Cuatro atentados, dos de ellos de forma casi simultánea, ensangrentaron ayer Pakistán en vísperas del fin del mes de Ramadán, con más de 50 muertos y decenas de heridos. El primer atentado tuvo como objetivo un vehículo de policía en Quetta, capital de la inestable provincia de Baluchistán (suroeste), con un saldo de 13 muertos. Otros dos atentados se produjeron consecutivamente en un mercado atestado de gente que se disponía a efectuar sus compras poco antes de la ruptura del ayuno, con 37 muertos y 150 heridos como balance provisional, en Parachinar, en la frontera con Afganistán.
El atentado de Quetta fue reivindicado al mismo tiempo por los yihadistas del grupo Estado Islámico (Isis) y por Jamaat-ul-Ahrar, una facción del movimiento talibán paquistaní (TTP). Las dos organizaciones dieron detalles divergentes sobre el atentado, según SITE, un centro estadounidense especializado en la vigilancia de movimientos extremistas. El EI Provincia de Khorasan, la rama del grupo yihadista en Pakistán y en Afganistán, reivindicó varios atentados en los últimos meses en Baluchistán, a veces en colaboración con grupos locales como Jamaat-ul-Ahrar. Al menos una veintena de personas resultaron heridas en la explosión, que se produjo ante las oficinas del jefe de policía local, indicó el doctor Fareed Ahmed, médico jefe del hospital civil. Nueve de las víctimas mortales eran agentes, explicó el jefe policial, Abdul Razzak Cheema. "Estaba sentado cuando se produjo la explosión, me caí" explicó una víctima, Gulzar Ahmad, conmocionado por el atentado.
Baluchistán, provincia rica en recursos naturales sacudida por una insurrección separatista y la violencia islamista, es fronteriza con Irán y Afganistán. Es la provincia más grande de Pakistán, con unos siete millones de habitantes. A pesar de las operaciones militares y los programas de desarrollo, que han permitido disminuir la violencia, los atentados se siguen produciendo esporádicamente. La región es estratégica porque es el punto final de un corredor de desarrollo entre China y Pakistán.
Horas más tarde, en el norte del país, un doble atentado en un mercado atestado de gente causó al menos 37 muertos en la ciudad de Parachinar, anunciaron las autoridades locales. "La primera explosión se produjo en el mercado y cuando los servicios de socorro se precipitaron al lugar para ayudar a los heridos, se produjo una segunda explosión" precisó Nasrullah Khan, un alto responsable, que informó que había como mínimo 24 heridos. Otro responsable local confirmó el saldo. El doble ataque no fue reivindicado por el momento por ningún grupo insurgente.
Los mercados de esta ciudad aislada, cerca de la frontera afgana, ya han sufrido dos grandes atentados este año, respectivamente con 22 y 24 muertos. Los musulmanes shiítas, que representan aproximadamente el 20% de la población paquistaní, son considerados herejes por grupos armados paquistaníes de obediencia sunita. Por todo ello, "los zocos son protegidos por barreras y los vehículos no están autorizados", indicó Sajid Hussain Turi, un cargo local, propietario del mercado que sufrió el ataque. Los musulmanes shiítas representan el 20% de la población paquistaní.
Ametrallados
Finalmente, un tercer ataque se produjo en la gran ciudad portuaria de Karachi, donde unos hombres armados a bordo de una moto ametrallaron y mataron a cuatro policías en un restaurante, indicó Asif Bughio, responsable de la policía local.
Los ataques se produjeron días antes de la festividad de Eid-al-Fitr, con la cual concluye el mes santo del Ramadán. La televisión mostró escenas de pánico en el mercado de Parachinar, 300 kilómetros al suroeste de Peshawar, donde el vocero hospitalario Mohammad Amir dijo que se recibieron 24 cadáveres y muchos heridos, de los cuales más de 20 se encontraban en estado crítico.
La explosión en Quetta, la capital de Baluchistán, fue tan poderosa que se escuchó al otro lado de la ciudad. Rompió ventanas de edificios cercanos, dijo el portavoz de la policía, Shahzada Farhat. Imágenes de televisión mostraron algunos automóviles con daños importantes en sus carrocerías y una carretera cubierta de cristales rotos.