"Efecto Nostradamus" es un cabaret apocalíptico con ritmo de zapping que desordena el espacio entre la danza y el teatro. Así se presenta la obra en clave de farsa a cargo del grupo Chatarra de Osamentas, que sube a escena desde este sábado y todos los sábados de junio, a las 22, en el teatro Odiseo (San Lorenzo 1329).
Para dar algunas pistas sobre el título de la obra, la directora María Cecilia Borri le explicó a La Capital: "Efecto Nostradamus es un término que se usa para hablar de la creencia de que hay eventos de nuestra contemporaneidad que se condicen con profecías sobre el fin del mundo". Y agregó que "la obra está contextualizada en un supuesto apocalipsis que ocurrirá de inmediato".
Elaborada a partir de una creación colectiva, la puesta cuenta con las actuaciones de Luciano Emanuel Carruega, Nahuel Soria y Daniel Cabral. "Nos resultó una buena metáfora de cierto discurso imperante en los medios de comunicación. Música de fanfarria, grandes titulares, silencios de tensión para contar. Y eso depende de quién pague la operación de imagen, la tendenciosa elección de la información y la deseada manera de contarla", apuntó Borri en alusión al tono crítico de la obra.
Carruega, Soria y Cabral dan vida a tres dramáticos habitantes de esta suerte de conventillo argentino, intoxicados por los medios o "miedos" de comunicación, como elige describirlos.
A lo largo de los 60 minutos de la obra, ellos intentarán sobrevivir minutos antes de la medianoche, con la música de fondo del Himno Nacional Argentino.
"Atados a su televisor, los tres seres que habitan la escena escuchan la noticia de que el mundo se acabará cuando den las doce. En frenética debacle, y sin siquiera fijarse si afuera está pasando algo, los tres se encierran y desesperan por cumplir antes del final con sus listas de deseos", destacó Borri a este diario.
Los tres intérpretes que están en escena representan "una trilogía del poder insensato", dijo la directora. Los integrantes de esa trilogía son Dios, Patria y Hogar. "En nuestra alegoría del fin de los tiempos, Dios es un laburante precarizado que consigue almas para el infierno; la Patria es un agente de seguridad armado con un palo de escoba y con delirios de persecución; y el Hogar es un cuerpo sin nombre, un cuerpo silente que baila al ritmo frenético de las últimas noticias", agregó.
Respecto a la relación de la obra con el teatro y la danza, la directora dijo: "Creemos que el cuerpo del actor, del bailarín, el cuerpo en el arte es acción y movimientos de subversión, de emancipación. De libertad. Tanto la danza como la actuación en nuestra obra son el movimiento de tres cuerpos por escapar de la dominación. Son cuerpos en búsqueda del movimiento, de la acción que los libere. ¿Liberarse de qué? Bueno, ya lo contamos más arriba: de la sobrecarga de información que los obnubila. Desintoxicarse de la sobreinformación que acarrean, convencidos de que nada pueden hacer en medio de la debacle".
María Cecilia Borri concluyó con una reflexión sobre la necesidad del arte en estos tiempos turbulentos: "Hacer teatro es lo que somos. Producir creativamente es nuestro día a día, nuestro oficio, nuestro amor, pero también es una necesidad y un compromiso. Crear realidades alternas, que aunque efímeras, nos permitan imaginar que otros mundos son no solo pensables, sino realizables, es nuestra manera de vivir. Hacemos teatro y hacemos teatro hoy: no son tiempos para permanecer callados. Ojalá encontremos una manera de gritar aún más fuerte con nuestros cuerpos en escena".
"Los intérpretes
representan una
trilogía del poder
insensato: Dios,
Patria y Hogar"