Estados Unidos vive en Medio Oriente con impotencia y frustración los límites de su inmenso poder. El fracaso del programa de entrenamiento de rebeldes sirios, maquillado como “suspensión operativa”, es tan sólo uno de los muchos reveses en un patrón que se repite desde hace años con contradicciones indisolubles, promesas incumplidas, falta de conocimiento y arrogancia retórica. “Paciencia y perseverancia estratégica”. Así describió el presidente Barack Obama el principio de su política para esa región. Pero ahora que los cazas rusos también lanzan bombas sobre Siria, esa paciencia parece más bien paralización, según The New York Times. EEUU no pudo hacer otra cosa que contemplar cómo Putin, en contra de lo previsto, tomó las riendas de la iniciativa.
Y esto tiene mucho que ver con Obama. Siempre quiso marcar las distancias con respecto a su predecesor George W. Bush y evitar que reprodujeran capítulos sangrientos como la guerra de Irak. Quiso ser un hombre de paz que quería dar un nuevo rumbo a un Estados Unidos cansado de la guerra, pero el problema durante años es que Obama, ese orador tan brillante como carismático, siempre consiguió despertar expectativas que no se cumplieron.
El primer ejemplo es el proceso de paz entre Israel y los palestinos. Quiso lograr la paz en dos años y con ello todas las partes se arruinaron. “El proceso de paz está completamente en ruinas”, señala Aaron David Miller en “RealClearWorld”. Y con ello también la credibilidad de EEUU.
Ejemplo número dos: la lucha contra las hordas terroristas del Estado Islámico (EI). En estos días en Washington no hubo prácticamente ninguna reunión de la Casa Blanca, el Departamento de Estado o el Pentágono en la que no se presente un listado de los “éxitos” o los “avances en el camino a la victoria”. EEUU ya lleva 7.300 bombardeos al frente de la alianza contra el EI. Pero logros reales, tangibles, no hay a excepción de algunos yihadistas.
Los expertos señalan que la estrategia de Washington para Siria y el EI es muy estrecha. No se puede estar en contra de Bashar Assad y rechazar a la vez a todos sus adversarios. No negociar en esto con Irán y combatirlo allí de facto. Tampoco es acertado centrar toda la atención en EI, cuando en la región existen muchos otros grupos. Al gobierno de EEUU sencillamente le falta conocimiento sobre la región y la suficiente experiencia en la materia.
Con su política, EEUU consiguió irritar a casi todos los socios importantes en la zona, apunta “The Hill”. Egipto, Arabia Saudita, Yemen, Israel e Irán. “Se sembró la desconfianza entre países, así como entre las naciones y Washington. Ni siquiera se ponen de acuerdo en quién es ’terrorista’ y quién no”.
Otros ejemplos: en Irak, la rápida repliegue de tropas condujo a un vacío de poder que de inmediato aprovecharon Al Qaeda, EI y otros. En Yemen no funcionó la estrategia de sobre todo la de abrir paso a tiros a la democracia con amenazas. En Egipto dieron un giro radical desde el apoyo a los Hermanos Musulmanes hasta una reanudación de la ayuda militar para los generales.
“Confusa, alucinante y desastrosa” son sólo algunos de los comentarios más amables que se escuchan de analistas. Los republicanos no dejan de apasionarse hablando de la “descomposición” de la política exterior y una retirada de EEUU del mundo. Pero realmente nadie tiene una idea buena para Medio Oriente, apunta Foreigen Policy, que describe sin rodeos las propuestas de los republicanos como un “galimatías”. Obama, que asumió sin experiencia previa en política exterior, quiso lograr en Medio Oriente algo así como un equilibrio de fuerzas. Un propósito ingenuo a la vista del entramado interminable de intereses, agrupaciones, credos religiosos e historia. Se le señala como error histórico que en 2014 trazase la famosa “línea roja” para Assad, que el dictador sirio cruzó sin que eso tuviera consecuencias. Assad hizo uso de armas químicas y, aunque tuvo que entregarlas, hasta hoy no respondió por ello. ¿Y cómo seguir? Tras 4 años sin éxitos en la política para Siria, sólo le queda contemplar con paciencia estoica hasta que Rusia retroceda espantada ante la posibilidad de que Siria se convierta en un nuevo Afganistán y se abra así la posibilidad de una solución diplomática.
Hasta entonces, en el Pentágono crece la preocupación de que se produzca un choque de aviones estadounidenses y rusos sobre Siria. Y a diario sigue el flujo de refugiados que dejan Siria y que ya suman más de cuatro millones fuera del país. Obama no debería prometer nada más, reclaman expertos. Debería impulsar la “realpolitik”, negociar, tomar la delantera, así como ya lo hizo (no sin que se le cuestionara) en el acuerdo nuclear con Irán. Nadie confía en que se pueda poner fin al conflicto sirio en los 15 meses que le quedan a Obama en la Casa Blanca. De forma mordaz el historiador inglés Nial Ferguson dijo: “La tormenta en el mundo musulmán, las tretas de una débil y despiadada Rusia y la ambición de China. Para todo ello Obama tiene respuestas tan lamentables como inadecuadas”.
“América no es la policía del mundo”, dijo una vez Obama. Pero en los hechos la situación resulta algo paradójica. Se está a favor siempre de la paz y en contra de la presencia de tropas estadounidenses en países extranjeros, pero cuando allí las cosas no funcionan por sus propios medios, las estructuras se descomponen y surge un vacío de poder, todos los dedos apuntan a EEUU: Ustedes son los poderosos. Arréglenlo.