Ese fue ya el primer error de cálculo del joven primer ministro. Su homólogo italiano, Matteo Renzi, le dio un par de palmaditas en la espalda y le regaló una corbata, pero le recordó que las promesas en Europa se cumplen. Algo similar tuvo que escuchar del jefe de Estado francés, François Hollande. Y países sureños, entonces de gobiernos conservadores como España y Portugal no querían ser relacionados con el revolucionario griego.
Las negociaciones iniciales con la odiada troika, es decir, los socios europeos, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo, las dejó Tsipras en la estrella emergente de su gobierno, el entonces ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis. El economista, doctorado en teoría del juego, volvió locos a los interlocutores en las negociaciones con su desenfreno y su excentricidad y acabó perdiendo las pocas simpatías que suscitaba.
Pero fue otro error de cálculo de Tsipras el pensar que las negociaciones se podrían quedar estancadas. Suponer que los socios europeos apoyarían de forma incondicional a Grecia para evitar una ruptura dentro la unión monetaria finalmente no funcionó. En lugar de ello, los principales implicados europeos en la negociación se mostraron igual de persistentes que los griegos y en mayo de 2015 suspendieron el apoyo económico al país.
Como consecuencia, Grecia se iba a quedar sin poder cumplir con sus compromisos. Para saldar las deudas se llegó incluso a tomar dinero prestado a corto plazo de las empresas estatales. Pero pese a todos los esfuerzos, el país estaba en junio al borde de la bancarrota de nuevo. Tsipras comprendió que la situación no podía seguir así y de repente comenzó a dar bandazos.
Varoufakis fue apartado de las negociaciones. Como los griegos, por temor a la bancarrota estatal, estaban retirando dinero del país en cifras que sumaban decenas de miles de millones, el gobierno impuso controles a la circulación de capitales.
Con un referéndum exprés, que todavía a día de hoy sigue siendo materia de debate para politólogos sobre su verdadera intención, Tsipras trasladó a la ciudadanía la decisión de si aceptar o no el nuevo programa de ahorro dictado por la UE. Un 61,3 por ciento de los griegos votó en contra, y sin embargo Tsipras firmó a mitad de julio en Bruselas el programa de ahorro más duro que se había puesto sobre la mesa, pero que le aseguró a Grecia ayuda financiera por valor de 86.000 millones de euros.
Con el amplio apoyo de todos los partidos proeuropeos en el Parlamento griego se acabó aprobando el programa. Pero el ala izquierda dentro del partido de Tsipras, Syriza, se escindió. Para sortear su rechazo, el jefe de gobierno provocó la convocatoria de nuevas elecciones con su dimisión y el 20 de septiembre volvió a ganar los comicios con un 35,5 por ciento de los apoyos.
Desde entonces Tsipras gobierna en una coalición, como al inicio, con la ayuda de una pequeña formación conservadora nacionalista, los Griegos Independientes (Anel), pero sus problemas no han menguado, sino todo lo contrario.
Ahora tiene ante sí los recortes más duros: la amplia reforma de las pensiones y la reforma fiscal. La población está enojada con ambas iniciativas. Abogados y notarios salen regularmente a la calle en la "sublevación de las corbatas"; los funcionarios hacen huelga y los agricultores ocupan la capital con sus tractores o cortan importantes autopistas.
A ellos se suma la crisis de los refugiados y en esto se critica a Tsipras que los centros de registro prometidos no se hayan construido y no se hayan protegido suficientemente las fronteras.
Los desafíos no dejan de acumularse, pero en Grecia celebran las fiestas pese a todo. Y como Syriza es, según Trispras, el primer partido verdaderamente de izquierdas y gobierna desde hace un año, se ha organizado para hoy una gran fiesta en un estadio de Atenas. El lunes el primer ministro regresará a su tarea hercúlea, la de sacar al país de la crisis.
encrucijada en españa
El PSOE y el PP, en el laberinto postelectoral
El socialista Pedro Sánchez no va a iniciar de momento negociaciones para tratar de formar gobierno en España y las aplazará hasta después de la nueva ronda de consultas que el rey Felipe VI comenzará el miércoles. Pero si el rey le pide que intente formar gobierno, se someterá a un voto de investidura. España sigue así perdida en el laberinto político e institucional que dejó el resultado de las elecciones del 22 de diciembre pasado, cuando saltó en pedazos el histórico bipartidismo de conservadores del Partido Popular (PP) y el socialista PSOE.
El líder del PSOE insistirá en su reunión con el monarca esta semana en que es Mariano Rajoy quien tiene la obligación de ser el primero en intentarlo, y que si no lo hace debe renunciar definitivamente a tratar de volver a gobernar, señaló el partido socialista en un comunicado. No obstante, si el monarca encarga a Sánchez intentar formar gobierno porque Rajoy lo descarta de nuevo, aceptará la misión, informaron las ediciones digitales de los diarios El Mundo y El País citando fuentes de su entorno. "No cometerá la irresponsabilidad de Rajoy", señalaron.
El líder del Partido Popular y jefe del gobierno en funciones dejó al país el viernes en situación de bloqueo político, según los socialistas, al rechazar presentarse de momento a la investidura, como le propuso el rey, por no contar con apoyos suficientes.
Rajoy hizo esta jugada después de que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, diera a su vez un golpe de efecto proponiendo por sorpresa y sin consultarlo con Pedro Sánchez un gobierno de izquierda encabezado por el socialista y con él como vicepresidente.
"¿Y ahora qué? Pues yo mantengo mi candidatura", dijo ayer Rajoy. Su intención sigue siendo volver a encabezar el Ejecutivo, pero no se quemará innecesariamente. Confía en que Sánchez fracase en sus negociaciones y que el PSOE acabe aceptando entrar en una gran coalición con el PP y Ciudadanos o que al menos le permita formar gobierno absteniéndose en la sesión de investidura.
La oferta sigue vigente, defendió Rajoy, y advirtió a Sánchez con dureza contra tomar el camino que propone Iglesias. "Sería un gobierno a las órdenes de Podemos, hipotecado y humillado por ellos", dijo Rajoy en Córdoba, donde presidió una reunión de la directiva del PP. "Para ser presidente no basta con hipotecarse y humillarse. Necesitamos un presidente de España con dignidad". El PSOE se encuentra desde la renuncia de Rajoy, en la encrucijada más importante de sus últimos 40 años de historia, según el diario conservador ABC. Consiste en aceptar un gobierno de izquierdas con Podemos y Pablo Iglesias de vicepresidente, "además de una amalgama que va desde el apoyo necesario de IU y el PNV, hasta la abstención de los independentistas catalanes", o "frenar en seco los deseos de Pedro Sánchez".
Tal vez por esto el comunicado del PSOE considera "inaceptable" la renuncia de Rajoy a intentar de momento formar gobierno. Sánchez, mientras, marcó distancia con Podemos, en medio del malestar que generó en destacados dirigentes del PSOE el golpe de mano de Iglesias, que prácticamente dio por nombrada a la mitad de los miembros de un hipotético futuro gobierno.
No al "chantaje".PUNCTUATION_SPACE Sánchez, en vez de llamar al líder de Podemos, marcó el número de Albert Rivera y presidente de Ciudadanos. Quedaron en seguir manteniendo contactos en los próximos días. El PSOE lee la oferta que lanzó Iglesias en clave de extorsión. "El PSOE no va a emprender negociaciones con otras fuerzas políticas para intentar fraguar una alternativa de gobierno estable y, mucho menos, cuando se plantean desde el chantaje y anteponiendo los intereses de partido a los intereses de los ciudadanos", señaló en el comunicado.