“Cuando yo nací, mis padres brindaron para que yo sea actor”, recuerda Pepe Cibrián Campoy. Pero el hijo de Pepe Cibrián y Ana María Campoy, dos referentes de la escena, cumplió aquel deseo varias décadas más tarde, y después de haber hecho visible el musical en Argentina para una nueva generación. Tanto se comprometió con la actuación que ahora apostó a un clásico como “El hombre de la Mancha”, que protagoniza junto a Raúl Lavié y Cecilia Milone en el Maipo, y lo hizo para reivindicar las cualidades de “idealista” del personaje de Cervantes. Avanzando en el trabajo actoral, Pepe también contó a Escenario que rechazó una propuesta de Adrián Suar para trabajar en televisión. También adelantó cómo será su debut en cine junto a Graciela Borges y bajo la dirección de Marcos Carnevale, además de proyectar una adaptación de “La jaula de las locas”.
—Por una de esas casualidades o las causalidades, qué se yo, escribí “Marica”, una obra que, aunque la había escrito antes, me sirvió como alegato cuando hablé en el Senado de la Nación a favor con una ley con la cual estaba de acuerdo. Esa obra que habla sobre las últimas horas sobre Federico García Lorca y su asesino la interpreté como actor. Y me dio muchas satisfacciones. La hice en el Festival de Miami, en Cuba, en Granada, en su pueblo, en Buenos Aires. Fue una gran alegría. Después me enteré que iban a hacer “Priscilla”, que yo había visto en Londres, golpeé la puerta y les dije que yo lo quería hacer. Les sorprendió mucho porque siempre tienen el prejuicio de que “Pepe no, porque va a ser muy caro”, tonterías. Y me preguntaron quién me iba a dirigir, y dije Valeria (Ambrosio).
—Yo soy un hombre de teatro, no soy un boludo. Si me pongo en un rol soy respetuoso y si no me gusta un director me voy como cualquiera. Y no fue el caso. Valeria es una mujer encantadora, muy sensible. Hice ese personaje, Bernadette, que ante mi asombro, porque no lo hice para eso, me premiaron todos. Fue algo muy brutal, cuando dije que me iba se llenó el teatro. Fue una gran emoción para mi. Cuando yo nací mi padre había brindado por mí para que fuera actor, pero paradójicamente yo elegí otro camino, quizás para poder lograr mi identidad, teniendo unos padres tan fuertes y maravillosos, elegí el musical. Armé ese género y lo hice. Pero yo siempre he querido ser actor en la vida, más allá de todo lo que me gusta hacer. Entonces parece que llevaba público, y después me pareció que “El hombre de la Mancha”, que es una obra que ví a los 14 años con Nati Mistral, luego la vi en Nueva York, en fin, me parece una obra exquisita. Es un clásico dentro del género musical. Su música, su historia, tan bien tratada la historia. Y yo me atreví a hacer estos personajes.
—¿Cómo fue la relación con el elenco, con personas afianzadas en el género y con Lavié que ya había hecho una versión?
—Con Raúl Lavié, que la hizo en México, en Buenos Aires, Chile, con cierto pudor, porque yo respeto mucho a mis mayores, le dije, mirá voy a hacer el personaje del Quijote, y me dijo “Yo quiero ser tu Sancho” porque tengo la barriga. Pensé que era una broma, pero no. Es un hombre con una actitud generosa e inteligente, porque uno no siempre es Romeo. En un punto las cosas se modifican, no para menos, sino para distinto. Y luego está Cecilia Milone, que fue la protagonista de “Drácula” en el 91 y somos como una familia, pero nunca volvimos a trabajar juntos. Y ahora estamos juntos sobre el escenario. Me cuida, me mima, me atiende y es una mujer con una fuerza y una naturaleza, además de un elenco espléndido.
—¿Cómo es tu versión de la obra?
—Es una visión mía de la obra muy distinta a todo lo que se ha hecho hasta ahora. Hay dos personajes, Quijote y Sancho, que lo interpreta el mismo actor. Cervantes tiene un sirviente y Quijote tiene a Sancho. Es decir que el sirviente de Cervantes no es Sancho; luego el crea al Quijote en el escenario cuando le hacen un juicio los fascinerosos de la cárcel de la Inquisición y ahí aparece Sancho. Y también entendí porqué Dulcinea, esta puta, se enojaba tanto y le gritaba y le decía cosas horribles. Me imaginé a un personaje que vivía en una montaña, rodeada de animales, de belleza, una mujer muy sensible que bajaba a la taberna, tenía un amante y todo esto. Todo esto me pareció que necesitaba de una propuesta más realista en cuanto a lo que la obra propone, que es mucho más tierna, más divertida, más conmovedora, hay un hilo conductor. Yo me transformo en Quijote y en Cervantes solamente con el pelo. Tampoco es un loco. Es un idealista. El mundo, el hombre, el ser humano, vive ante lo imposible. Cosas triviales. El canto del Quijote, lo que convierte en el segundo libro luego de la Biblia más editado y traducido y editado, tiene la magia, la esperanza de un sueño imposible que es posible. No es loco. El ve los molinos de viento. Lo ves cuando te enfrentás a la mediocridad de la sociedad de hoy, a todo lo que nos pasa, al horror. El lucha como vos y yo, cada uno desde nuestro lugar y nuestras convicciones, luchamos. Y es contra los molinos de viento. Es un idealista, defiende esa postura.
