Matteo Renzi necesitará de "unos pocos días" para formar el nuevo gobierno italiano, tarea que le encargó ayer el presidente de la República, Giorgio Napolitano. El joven de 39 años prometió que como primer ministro emprenderá una rápida serie de reformas —"una por mes", aseguró— para reactivar la economía del país y modernizar sus ineficientes estructuras estatales. Nuevas leyes electoral y laboral y una reforma de la enorme administración pública serán los primeros y ambiciosos objetivos de Renzi, quien aún debe recibir el visto bueno del Parlamento. Desde hoy comenzará a dar forma a su gabinete y a consultar a los partidos. Si lo logra, reemplazará a su compañero de partido Enrico Letta, quien el viernes presentó su renuncia.
Renzi, líder del centroizquierdista Partido Democrático (PD) y alcalde de Florencia fue "nombrado primer ministro" por el presidente Napolitano, según consignaban ayer algunas agencias de noticias. En realidad, el procedimiento es mucho más complejo: Napolitano le dio el encargo formal de construir un Ejecutivo que sea aprobado en el Parlamento. Renzi aceptó, pero "bajo reserva". Todavía falta un largo itinerario, que puede durar toda la semana, hasta que Renzi sea efectivamente primer ministro. "Aún no hay ni programa ni coalición de gobierno para Italia", señalaba ayer la agencia alemana DPA.
"Pondré todo el coraje, esfuerzo, energía y entusiasmo del que soy capaz", dijo el nuevo mandatario en un breve discurso. La "reserva" es una precaución habitual, que permite a los futuros primeros ministros sondear a sus socios de coalición antes de asumir oficialmente el cargo. En otras palabras, asegurarse de que tiene el respaldo que cree tener. La política italiana tiene estos matices y complejidades, que muchas veces desorientan a los extranjeros.
Con el semblante serio, enfundado en un inusual traje azul con corbata oscura, el florentino de 39 años —habitualmente mucho más informal en su vestimenta— reiteró su intención de liderar el gobierno hasta el fin de la actual legislatura, en 2018. Para ser primer ministros, Renzi aún necesita elegir su equipo de ministros, volver a reunirse con Napolitano para la ceremonia de toma de posesión y asegurarse el voto de confianza en ambas cámaras parlamentarias antes de que pueda oficialmente asumir el cargo. Se espera que el próximo sábado esté completado este procedimiento.
Pero una vez asumida la jefatura de gobierno, Renzi señaló que usará los días de febrero restantes para presionar al Parlamento para que acelere el trabajo que logre aprobar una nueva ley electoral, una reforma que prácticamente todo el mundo reclama en Italia, pero que hasta ahora no se logró cumplir. En marzo, Renzi promete presentar un paquete de empleo y reforma laboral, un punto sensible para el centroizquierda. El régimen laboral italiano es de los más rígidos de Europa. Para abril, tiene previsto abordar la enorme burocracia estatal y desafiarla con una reforma de la administración pública. Para mayo quedará emprender la reforma fiscal. "Una reforma por mes", prometió Renzi. Hasta ahora, todos los intentos reformistas han chocado contra una pared. Sólo en los años 90, y bajo la presión de la Unión Europea para ingresar al euro, algunos gobiernos italianos lograron implementar reformas parciales, que se han agotado con los años.
Aliados difíciles. Aunque la semana pasada se hablaba de una pronta formación de gobierno, los medios italianos informan ahora que Renzi se ha estancado en las negociaciones con los socios de coalición, en especial el Nuevo Centroderecha (NCD) del viceprimer ministro saliente Angelino Alfano. Cuando asuma el cargo, Renzi se convertirá en el jefe de gobierno más joven que jamás vio Italia y de la Unión Europea.
No obstante, se enfrenta a una opinión pública hostil porque imcumplió su promesa de que no buscar la jefatura de gobierno hasta ganar unas elecciones. Según las encuestas, la mayoría habría preferido volver a las urnas. Pero la ley electoral actuale hace casi imposible que el partido o coalición vencedora forme un gobierno fuerte y estable. Según Ipsos, el 31 por ciento apoya el relevo Renzi-Letta, frente a un 55 por ciento que se muestra escéptico o cuya opinión sobre Renzi es negativa. Al mismo tiempo, un 52 por ciento está de acuerdo en que las reformas del gobierno saliente estaban estancadas, lo que sugiere que Renzi podría recobrar popularidad si logra desbloquear el punto muerto político.
Según los analistas italianos, Renzi forzó la semana pasada la salida de Letta por temor a que la parálisis de su gobierno pudiera costarle al PD una gran derrota en los comicios europeos del próximo 25 de mayo.