¿Qué se puede decir de una historia que se consume en el mismo tiempo de la obra? Podría decirse mucho, muchísimo, pero este espectador tratará de moderar algunas impresiones algo desordenadas.
“Embovedados” se estrenó en octubre en Mateo Booz y promete continuar desde el 10 de noviembre en AMMA (Urquiza 1539). En este sentido, no está de más destacar el gran trabajo en la prensa, difusión y publicidad del espectáculo.
La trama es simple. En la bóveda de un banco, minutitos antes de las 15 horas de cualquier día de semana, Juárez, el empleado, queda encerrado con Peletti, un cliente de confianza que le retacea la fotocopia de un documento. Juárez es un joven (Nicolás Valentini) que pisa los 30 y Peletti (Cristian Valci) un señor varias décadas mayor.
La apuesta comienza a toda luz con una estética blanquísima que recuerda a ese fondo inmaculado en el que habitaba nada menos que el dios que encarnaba Morgan Freeman en la película “Todopoderoso” (2003). Esta amplitud que se plantea desde el espacio, se profundiza con diagonales que se funden en perspectiva, cuyo punto de fuga no se agota en la puerta que los separa del resto del banco. La puerta corrediza es sólo una ilusión: el pasado de los personajes está ahí detrás, esperando agazapado para ir entrando, de a poquito, a través de cada una de las cajas de seguridad.
El suspenso realista de la propuesta se topa desde el principio con algunos detalles que empiezan a distanciarla de lo verosímil, por lo que comienza a correr riesgo la convención con este espectador.
A contramano de ciertas premisas del realismo, el teléfono celular tarda en aparecer ante una situación de encierro desesperante. Este “descuido” de Juárez comienza a sumar algunos amagues frente a un abanico de situaciones que lo acercan a un “como si”, que pasea a Valentini por la superficie de diferentes estados, sin darle mucho espacio para sumergirse.
Valci, que compone al vengador, es un actor que tiene una gran trayectoria en comedias, por eso explota en un momento en el que Peletti se suelta y se deja llevar por el juego que le propone Juárez. El resto es pura seriedad e inminencia, algo parece estar tramando.
La planta de luces es una excelente dama de compañía para profundizar los climas de cualquier puesta, pero esta vez parece que la consola se empacó, tal vez por pretender un exceso de fidelidad con lo que sería la iluminación real de la bóveda. La clave es que para que el efecto se cumpla, todas las piezas deben encajar en el plan. En este sentido, el realismo es uno de los géneros más lapidarios: la mínima disonancia de algún elemento puede provocar un efecto en cadena que lleve a la metástasis.
Este año, el suspenso sobrevoló fuerte en las propuestas locales, luego de los estrenos de “Bruthal”, “Vertical” y “Servicio secreto”. Con la dinámica del encierro de dos personajes, “Embovedados” se emparenta en mayor grado con “La pecera”, de Ignacio Apolo. Así, la propuesta logró cautivar a más de un centenar de personas atentas e inquebrantables que habrán creído espiar lo profundo de la bóveda como si se estuviera transmitiendo por una gran cámara de vigilancia que los fue dejando, literalmente, sin aire para respirar.