A pocas horas de que el presidente del Gobierno de Cataluña, Carles Puigdemont, intervenga en el Parlamento de la región, un gran dispositivo de seguridad con largas hileras de vallas metálicas rodea la Cámara catalana, en el centro de
Barcelona.
"Esto estará blindado todo el día", explica uno de los agentes de los Mossos d'Esquadra, la Policía de Cataluña, en una jornada que podría pasar a la historia en la región.
El "día D" ha llegado y en el aire está una posible declaración de independencia. La incertidumbre por lo que diga Puigdemont a partir de las 18 en el hemiciclo catalán y por cómo reaccione el gobierno español de Mariano Rajoy flota en el ambiente.
El Parque de la Ciutadella de Barcelona, donde se ubica el "Parlament", se encuentra vacío. Los quioscos y puestos de venta están cerrados y solo se escucha el canto de los pájaros. Entre sus palmeras, los habituales paseantes fueron sustituidos hoy por un reguero de nerviosos periodistas y camarógrafos que van y vienen.
Para entrar en la sede parlamentaria hay que pasar en total cuatro controles. Ante los arcos de la puerta principal, decenas de cámaras de televisión esperan preparadas para informar. Hay unos mil profesionales acreditados -entre ellos más de 350 periodistas de medios internacionales-, una cifra "récord" en el "Parlament".
La expectativa es enorme. Y no solo por lo que pase en el interior de la Cámara, sino también por el desarrollo de las movilizaciones previstas en el exterior por parte de los independentistas, que han sido convocados justo a la hora en la que hablará Puigdemont.
"Yo lo único que quiero es que esto se acabe de una vez", dice Nati, una jubilada de 77 años que juega con otros mayores a la petanca, un juego tradicional y muy popular en Cataluña (similar a las bochas en América Latina), junto a la parte exterior de uno de los muros del Parque de la Ciutadella.
"Venimos aquí todos los martes y jueves y hoy sabíamos que iba a haber lío, pero pensábamos que empezaría más tarde", se queja la mujer mientras uno de los jugadores tira con ganas la bola metálica.
La escena, algo bucólica, demuestra que la vida continúa casi con normalidad en Barcelona fuera del perímetro de seguridad del "Parlament". Las tiendas y las terrazas de los restaurantes están llenas y ejecutivos, turistas y familias pasean por el centro.
Pero en las inmediaciones de la Cámara regional, la movilidad se complica. "Gira por esa calle, por ahí no podemos pasar", le dice una "runner" a su compañero al llegar a uno de los controles de seguridad desplegados en un acceso al Parque de la Ciutadella.
La escuela del mismo nombre, ubicada dentro del área recreativa, decidió hoy suspender su actividad ante el difícil acceso y las manifestaciones previstas. "Muchos padres han decidido no traer a sus hijos y otros se los han ido llevando a lo largo de la mañana", explica a dpa Albert Ibáñez, director del centro educativo.
Grandes vallas de metal impiden la circulación junto a la estación de Francia y, ante ellas, un grupo de personas despliega una pancarta con el lema en catalán "Por la unidad del pueblo trabajador. No a la independencia". En las camisetas de algunos de los concentrados, otra consigna: "No queremos muros, ni de Trump ni de Puigdemont".