Las máscaras del teatro griego representan a la comedia y a la tragedia. Una ríe, otra llora. Pocos actores y actrices en el mundo gozan de esa ductilidad. Los nombres de Jack Nicholson y Robert De Niro aparecen en esa lista, que se sumaría al de Meryl Streep, y habría que hacer una muy detallada selección para encontrar casos de intérpretes tan multifacéticos que hayan quedado en la memoria colectiva. Sin comparar con algún colega suyo de este país, simplemente porque a él no le hubiese gustado, Hugo Arana fue uno de los pocos actores capaces de provocar una carcajada o emocionar con una palabra bien dicha, mejor escrita y en el momento oportuno. Los dos casos más populares son los de El Groncho y Hugo Araña, en la tevé y, ya en plan telenovela, su mágico Pedro Leone de “La leona”, con textos de Pablo Lago y Susana Cardozo, que lo hicieron enfrentar al poder empresario desde un personaje solidario, laburante, con ideales y compromiso social. Pero hay otro Arana que pocos recordaron en estos homenajes que explotaron en las redes tras su triste partida. Y fueron las criaturas teatrales que mostró en “Los mosqueteros del rey”, un fenómeno de la agrupación Errare Humanum Est ,y también en “Baraka”, en las que compartió escena con figuras de la talla de Miguel Angel Solá, Jorge Marrale, Juan Leyrado y Darío Grandinetti. Fue allí cuando Hugo Arana demostró en el lugar donde mejor juega y que más le gusta (gracias Serrat) que era el teatro el espacio donde podía tocar más afinadas las cuerdas de la sensibilidad. De eso se trata actuar: para que un personaje le llegue al espectador, primero hay que sentirlo. No hizo falta ser Nicholson ni De Niro, Hugo Arana tuvo piel de sobra para hacerle honor a las máscaras griegas. Verlo en sus personajes nos hará reír o llorar, pero jamás olvidarlo.