Dos animalejos blanden sus escobas como coartada de su propia inocencia. En la vereda de algún barrio, hablan y hablan. Sus gestos son exagerados, sus dicciones son anómalas, sus atuendos discordantes y sus voces desafinadas. Chismes y diretes son su especialidad, hasta que una pregunta las atraviesa: ¿Dónde están los que no están? Con un inusitado despliegue actoral, de maquillaje y vestuario, con una obsesiva simetría por los movimientos y una trabajadísima relación de diálogos, bella por donde se la mire, impactante, absurda, tan cómica como trágica y tan ideológica como política, el Teatro Municipal La Comedia albergó el domingo anterior una nueva versión de "Litófagas", el texto de Aldo El-Jatib retomado por segunda vez por el director rosarino Oscar Medina que protagonizan los actores debutantes Leandro Doti y Mauro Lemaire.
Como pocos libros (y si bien no se escribió necesariamente en la ciudad), "Litófagas" pertenece ya a la tradición dramatúrgica rosarina y se ha convertido en un clásico del teatro de denuncia de las atrocidades del terrorismo de Estado y de los años en que el "algo habrán hecho" era moneda corriente.
"Litófagas" se estrenó en 1985 en Buenos Aires en la llamada Primavera democrática con el grupo Taiet que dirigía el propio autor de la obra. Luego tuvo reposiciones y temporadas en Rosario, ya con el grupo El Rayo Misterioso, en 1999, 2001, 2005 en España, 2007 con Ada Cottu y Julia Feroglio en los roles protagónicos, y 2013.
Reposición. Medina ya había montado una exitosa versión de "Litófagas" en 1993 en Buenos Aires. Obra con la que hizo una extensa gira nacional y latinoamericana que culminó en 1997. Esa misma puesta subió por única vez a un escenario rosarino en 2000 en el Teatro Lavardén. La protagonizaban Pablo Razuk y Pablo Palavecino, actores que fueron consultados por el director para la actual reposición. Ante la negativa de uno de ellos, se vio casi obligado a hacer un casting tras la sorpresiva solicitud de dos alumnos del taller que Medina dicta desde hace 27 años, Doti y Lemaire, a los postres solitarios participantes de la selección.
Tras seis meses de trabajo, nació la obra que, según prometen sus productores, tendrá una fecha más antes de fin de año.
Hallazgo. Si "Litófagas" se refiere a la condición humana lo hace con mínimos artilugios escénicos como dos inmensas escobas que coronan el espectáculo y cuatro cubos. Sin embargo, el vestuario de Marina Gryciuk y el maquillaje de Cecilia Rial nada tienen de exiguo. Fuertes colores y amplios y cargados vestidos y accesorios son parte intrínseca de la renovación estética de la obra propuesta por Medina.
Y un apartado para los intérpretes, quienes hacen gala de su sincronismo y comunicación. En una dura y hermosa tarea, que se agiganta por su condición de debutantes, tiernos y aterradores a la vez, Doti y Lemaire construyen una atmósfera enrarecida donde el absurdo es sólo una excusa para la reflexión y la crítica.
A veces caricaturesca, otras clownesca; a veces farsesca, otras surrealista; o mejor, todo en un mismo registro; con una minuciosa economía espacial; a veces atlética, otras morosa; simétrica, valiente y contemporánea; y con una impronta irreductiblemente rosarina acuñada por su director, quizás el mayor de los hallazgos de esta versión de "Litófagas" sea la maestría con la que, a través del humor y la parodia, oculta su fiereza. Y más cuando a un simple "buen día" repetido hasta el cansancio le corresponde un drama sin igual y un dolor eterno. Ese que hoy algunos quieren borrar, como si la historia no hubiese ya juzgado a sus responsables.