Sube la tensión en Ucrania ante la muerte de 46 soldados

Al día siguiente de que 46 soldados ucranianos murieran al ser derribado su avión de transporte por los separatistas prorrusos, la situación empeoraba en Ucrania, así como la tensa relación con la vecina Rusia. El luto y los reclamos se apoderaron de Kiev, mientras en el este del país los combates entre el ejército y las milicias separatistas apoyadas por Moscú siguieron sin tregua. Tras atacar la embajada de Rusia, miles de personas se concentraron en Maidán, la plaza central de la capital ucraniana símbolo de las masivas protestas que derrocaron al presidente prorruso Viktor Yanukovich en febrero pasado. Rusia criticó en duros términos el ataque a su embajada en Kiev y reclamó sanciones.

Desde que el gobierno ucraniano buscó recuperar las zonas capturadas por las milicias apoyadas por Moscú hace dos meses, los soldados muertos ya rondan el centenar y se estima que las víctimas civiles superan las 200.

El sábado, al conocerse la muerte de 46 soldados al ser derribado su avión por los separatistas, miles de enfurecidos ucranianos atacaron con huevos, piedras y bombas de tinta la embajada de Rusia en Kiev. Destrozaron asimismo numerosos autos estacionados en la zona, en la creencia de que pertenecían a diplomáticos y empleados de la embajada. Ayer llegó la dura respuesta de Moscú al ataque. El ministro ruso de Relaciones Exteriores Sergei Lavrov dijo que los manifestantes en Kiev "querían apoderarse del edificio y ver correr la sangre. Nuestros diplomáticos sintieron que los atacantes se querían apoderar de la embajada", dijo Lavrov. "Hay razones para creer que querían ver correr la sangre", añadió. Rusia protestó formalmente y denunció la pasividad de la policía ucraniana, mientras Estados Unidos condenó la agresión e instó a Kiev a respetar la Convención de Viena que obliga a garantizar la seguridad de las sedes diplomáticas.

En este contexto, que en apenas 24 horas empeoró visiblemente, el presidente ucraniano Petro Poroshenko intenta mantener abierto un canal de negociación con Rusia a través de la organización para la seguridad en Europa, la OSCE. Pero cuando aún no habían sido recogidos los restos del avión ucraniano derribado en Lugansk —de hecho, la zona está en manos rebeldes— el presidente Poroshenko amenazó con tomar venganza por el "cínico acto terrorista".

Ayer, los ucranianos recordaron a las víctimas guardando un minuto de silencio y rezando. Sin embargo, durante la jornada de duelo también se escucharon críticas de quienes creen que la tragedia pudo haberse evitado. Es que Lugansk, donde fue derribado el enorme avión, es desde hace semanas un peligroso feudo extremista. Los insurgentes dispararon un misil tierra-aire contra el avión de transporte pesado Ilyushin IL-76 cuando la nave estaba aterrizando de noche en Lugansk. Ninguno de los ocupantes sobrevivió. El ataque fue el golpe más duro que ha recibido el ejército ucraniano desde el inicio de su ofensiva contra los separatistas a mediados de abril.

Nuevo desafío. El derribo del avión supone un fuerte desafío para Poroshenko, tan solo una semana después de su toma de posesión. Antes de ser elegido presidente, el empresario multimillonario, de 48 años, estaba acostumbrado a tener la sartén por el mango y dominar todas las variables. Ahora Poroshenko es un hombre impulsado por el sangriento conflicto en su país, señaló el politólogo ucraniano Vladimir Fessenko. El presidente se ve sometido a una enorme presión, y es de prever después del derribo del avión, que se alcen más voces en los medios para que el presidente decrete la ley marcial en las regiones rusófonas de Lugansk y Donetsk, bajo casi total dominio de las milicias. Pero Moscú se opone terminantemente a esa opción y Poroshenko aspira a mejorar las relaciones con Rusia.