Amaia Montero no lo duda, para ella cuando hay una llaga de amor, el mejor remedio es una buena canción. “Golpazo, discazo”, sintetiza en diálogo con Escenario. La ex líder de La Oreja de Van Gogh llega a la ciudad para presentar su tercer disco solista “Si Dios quiere yo también” esta noche, a la 21.30, en Auditorio Fundación (Mitre 754). Con respuestas extensas y con otras escuetas, habló de la esencia de su nuevo disco, de los costos de ser solista, del cariño eterno hacia La Oreja, de su madurez, de las caras del amor, y de por qué elige no opinar sobre la crisis social y política española en sus canciones. Para la intérprete española, nada conmueve más que las canciones tristes: “Sin duda, un corazón roto, un desamor, son ríos y ríos de tinta (risas)”.
—¿A qué se debe el título del disco y por qué decidiste que no lleve tu nombre como en los dos anteriores?
—Bueno, este disco ha sido una autoafirmación, una seguridad, un tercer paso en solitario que, bueno, madre mía (suspira). Entonces, el primero me pedía llamarse así (“Amaia Montero”) y el segundo también (“Amaia Montero 2”), pero ahora tenía claro que tenía que ponerle un título, ya no iba “Amaia 3”. Por eso, entonces “Si Dios quiere yo también” es una filosofía de vida. Creo que la vida tiene un plan para cada uno de nosotros, porque podemos luchar por nuestros retos y objetivos, y tener todo súper bien armado y viene la vida y te cambia el plan, y nada de lo que habías hecho vale y hay que reorganizar todo. Y eso a mí me pone de mal humor, y supongo que a todos, te vuelve loca. Entonces es ver esas señales, que crees que son lo peor que te puede pasar en ese momento y con el tiempo ves que es lo mejor que te podía haber pasado. Es casi que cuando te sabes las respuestas te cambian las preguntas. La vida es así, ir aceptando esas cosas e ir navegando con ellas, ir surfeando la ola, eso es lo que quiere decir “Si Dios quiere yo también”.
—El romanticismo es permanente en todos tus discos, ¿por qué?
—Yo me inspiro en las emociones que nos conectan a los seres humanos, más allá de la relación que tengamos. El amor tiene muchas caras, está la cara de la pareja, pero hay muchas otras, y el amor se manifiesta de muchas maneras. Claro que está presente en mis canciones el amor de pareja y ese desamor, pero va cambiando y evolucionando al igual que yo, porque no hablas de amor igual con 25 años que con 39, que tengo yo ahora, aunque hables de cosas similares, sí que puedes llegar desde otro punto de vista, con otra experiencia y con otra edad.
—Esta madurez que citás vos...
—Sí, sí, yo lo digo, tengo 39 años y muy bien vividos, además (risas).
—A la hora de componer, ¿cómo compartís esas vivencias cuando tenés público contemporáneo pero también muchos adolescentes?
—Yo no puedo hablar de otra cosa que no sienta, no puedo escribir de algo que no esté sintiendo, no puedo escribir algo para que lo sienta el mundo. La ventaja que tengo es que mis contemporáneos se sentirán identificados con los buenos y los malos momentos, y los que son más pequeños pues mejor, porque esos añitos que yo llevo de adelanto (risas), sabes, también le servirán para sentirse identificados.
—¿Las historias que cantás son reales o inventadas?
—Mira, muchas son autobiográficas y otras son historias en las que yo observo, que me gusta o me llaman la atención, las cuento a mi manera, y les voy dando mi forma.
—¿Cómo se hace para contar una vivencia íntima para todos, no es casi como ventilar en una red social algo demasiado reservado?
—Es bravo, es desnudarse totalmente, por eso la composición es algo tan interno, y dentro de lo que encuentras decides de qué hablar y de qué no hablar. En las letras hay veces en que no quieres contar tanto pero al final te entregas al tema, pero es un desnudo absoluto del alma.
—¿La gente te sigue pidiendo clásicos de La Oreja?
—Sí, claro que sí, la gente me los pide y me encanta tocarlos. Por ejemplo “La playa”, “Rosas”, “Muñeca de trapo”, mueren por los temas y yo también, son himnos, son canciones que pertenecen a mi historia, a mi carrera, a momentos, al momento en que compusimos las canciones y les pertenecen a todos.
—¿Cómo hiciste para bajarte de un éxito como La Oreja de Van Gogh? ¿Qué te pasó para decir «me voy de acá»?
—Fue muy difícil, no era una cuestión de imponer mis canciones ni nada, fueron cuestiones más personales. Mira, me han intentado preguntar esto de tantas maneras y siempre digo lo mismo, que son cosas muy personales tanto para mí como para el resto de los chicos.
—¿Tenés alguna relación con Leire Martínez, la cantante de La Oreja, y con los músicos del grupo?
—No tengo una relación con Leire, sí con el resto de los chicos. Es que cuando te pasa algo como lo que nos pasó a nosotros...Mira, estábamos estudiando juntos y teníamos un hobbie, y creamos todo esto. Entonces cuando te pasa algo así de la nada y además siendo muy jovencitos, será para siempre algo fundamental en mi vida y para todos ellos.
—¿El hecho de surgir todos de una ciudad pequeña como San Sebastián les dio otro sello?
—Sí, fue distinto, fue tan especial y tan único que nos va a unir por el resto de nuestros días. Tenemos una relación todavía muy fuerte por eso, porque hemos vivido cosas muy importantes juntos. Es más, siempre me alegro cuando les va bien, igual que ellos se alegran por mí, estamos en contacto ahora, saben que estoy de gira, que me está yendo bien, nos alegramos mutuamente.
—¿Por qué no opinás de la crisis de España en tus canciones?
—No soy de hablar temas políticos en mis canciones.
—¿Con la situación difícil que vive España, tu público no te demanda que te comprometas más?
—Mi público no me lo demanda, yo creo que cada artista cuenta lo que quiere contar y yo no voy por ahí. De hecho me preocupa la situación, y desde mi lado, que son las emociones. Las crisis afectan las emociones de un país entero y a lo mejor desde ese punto sí puedo hablar de ello, pero no desde el punto solamente político, concreto y social.
—¿Sentís que le llegás mejor a la gente con los temas más tristes o con los más festivos?
—Mira, hay de todo, pero sin duda, un corazón roto, un desamor, son ríos y ríos de tinta (risas).
—Es difícil hacer una canción con el corazón roto, ¿podés componer si sufriste un golpazo?
—Golpazo, discazo.