"Creo que el desafío es que si vemos, si tenemos una mínima chispa de visión de lo que hacemos cotidianamente en nuestras relaciones, quizás el trabajo sea revisarlas, mejorarlas o quedarnos como estamos. En una palabra, decidir qué hacer con lo que vemos". Así resume la directora Gloria Piñero las ideas que propone en "Sin retorno", la obra que estrena mañana, a las 21, en La Nave (San Lorenzo 1383).
La pieza escrita por el rosarino Rubén Makinistián aborda las relaciones humanas, a veces con humor, otras de forma más dramática, pero siempre atravesadas por la complejidad que supone el amor. Los protagonistas son una pareja, interpretada por Christian Valci y Julio Chianetta y la madre de uno de ellos, a cargo de Emilia Sánchez. A través de ellos el texto explora, además del amor, temas como "el dolor, el envejecimiento y el paso del tiempo", adelantó Piñero.
El amor es el tema central que atraviesa la puesta, pero hay otros que van apareciendo a lo largo de la pieza. "Creo que el amor prevalece sobre lo denso de la relación madre-hijo. El dolor, el envejecimiento, el temor al paso del tiempo también están presentes. La conducta de Simón tiene visos de humor aunque lo que diga no sea gracioso, también hay momentos intimistas entre la pareja. Los temas son inherentes a los humanos, cuestiones que no terminamos de resolver".
Según contó Piñero, al frente del grupo El Espejo, y también responsable de las obras "¿De dónde brota tanto humano", de Bibiana Colongo; "El gran Marcos Soler", de Fernando Panzeri; "La vida sexual de Robinson Crusoe", de Dalmiro Sáenz, e "Imelda It's Ok", de Lisandro Ramos Calandri, entre otras, dijo que se decidió a dirigir esta obra porque "el texto tiende a trabajar la diferencia y la integración del ser humano. Para poder integrar, primero tengo que darme cuenta que muchas veces lo que hago con lo que me diferencia del otro es discriminar", apuntó.
"Cuesta mucho aceptar la mirada del otro, que el otro tenga un punto de vista diferente al mío -respecto de lo que sea- y no pelearlo, descalificarlo o querer convencerlo de que yo tengo razón y el otro está equivocado, porque parecería que, de lo que se trata es de imponer mi mirada como la única posible. Es la lucha de poder en la relación. En vez de trabajar sobre lo que me distingue del otro y procesar esas diferencias, me enojo, me vuelvo intolerante y desecho algo que podría llegar a serme útil si tuviera la capacidad de abrir un poco la cabeza. No todos tenemos que hacer lo mismo ni estar en los mismos lugares aunque tengamos la misma profesión o actividad. Y para quien tiene la claridad de lo que tiene que hacer, no habría que molestarlo, al contrario, habría que confirmarlo en su mirada aunque la mía sea diferente y sin pelearlo. Se ve mucho la pelea encubierta en las relaciones".
Piñero aseguró que el hecho de que la pareja central esté formada por dos hombres no es relevante en la historia. "El tema de las diferencias en esta obra están puntualizadas en el vínculo madre-hijo y no en la homosexualidad en sí. Sin embargo, es cierto que los protagonistas no son heteros. La obra fue escrita en el 2004, cuando todavía no existía la ley de matrimonio igualitario, y cuando la mirada en general hacia una pareja homosexual era mucho más resistida que ahora. No sé cómo hubiera reaccionado el público en ese momento, tampoco lo sé ahora. Creo que todavía falta, aunque pareciera que no, creo que hay ámbitos en donde se los sigue discriminando".
—¿Los temas que se tratan podrían abordarse de la misma manera si fuese una pareja heterosexual?
—Sí, claro, la obra no hace foco en la homosexualidad, va más allá del sexo y de la edad, tiene que ver con situaciones entre la madre y el hijo que no han podido resolver, cosas del pasado, rencores, los mandatos en cada micromundo que es cada familia. Creo que a los 5 minutos de comenzada la obra uno se olvida de que son una pareja de hombres, deja de verlos así. Y la obra no muestra un final y eso creo que es lo interesante porque así como no sabemos cómo continúa la obra, tampoco sabemos ?mientras estamos vivos- cómo continúa nuestra vida. Creo que el desafío es que si vemos, si tenemos una mínima chispa de visión de lo que hacemos cotidianamente en nuestras relaciones, quizá el trabajo sea revisarlas, mejorarlas o quedarnos como estamos. En una palabra, decidir qué hacer con lo que vemos.