La Habana. — Víctor, un ingeniero informático de 25 años, espera cambios económicos en Cuba
al margen de que el convaleciente Fidel Castro sea reelecto o no como presidente el 24 de febrero
en el Parlamento. Lo que importa no es quién sea el jefe, dice, sino lo que éste haga para que Cuba
comience a modernizar su pensamiento económico y sus instituciones.
“Aquí nadie está esperando una perestroika rusa, pero algunos
cambios tendrán que hacer”, dice Víctor, mientras arregla la computadora del vecino, su
alternativa para completar su sueldo. “No importa que el presidente sea Fidel, Raúl (Castro)
o (el vicepresidente Carlos) Lage. Cualquiera de ellos, o todos juntos, tendrán algún día que
impulsar la economía, quitando trabas absurdas”, agrega.
Catarsis nacional. Dirigentes de la Unión de Jóvenes Comunistas reconocen que para
garantizar la supervivencia del “socialismo cubano” tendrán que
“entusiasmar” a la generación de Víctor, que creció durante la crisis económica de la
década de 1990. El presidente interino, Raúl Castro, que sustituye a su hermano Fidel desde
que enfermó hace casi 19 meses, desató una catarsis nacional cuando convocó a fines del año pasado
a los cubanos a opinar “con sinceridad” sobre sus problemas.
El gobierno comunista de la isla ha dicho que está estudiando más de un
millón de opiniones recogidas durante los debates en barrios, centros de trabajo y de estudio. Las
expectativas de mejoras en la calidad de vida aumentaron cuando Raúl Castro criticó en diciembre
pasado ante el Parlamento “el exceso de prohibiciones y medidas legales” en la isla,
sin precisar a qué se refería.
Muchos entendieron que el gobierno pretende levantar las restricciones
para que los cubanos puedan hospedarse en los hoteles, hasta ahora exclusivos para extranjeros,
eliminar las trabas para viajar al extranjero y liberar la compra y venta de casas y autos.
“Ojalá la cosa cambie. Hasta hoy construimos los hoteles y después no nos dejan ni acercarnos
a la puerta”, comenta un ayudante de la construcción de 35 años. Otro ejemplo es Guillermo,
de 33 años, quien trabaja más de 12 horas diarias en una cafetería. Sueña con tener su propio
negocio. “Todo el mundo dice que van a hacer esto, o lo otro, pero en lo concreto no hay
nada”, lamenta.
Uno de los logros de la revolución de 1959 es el sistema educativo
gratuito. Según estadísticas oficiales, el desempleo casi no existe, pues el Estado garantiza
trabajo a todos los egresados. El problema, dicen los jóvenes, es que sus salarios como
profesionales difícilmente les permitirán vivir en una sociedad donde les pagan en pesos cubanos y
les venden productos importados en una moneda 24 veces más fuerte (el peso convertible al dólar).
“Yo voy a estudiar psicología porque es mi oportunidad. ¿Trabajar?
Cuándo encuentre algo que valga la pena”, dice Félix Ernesto, de 21 años, que acaba de
terminar el servicio militar.
Estudiantes de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) tomaron la
palabra para cuestionar, desde posturas “revolucionarias”, algunas políticas estatales.
En una reunión con el presidente del Parlamento, Ricardo Alarcón, los estudiantes pidieron que los
ministros rindan cuentas públicas y periódicas de su gestión.
Sueños truncos. “Lo digo por toda la gente de mi barrio que se le han caído los
dientes trabajando de sol a sol detrás de una yunta de buey, y todavía no saben si se van a hacer
realidad muchos de los sueños que se propusieron cuando eran niños”, le dijo Eliécer Avila,
un estudiante de la UCI a Alarcón (Nota: Avila hizo posteriormente una declaración de repudio al
modo en que los medios extranjeros trataron sus dichos. Pero esta manifestación llegó luego de ser
presuntamente detenido por la policía política cubana).
Más del 70% de la población nació después de 1959, por lo que no conoce
otro sistema social ni político que el comunismo. l