La crisis de refugiados derivó en una guerra de fronteras en la Unión Europea. Horas después de asegurar que les abrirían paso hacia Alemania (el destino deseado de los migrantes), las autoridades croatas cerraron ayer casi todos sus pasos fronterizos con Serbia y reenviaron a Hungría a cientos de solicitantes de asilo. La tensión crece pareja a la incidencia del fenómeno. Hungría protestó ayer por el aumento del número de refugiados que está llegando a su territorio después de que Croacia, que afirma estar desbordada, los subiera a autobuses y trenes para llevarlos hasta la frontera con el vecino país. Según la policía húngara, hasta el mediodía del ayer arribaron en total casi 9.000 personas, la mayoría desde Croacia. Zagreb asegura que el transporte de los refugiados había sido coordinado, pero Budapest lo niega. Entre 2.000 y 3.000 personas han estado llegando a diario a Hungría en las últimas semanas, pero se alcanzó un récord de casi 10.000 justo antes de que el país cerrara definitivamente la frontera con Serbia el martes.
Desde entonces los refugiados se están desviando a Croacia al no poder entrar en Hungría, pero el país balcánico afirma que es incapaz de gestionar las llegadas. En los últimos tres días han cruzado su frontera 20.737 personas. Los refugiados son trasladados con autobuses hasta los pasos fronterizos húngaros de Letenye, Beremend y Gyekenyes. Un tren fue interceptado con 1.000 refugiados en la estación de Magyarboly. Fuentes húngaras aseguraron haber desarmado a 40 policías croatas que iban a bordo acompañando el convoy.
Autoridades húngaras llevan a su vez a los refugiados en colectivos hasta la frontera con Austria, desde donde los migrantes siguen a pie. Antal Rogan, el jefe de gabinete del premier húngaro, Viktor Orban, anunció que como represalia por el traslado de los refugiados a Hungría, el país bloqueará la entrada de Croacia a la zona Schengen (de libre circulación de personas en la UE Croacia forma parte de la UE, pero no de Schengen, que incluye actualmente a 26 países. Austria, principal puerta de los refugiados en su camino a Alemania, registró el viernes el paso de 6.700 personas y esperaba ayer la llegada de 10.000 procedentes de Croacia y Hungría. La ministra de Interior, Johanna Mikl-Leitner, advirtió que quienes pidan asilo en Austria después de haber pasado por Croacia o Eslovenia, serán devueltas a esos países.
En el mar Egeo, una niña de cinco años murió ahogada al zozobrar un bote frente a la isla griega de Lesbos. Doce personas fueron rescatadas pero se cree que a bordo iban 26. La guardia costera griega encontró otro barco con 200 personas cerca de la península del Peloponeso. Los migrantes habían lanzado una llamada de emergencia porque no podían maniobrar con la embarcación, cuyo destino final era Italia.
El Egeo es una de las rutas que atraviesan miles de migrantes para tratar de llegar a Europa y se producen accidentes de forma constante. El domingo murieron 34 personas en un accidente similar frente a la isla griega de Farmakonisi. Cada día llegan a las islas griegas 3.000 refugiados desde Turquía. Por otro lado, más de 4.300 migrantes fueron rescatados ayer en 20 operaciones distintas frente a las costas de Libia.
Caos y miedo en la llamada ruta de los Balcanes
Al caer la noche, la situación en el paso fronterizo de Bregana, cerca de Zagreb, es casi surrealista. Los turistas abandonan Croacia en sus automóviles de alta gama, algunos con matrícula alemana. Los faros les marcan el camino a casa en la carretera, mientras a 50 metros de distancia cientos de refugiados esperan sentados a oscuras en una pradera. Están cansados y exhaustos. Algunos se han quedado dormidos sobre el asfalto. Llevan horas esperando porque quieren pasar a Eslovenia, la siguiente etapa de su largo viaje que pretende seguir por Austria hasta Alemania o Suecia. Pero una valla y decenas de policías les impiden pasar.
Rebote. La crisis de los refugiados no hace más que empeorar. Hungría construye alambradas que hacen que los migrantes se desvíen a Croacia, que recibió en tres días a más de 20.000 personas. Croacia quiere que estas personas vuelvan a irse lo más rápido posible, pero también sus vecinos tienen miedo de convertirse en receptores. Los refugiados son transportados de un punto a otro, de centros de acogida a fronteras, de país en país. La situación es totalmente caótica.
Son las 23:31 del viernes en la frontera cerca de Zagreb. Algunos refugiados duermen envueltos en mantas de color rojo. Un pequeño niño reza en dirección a La Meca apoyado sobre un cartón. "¿Dónde hay más niños?", dice Annamaria Karamatic. Esta croata de 30 años vive cerca y se enteró de la llegada masiva de personas en el trabajo. Con algunos amigos reparte agua en botellas de plástico y sandwiches. Quiere ayudar por motivos humanitarios. "Cada vez son más. La gente tiene miedo", afirma.
Mohammed Khasir, iraquí, se apoya en la reja fronteriza y fuma. Lleva tres horas esperando. "Quizás nos dejen pasar", dice, y aclara que unas pocas horas no son nada para él, porque lleva cuatro semanas huyendo. Tiene 21 años y dejó a toda su familia en Irak. Sueña con llegar a Finlandia, pero para eso tiene que pasar primero a Eslovenia. La verja sólo tiene un metro y medio de alto, pero del otro lado se alinean decenas de policías eslovenos con semblante serio. Esta noche el otro lado parece al alcance de la mano pero no es posible cruzar.
Nadie sabe con certeza lo que pasa en cada una de las fronteras de la llamada ruta de los Balcanes. El viernes, Eslovenia dijo que no dejará pasar a nadie, pero a eso de las 0:43 de la madrugada la policía empieza a seleccionar a las familias y niños de entre la multitud. Los refugiados que permanecían sentados se acercan a la verja, se empujan unos a otros. Gritan que ellos también quieren pasar.
Los policías levantan a los niños pequeños y los pasan por encima de la reja, los niños lloran. Las familias seleccionadas se suben a pequeños autobuses que un traductor esloveno explica que los llevarán a un centro de acogida en Eslovenia. Y ya están un país más cerca de su objetivo.