—El idealismo a veces choca contra la realidad...
—Creo luchando, el sueño imposible se convierte en posible. Yo no puedo decir mi sueño imposible es ser bailarín clásico porque es una idiotez, eso ya está fuera de las posibilidades de la realidad. El sueño de un oficinista de tener un jet privado, es imposible, sería un milagro. Pero cuando uno trabaja la posibilidad de la imposibilidad, cuando el hombre lucha por sus ideales... Creo que hoy en día no hay tantos ideales. Creo que la globalización, la desculturización, nos lleva a un mundo donde los jóvenes no tienen estos ideales. Y no hay, y no porque yo pretenda ser un revolucionario, ni lo soy, pero no hay más esas sociedades por las cuales se peleaba, equivocada, de acuerdo o no, y eso es al margen, pero de eso ya no hay.
—¿Cómo lo ves en tu entorno?
—Yo veo que los jóvenes, pero no mi elenco porque está hecho a mi forma, se cansan, no tienen ganas de ensayar, llegan sobre la hora de la función. Lo he vivido en “Priscilla”, y por eso también me fui. A los cuatro meses dije no aguanto más. Al margen del cansancio, yo no lo conozco a esto. Pero hay una pasión también. Cuando vos tenés un personaje que fascina te vas al culo del mundo como sea. Creo que eso en el mundo se está perdiendo un poco. Sin embargo hay mucha gente que sí lo tiene. Mucha, y no toda es la otra. Hay cosas que no puedo creer. Yo no puedo creer que Bouduou se vaya a lo de Dilma. Es una situación en la cual el gobierno se caga en todos. No importa que esté enjuiciado, yo lo mando. Me parece que no es lo más apropiado. Y sin embargo vivimos. El sueño imposible será tratar de lograr una sociedad mejor, que la corrupción sea menos, no se. Ahí son los ideales, qué se yo si podremos o no podremos; somos una sociedad en general corrupta desde el momento en el cual no querés pagar la multa del auto y das cien pesos para que no te la hagan. Es un acto corrupto. Hay proporciones, pero dentro de esto hemos estado educados. Si desde más arriba lo son, pues entonces doy los cien mangos. Y en Estados Unidos y en muchos países le das un dólar y te meten en la cárcel. Por eso digo que somos responsables todos de una sociedad y quizás nuestro sueño imposible sería intentar desde nuestro lugar, tomando conciencia de nuestra responsabilidades cómo podemos modificarlo.
—¿La puesta de viene a aportar una reflexión en ese sentido?
—Sí, en este momento. Uno quisiera dar una esperanza. Estos presos que escuchan este cuento, que yo lo propongo como director, se van modificando. Cuando a este hombre se lo lleva la Inquisición y no sabe si lo van a matar, les ha dejado brutalmente la esperanza de algo, no se si les ha hecho bien o mal, pero yo creo que sí porque por lo menos van a tener algo que no tenían, que era ilusión. La ilusión de un mundo mejor, de algo mejor, de algo mejor. Y esto se lo enseñó él.
—Esta obra se hace en varios países desde hace años. No es un reclamo puntual de esta época...
—No, es del hombre. Lo hizo en el 1500 Cervantes y Cervantes peleó en la Batalla de Lepanto y tuvo gente muerta a su lado. No era un exquisito que vivía en un palacio en Madrid. Y antes tampoco. Son dos mil años, cinco mil con los egipcios, pero en nuestra cultura, un poco antes de los 2000 años con el Imperio Romano, el hombre vive con todo esto. Y los idealistas se encargaron de hacer una sociedad más equitativa. Yo no soy comunista, porque también Stalin fue un horror. No es que fueron Walt Disney los comunistas. Sabemos que no. Fue un estado totalitario. Pero el hombre, a pesar de eso sigue creyéndolo y deseando un mundo mejor. Porque el que tiene hijos o tiene sobrinos está preguntándose cómo van a vivir este mundo tan brutal que a lo mejor era tan diferente. Yo no viví este mundo de horror, que a lo mejor estaba igual, pero uno no se enteraba: los americanos eran muy buenos, fumar no hacía daño, todo era maravilloso. Y vuelvo a decir: no soporto a los yanquis, de verdad. Soy un hombre, si me decís de izquierda, soy de izquierda. Absolutamente.