"El presidente de México me salvó la vida". El boliviano Evo Morales agradeció así el martes al gobierno de Andrés Manuel López Obrador que aceptara su solicitud de asilo por cuestiones humanitarias, dos días después de su renuncia en medio de presiones del ejército y fuertes protestas sociales tras unos comicios presidenciales que la oposición calificó de fraudulentos.
Morales llegó a Ciudad de México junto al que fuera su vicepresidente y una de sus ministras casi al mediodía de ayer en un pequeño avión de la Fuerza Aérea mexicana, después de un periplo que incluyó escalas y rutas de vuelo poco convencionales, marcadas por las decisiones políticas de una región dividida sobre la situación en Bolivia.
Con el rostro cansado y sólo un celular en mano, Morales denunció en un mensaje desde el aeropuerto capitalino cómo intentaron comprar a alguien de su círculo de seguridad a cambio de 50.000 dólares para que lo entregaran al ejército.
Sostuvo que en Bolivia hubo un "golpe político y cívico", al que luego se sumó la policía nacional y que conllevó intimidaciones, quema de viviendas y represalias no solo contra él sino contra las autoridades de su partido.
No obstante, aseguró que no abandonará la política. "Sepa el mundo entero, no por este golpe voy a cambiar ideológicamente", aseguró. "Mientras tenga la vida, sigue la lucha y estamos seguros que los pueblos del mundo tienen todo el derecho de liberarse".
El canciller mexicano Marcelo Ebrard, el encargado de recibirle al pie del avión, había explicado horas antes las dificultades para sacar a Morales del país que gobernó, como primer presidente indígena, durante 14 años (ver aparte).
El ex presidente boliviano denunció la actitud de la oposición y de los policías y militares que, a su juicio, perpetraron un golpe de Estado: "Quemaron tribunales electorales, quemaron las casas de nuestras autoridades, saquearon la casa de mi hermana, saquearon mi casa en Cochabamba, con políticas de amedrentamiento quisieron denunciar a dos de nuestros alcaldes, al gobernador de Potosí?", enumeró, antes de incidir en los motivos de su renuncia: "Para que no haya más desangres, más enfrentamientos, hemos decidido renunciar".
Morales denunció que el golpe de Estado se inició tras los resultados de las elecciones del 20 de octubre. Un controvertido recuento, entre acusaciones de fraude, dio la victoria ajustada al líder indígena en primera vuelta, por lo que renovaba de nuevo su mandato. La oposición no reconoció esos resultados y las protestas se intensificaron. "En la última etapa se sumó la policía nacional", criticó para después asegurar que un miembro del equipo de la seguridad del Ejército lo extorsionó: "Pidió que me entregaran a cambio de 50.000 dólares", señaló un Morales visiblemente derrotado.
"Pensé que habíamos terminado con la opresión, con la discriminación, con la humillación, pero surgen otros grupos que no respetan la vida, menos la patria", lamentó Morales, quien como insistió en los últimos días, achacó todas las protestas a que él es "indígena". A su llegada a México, el ex presidente boliviano llevaba la misma ropa con la que se le vio el pasado domingo, un polo azul y un pantalón negro manchado de tierra, y los ojos cansados.
"Si de algo he pecado es de haber implementado programas sociales para los más humildes, nuestro delito o pecado es que ideológicamente somos antimperialistas". Morales saludó a los periodistas que le esperaban en el lugar con el puño en alto, pero sin el ímpetu discursivo que lo caracteriza, y se retiró a las oficinas migratorias para realizar su trámite de ingreso.
La situación en Bolivia, que entró esta semana en un vacío de poder e incertidumbre política tras la renuncia de Morales, reveló la profunda división en América Latina entre los países más conservadores y que suelen alinearse con Estados Unidos y el ala izquierdista que integran Venezuela, Cuba y Nicaragua —aliados tradicionales de Bolivia— a los que ahora se alinearon también México, Uruguay y el presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, que tomará posesión el próximo 10 de diciembre.
El presidente Donald Trump dijo el lunes que Estados Unidos "aplaude" al ejército boliviano por exigir la salida de Morales. El gobierno mexicano manifestó no sentirse preocupado porque la decisión de asilar a Morales enturbie la relación con Washington que, según el canciller, "está en uno de los mejores momentos de los últimos años".
"Me siento muy orgullo de encabezar un gobierno en donde se garantiza el derecho de asilo", dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador tras defender que ambos países puedan tener posturas distintas sin que se afecte su vecindad.