Una muerte te golpea, te noquea, te hunde. "Familia sumergida", la ópera prima de María Alché, interpela sobre el derrotero de una mujer tras la pérdida de su hermana. Alché, que brilló en el cine con "La niña santa", de Lucrecia Martel, y con "Tratame bien" en televisión, dialogó con Escenario sobre la idea central de su película, que se presentó en el Festival de Locarno, ganó el premio Horizontes Latinos en San Sebastián y ayer debutó en la competencia oficial del Festival de Valdivia. También habló del porqué de la elección de Mercedes Morán en el protagónico y su admiración por la actriz rosarina Claudia Cantero, que tiene un pequeño papel en el filme, que se estrena este jueves en Rosario.
—¿"Familia sumergida" puede interpretarse como la metáfora de la transformación que sufrimos cuando perdemos a un ser querido?
—Podría ser. Nunca lo había pensado exactamente en esos términos, principalmente porque la idea de "metáfora" me remite a una traslación de elementos, donde cada uno significa algo en particular o tiene una explicación precisa de lo que significa en el conjunto, y aquí más bien la intención es dar cuenta de un estado de transición, o una manera particular de percibir, bajo la influencia de un estado de desazón muy grande frente a una pérdida. Me gusta pensar en la idea de que todos tenemos acceso a un mundo más sagrado, donde se puede dar la maravilla del mundo, mientras que al mismo tiempo estamos sometidos a un tiempo cronológico, lleno de obligaciones y rutinas. Me interesaba esa combinación y ver dónde se cuela esa suspensión del tiempo, y en dónde se puede perder un sentir, más cercano al infinito que a pensamientos abstractos.
—¿Al recibir el premio en San Sebastián hiciste una referencia a la mirada de la mujer. ¿Cuál es la diferencia puntual que querés destacar del duelo en la piel de la mujer en relación con el que sufre el hombre en la misma situación?
—Creo que un duelo es una situación humana universal, y tanto hombres como mujeres se pueden sentir identificados con el punto de vista del personaje protagonista de la película. Me sorprendió y me alegró saber que muchos hombres se sentían identificados con el punto de vista de Marcela. Creo que las mujeres se pueden llegar a permitir más las manifestaciones externas del dolor como el llanto, y de alguna manera están más cercanas a cierto tipo de pensamientos, aunque también sería una generalización, y es en cada caso en particular. En mi caso, me sentía más próxima a un personaje femenino, y por eso la elegí para esta historia.
—Mercedes Morán aparece como la musa ideal de la película, parece que no podía haber otra actriz que pudiese interpretar mejor el rol de Marcela. ¿Qué viste en ella que te decidió a elegirla para protagonizar este personaje?
—En principio, creo que es una gran actriz, dúctil, sutil y capaz de interpretar muchas emociones. También me sentí cómoda porque ella recibió con mucho entusiasmo el guión y la propuesta y eso nos permitió trabajar y componer juntas muchos aspectos del personaje de manera creativa, llenas de referencias, historias compartidas y conversaciones. También su pasión por hacer cine y participar de primeras películas me permitieron sentirme cómoda en la relación que establecimos como directora y actriz.
—Hay momentos en que la visualización de los sueños desvían un poco el centro dramático de la película. ¿Por qué le diste tanto lugar a lo onírico y qué quisiste transmitir con esas imágenes?
—Es difícil decir qué quieren transmitir esas imágenes en particular, creo que la idea es que sea interpretado dentro del conjunto como un todo, como una polifonía de sensaciones, donde conviven distintas dimensiones del sentir de ese personaje. Me interesaba poder transmitir justamente la convivencia y superposición de pensamientos que tienen distintos tiempos: los inmediatos, la urgencia por resolver cosas concretas, regar plantas, arreglar cosas, lograr que los hijos estudien, las demandas de llevar adelante un hogar y el trabajo de desarmar una casa ajena, como así también la posibilidad de estar en preguntas mas metafísicas, en sensaciones más extrañas, desoladas, indescifrables, maravillosas y que la combinación de ambas cosas haga a la existencia de la protagonista en ese momento. Quizás porque la búsqueda tiene que ver con que lo dramático se ve afectado e infectado por el mundo que sobrevuela a este personaje, sus pensamientos, sus antepasados, las fotos, las frases dichas, los objetos encontrados y un estado trastocado del hogar en general.
—¿La búsqueda de Marcela tiene que ver con alguna búsqueda propia que experimentaste en tu vida o en tu rol como actriz y cineasta?
—Seguramente, pienso de que de algún modo cada acto creativo se relaciona con nuestras vidas de un modo oblicuo, a través del deseo de compartir sensaciones con otro, o con una comunidad, en el sentido que quizás no es tan fácil determinar "esto lo experimenté, lo soñé, lo pensé, me lo contó alguien", sino que pienso que se va construyendo con fragmentos de todo eso: cosas imaginadas, pensadas, fragmentos relatados por otros, impresiones mezcladas con sueños. De esa forma misteriosa se van reuniendo elementos que uno después conscientemente organiza siguiendo una intuición de cómo todo eso puede tener una forma orgánica, para transmitir algo, aunque a veces no sea posible definirlo en palabras o en términos racionales, pero aparece claramente la intuición de que ese conjunto de elementos van por el camino correcto y después es seguir esa intuición, y ficcionalizar cosas, pensar en qué diría en tal situación alguien que conocés. Quizás eso se mezcla con un recuerdo o un personaje está inspirado en varias personas a la vez, y de esa forma no lineal se va organizando.