¿En qué nos interpela la FaceApp?
Dra. Graciela Zarebski / Directora de Maestría en Psicogerontología Universidad Maimónides

Domingo 21 de Julio de 2019

Resulta llamativo que, si bien la aplicación FaceApp brinda distintas posibilidades de jugar con la propia imagen, la que más se usa y causa furor es el juego con la imagen envejecida. Indudablemente remite a lo inquietante que nos resulta envejecer, en especial si esa “foto” se nos hace presente repentinamente. Causa risa, se hacen memes, pero sabemos, desde Freud, que el humor es una de las formas de tramitar lo siniestro.

   Lo importante —y acá se juega como siempre el uso que les damos a las nuevas tecnologías— es qué efecto nos produce luego de la primera impresión: algunos quedan prendidos del sutil horror que les causa y les consolida la idea de lo horrible que es envejecer. Rompe en ellos la ilusión de eternidad, de imagen ideal e incorrompible.  Son los que defienden empecinadamente la imagen actual, recurso facilitado por tantos productos que se ofrecen en el mercado para tapar esa evidencia descorazonadora.  Mientras que a otros, les da el puntapié para tomar conciencia de que si tienen suerte, también ellos llegarán a viejos, sabiendo que la imagen es sólo una parte de su identidad. El espejo envejecido podrá reflejar no sólo arrugas y flacidez, sino una belleza interior que también se reflejará ante los otros.

   Poder reconocerse en el espejo envejecido —aceptar que esa imagen está en continuidad con la identidad actual— implica trabajar desde jóvenes para lograrlo. Como todo en la vida, requiere trabajo, para el autocuidado de la imagen pero también trabajo para mantenerse activo mental y físicamente.

   Integrar al presente la propia perspectiva de vejez es no engañarse, es aceptar la inconsistencia de nuestra imagen actual, la fluctuación que debemos soportar en el entramado dinámico de nuestra vida: somos lo que somos ahora pero también somos lo que seremos en el futuro. Por eso decía Jorge Luis Borges en el cuento Veinticinco agosto, 1983, en el que juega con su doble envejecido: “La verdad es que somos dos y somos uno”. Somos el yo presente pero también somos el yo futuro. El reconocimiento del envejecer es un espejo más verdadero y es una revelación. Aprovechemos estas creaciones tecnológicas para adquirir más sabiduría, ya que, para llegar a ser un viejo sabio, hay que ser sabio antes.