París.- Se mostraron juntos esta mañana desayunando en la terraza del
palacio frente a los jardines de Versalles. La ex modelo Carla Bruni y el presidente galo,
Nicolas Sarkozy dieron el sí ayer en el suntuoso Palacio del Elíseo, ante un círculo reducido
de personas.
Desde hacía semanas los rumores en París de que la pareja podría casarse en
febrero eran continuos, pero posiblemente la voz del pueblo los empujó también a llevar su amor al
puerto del matrimonio.
Las encuestas de opinión muestran que pasear su amor sin licencia de matrimonio
en público ha costado al hombre más poderoso de la república francesa una masiva pérdida de
confianza entre sus electores, y todo ello a sólo cinco semanas de las elecciones municipales,
consideradas un test del apoyo político al propio Sarkozy.
Así, la boda es también una especie de red para frenar una mayor caída de su
popularidad. Tras las duras críticas mediáticas a las imágenes de sus vacaciones de lujo, Sarkozy
dio a conocer su boda sólo después de haberse celebrado. Aún no se sabe si habrá fotos y cuándo
saldrán a la luz.
Deleitado describió la ceremonia el funcionario que la ofició, el alcalde del
octavo distrito de París, François Lebel: “La novia iba de blanco y estaba preciosa, como
siempre”. Y el novio “tampoco estaba mal”.
El presidente de 53 años hizo honor, con su boda relámpago, a su apodo de
“Speedy Sarko” (algo así como Sarko veloz). En noviembre conoció a la cantante y modelo
italiana, sólo unas semanas de divorciarse de su segunda mujer, Cécilia.
Mientras tanto, han aparecido varios libros sobre Cécilia en los que se afirma
que tras su primera separación de Sarkozy en 2005, sólo había vuelto con él para ayudarlo a llegar
al Elíseo por que la obligaba su conciencia. Ambos se dejaron filmar en la playa durante la
reconciliación. ¿Fue todo un cuento?
No se hicieron esperar las especulaciones sobre si la historia de Bruni y
Sarkozy era también una útil representación. Al menos en la escena internacional la boda les
facilitará las cosas a ambos: en el último viaje de Sarkozy a India, Bruni no pudo acompañarlo,
pues el protocolo no prevé la presencia de una novia. Y ahora tampoco hay obstáculo para que la
nueva primera dama acompañe a Sarkozy en el próximo gran recibimiento de Estado previsto.
¿Se llamará madame Sarkozy o Bruni-Sarkozy? Aún no está claro, lo que se sabe es
que la “femme fatale” seguirá incitando el ánimo de los franceses.
Hace varios días apareció en una revista española una fotografía de Bruni
vestida sólo con botas de cuero y también se habló de sus ex famosos amantes, entre ellos estrellas
del rock como Mick Jagger y Eric Clapton, el millonario Donald Trump o el ex primer ministro
Laurent Fabius: un socialista.
También dijo en alguna ocasión que no respeta la monogamia y además que el padre
de su hijo es el hijo de su anterior pareja, en cuya casa lo conoció.
Si ese tipo de historias puede o no afectar al electorado de raíces
conservadoras de Sarkozy no está claro, lo que es seguro es que, vistas las últimas encuestas, la
boda tiene sentido.
Sarkozy debe casarse finalmente, había exhortado su compañero y diputado Patrick
Balkani. Había que poner el tema sobre la mesa. Sólo el 41 por ciento de los franceses siguen
confiando en el jefe de Estado, según una encuesta del instituto de sondeos TNS-Sofres, frente al
65 por ciento de julio de 2007, poco después de que asumiera el cargo. Sólo su predecesor Jacques
Chirac experimentó una caída de popularidad similar tras una huelga general masiva en 1995.
Para el asesor de Sarkozy la cuestión estaba clara: a su jefe le estaban pasando
factura las imágenes con Bruni paseando del brazo, su Rolex en la muñeca y sus cadenas de oro al
cuello. “Existe un problema de imagen”, había dicho el director de la oficina
presidencial, Claude Géant, uno de sus más estrechos colaboradores.
La pérdida de empleo y falta de dinero encabezan una y otra vez la lista de
preocupaciones de los franceses. Sarkozy prometió en campaña que se convertiría en “el
presidente del poder adquisitivo”. Durante una reciente -y pomposa- conferencia de prensa en
el Elíseo, el mensaje se modificó sensiblemente: “No puedo vaciar cajas vacías”, fue la
frase tajante con la que Sarkozy despachó las preguntas de los periodistas sobre el tema, poco
después de sus lujosas vacaciones en Egipto. (DPA)