociales puedan disfrutar de una buena calidad de vida y que la educación y la salud sean accesibles para todos. Esté quién esté, yo nunca voy a ser el tipo que tire para atrás. Por supuesto que si alguien comete un error hay que marcar el renglón. Yo veo las atrocidades que hacen con la megaminería y me he enfrentado con los gobernadores de San Juan, de Mendoza, de La Rioja, de Catamarca. Me he enfrentado mal, y me han respondido mal, porque creo que la megaminería es una mierda. Pero no voy a poner palos en la rueda porque no comparto determinada ideología. Siempre tuve buena relación con Scioli, con Massa, con Macri y con María Eugenia Vidal. Con Néstor me junté una vez en la Casa Rosada y fue una hermosa reunión. Nunca pude juntarme con Cristina, pero me he encontrado con un montón de gobernadores de distinto signo político. Siempre les ofrecí mi ayuda desde mi lugar de músico, para causas solidarias.
—Algunos artistas, desde actores hasta músicos, han militado activamente de uno o de otro lado de la grieta. ¿Qué opinás al respecto?
—Eso es bastante riesgoso por nuestra idiosincrasia, por ese enfrentamiento permanente, esa falta de tolerancia. El arte debe estar por encima de la política o de un partido político. Cuando un artista toma partido la gente suele confundir todo. He escuchado a gente decir que no quería escuchar más a un músico o ver a un actor porque no estaba de acuerdo con su ideología, en el caso de los artistas que defienden a un partido de una manera muy clara y firme. Yo creo que hay que aprender a separar las cosas. Pero es evidente que no todo el mundo piensa así. Lo mismo pasa con la gente que juzga a Maradona por su vida personal y no como deportista. ¿Maradona nos dio lo mejor que pasó en el fútbol argentino? Sí. ¿Era un fenómeno adentro de la cancha? Sí. Después, lo que haga en su vida privada, bueno, no lo tomaré como ejemplo si no me gusta y listo. No hay que confundir las cosas. De todas maneras, a nivel personal, nunca tuve la necesidad de manifestarme políticamente. No me interesa tener la camiseta de nadie.
—Estás haciendo muchos shows, estás muy presente en las redes sociales, y al mismo tiempo mantenés tu vida familiar en Córdoba, en la montaña, lejos del ruido. ¿Cómo conciliás esos dos mundos?
—Se pueden combinar perfectamente. Hoy me siento bastante maduro en mis pensamientos y en mi manera de manejarme. En las redes siempre me mostré genuino y transparente como soy. Yo siempre manejé mis redes sociales, no tengo un community manager. Cuando llego de las giras estoy acá en la montaña, me conecto con mi familia, con la naturaleza, y tallo en madera, que es una de las cosas que más me gustan. Ahí el celular se apaga. Trato de mantener un equilibrio en ese sentido. Por supuesto que yo hago un sacrificio extra viviendo acá. Acá no hay aeropuertos ni aviones. Cuando tengo que movilizarme tengo el doble o el triple de camino que hacer que cuando estaba en Buenos Aires. Pero es el precio que estoy dispuesto a pagar para que mis hijos tengan una mejor calidad de vida.
—¿Cómo va tu emprendimiento rural en Córdoba?
—Muy bien. Yo soy un tipo inquieto, muy emprendedor. Tengo un restaurante vegano (Green Factory) que ya tiene tres locales en Buenos Aires. Ojalá que el día de mañana podamos expandirnos a otras provincias. En Córdoba producimos alimentos totalmente orgánicos y biodinámicos. Es genial porque generamos laburo en la zona y los productos son de mucha calidad, son muy buenos para la salud. En este momento es muy costoso mantener este tipo de producción artesanal. Pero lo hago por amor a la tierra, y porque mi carrera musical me da la posibilidad de sostener todo lo otro. Yo me vinculo mucho con la gente del campo y llegamos a un punto de equilibrio donde hay muy buena energía, muy buena onda. Es como una cooperativa y todos tienen participación. Y yo no soy un jefe, para nada. Si hay que cosechar aceitunas me pongo la ropa que corresponde y me subo al árbol a cosechar con ellos. Cuando uno tiene esa actitud los demás trabajan con mucho más entusiasmo.