El Mono de Kapanga atiende el celular desde su casa de Quilmes y ante la pregunta de “¿todo bien?” responde con otra salida tan conocida como coloquial: “Sí, ¿o querés que te cuente? Es ahí cuando el Mono Martín contará en una distendida charla con Escenario de lo bueno y de lo no tanto que está viviendo en estos días de pandemia, en la previa del show que su banda Kapanga ofrecerá el sábado 24 de abril en el Hipódromo de Rosario. Hablará del feliz momento que le dejó su insólito paso televisivo en el programa “Masterchef” y de su lucha titánica como líder del grupo para seguir cantando con alegría en medio de la angustia por el aislamiento obligatorio: “Yo tomo lo festivo como parte de una resistencia”.
—Pasan los años, las modas y Kapanga queda.¿Por qué?
—Y, no sé, como dijo alguien en la televisión: el público elige. A nosotros nos viene eligiendo una porción del público hace 25 años. Yo miro para atrás y digo 25 años es un montón, para cualquier cosa es un montón. Es un gran honor tener una banda con tanta trayectoria y tantos años en estos tiempos. Y hay que tener en cuenta que esto es nuestro laburo también. Hoy hablamos de laburo, no hablamos de música, de festejo, es un año muy difícil y las pocas oportunidades que tenemos las aprovechamos todas, el streaming, el show con protocolos, hacer dos recitales en la misma noche por la poca capacidad del lugar, nosotros aceptados todo, nos sobran las ganas de ir a un festival, pero bueno, le ponemos velas al gaucho para que un show suceda.
—¿Hoy aplica componer música que remita a la pandemia o hay que ser más festivo que nunca?
—Yo tomo lo festivo como parte de una resistencia. Por ahí a algunos le favoreció a la hora de componer o de estudiar el instrumento, pero a nosotros no nos da ganas de nada. Si componés una canción en pandemia no sé si te saldrá algo divertido.
—Además la gente convive con ese tema todos los días, difícil que tenga ganas de escucharlo además en una canción de Kapanga.
—Por eso. Por ahí tomamos el camino de decir, bueno, no nos pudimos juntar mucho, porque durante 5 o 6 meses no nos vimos las caras. De tocar todas las semanas de pronto no te ves más y cuando nos vimos fue para tocar en un streaming, así que no se ensaya una canción nueva, se ensaya un show con el festejo de los 25 años y tenemos una incertidumbre total. ¿Qué hacemos, nos ponemos a componer, nos encerramos en un estudio? No sé si estamos tan de ánimo, tenemos un cagazo bárbaro, nos rodea gente mayor, nosotros somos grandes también. El otro día nos preguntábamos: “¿Che, asumimos el riesgo de ir a la ruta, para tocar y programar un show?”. Y yo digo, y si nosotros asumimos el riesgo durante 25 años cada vez que nos subimos a un micro, cada vez que salimos de gira, cada vez que nos subimos a un avión. Nuestro trabajo es de riesgo. Es como el paracaidista, la mayoría de veces se abre el paracaídas, pero una cada tantas no se abre. Es así, la gente no lo ve por ahí, pero uno sale a jugársela.
—¿Cuál fue el momento de quiebre en el que Kapanga se hace popular?
—Yo tomo siempre como referencia la crisis de 2001/2002 con el disco “Botánika”, que lo grabamos cuando estábamos de gira en Puerto Rico, ahí nos dimos cuenta que podíamos durar un poco más que cinco discos. En ese trabajo, que fue el cuarto disco, tuvimos los cortes de “En el camino”, “Fumar” y “Bisabuelo”, y otro más que ahora no recuerdo. El país estaba en llamas y yo lo asocio también a lo que estamos viviendo ahora. Yo tengo 52 años recién cumplidos y creo que siempre vivimos en crisis económicas. Pero nosotros hicimos todo lo contrario a lo que todos estaban haciendo, seguimos saliendo de gira, seguíamos apostando e invirtiendo. Volvíamos de 20 días de gira y nos decían en nuestras familias “¿podemos pagar los impuestos?”. Y decíamos no, porque le debo 200 al del micro, 400 al del sonido, siempre así. Fuimos cabezaduras e insistimos por el objetivo, cachetazos recibimos siempre, pero este es uno más, es duro, fuerte, es de incertidumbre, está en juego la salud y el bolsillo. ¿Cómo hacés? Es difícil, pero seguimos.
—¿No te parece paradójico que en un momento le cantaron al gobierno para que deje bailar a los pibes hasta cualquier hora con “El mono relojero” y ahora hay que pedirles a esos mismos pibes que se queden adentro y no salgan de fiesta?
—Imaginate que si esto no hubiese ocurrido en medio de una pandemia, y el gobierno pediría restringir la noche, “El mono relojero” hubiera sido la canción más escuchada de Spotify y tendríamos incontables cantidad de shows. Pero no, esto es otro momento, seríamos unos inconscientes si le diríamos a los pibes que no se vayan a dormir temprano. Hace 20 años por ahí valía, pero ahora tengo 52, tengo familia, sacar tajada de esto sería medio nefasto.
Kapanga - El mono relojero - A 15 cm de la realidad
—Ya sos el Mono de Kapanga hace tiempo, ¿te gusta o te jode ser un personaje público?
—Por ahí escuchás el Mono de Kapanga y parece una marca registrada (risas). No me jode porque si no, no hubiese aceptado una propuesta artística como la que elegí. Ser una persona pública y tener popularidad me llena de amor, yo lo único que hice fue tratar de entretener. Al principio creía que era como (John) Lennon y quería cambiar el mundo, pero después me dije “loco, el mundo no lo vas a cambiar”. Entonces tengo que preocuparme para que la gente se entretenga y así se me hizo todo un poquito más llevadero. No reniego de la popularidad, simplemente la agradezco.
Una figura de “Masterchef”
“El programa de la TV enfatizó mi popularidad con cierto público que no me conocía. El que me tenía como líder de una banda también se sorprendió porque acá bajé a ser un vasallo presentando tu milanesa con papas fritas adelante de tres de los mejores chef del mundo”, dijo entre risas El Mono en referencia a su pasada participación en “Masterchef”, el éxito de Telefe.
“Para mí fue también una posibilidad laboral, me dije ‘cantar no voy a poder cantar’, así que me animé a pensar en que no se me queme la salsa y esas cosas y de paso salía del encierro de mi casa”, agregó el cantante de Kapanga. “Ojo, son recontra exigentes, para mí tenerme diez horas encerrado en un estudio de televisión es difícil, pero me la rebanqué y terminé siendo el peor de los mejores. Fue El Arca de Noé, era uno de cada especie tratando de mostrar lo mejor de cada uno. Y todos, menos uno, tenemos un grupo de WhatsApp y nos mensajeamos todos los días”. Y no hubo manera de que dijera el nombre de quién decidió no integrarse: “No hace falta decirlo, tendrá muchos otros grupos, qué se yo”.