Las protestas coincidieron con el Día de Rusia —un día festivo nacional— que este año iba a contar con actores vestidos con trajes medievales. Pero el acto fue de hecho superado por la protesta. Más de 700 personas fueron arrestadas solamente en Moscú, mientras que en San Petersburgo alrededor de 500 fueron forzadas a subir a los autobuses de la policía por haber participado en una manifestación "no autorizada" que reunió a 10.000 personas. Casi nunca las manifestaciones en la Rusia de Putin logran la correspondiente autorización municipal. Esto habilita la represión y el arresto de sus participantes. La cobertura por los medios masivos de comunicación, controlados por el Kremlin, fue casi inexistente.
El llamado a protestar atrajo más a los jóvenes, quienes nacieron durante los 17 años de Putin en el poder. Hubo multitudes similares el 26 de marzo, algo que puso nerviosos a los funcionarios, los que previamente habían asegurado que las generaciones jóvenes son apolíticas. Escuelas y universidades advirtieron a sus alumnos que no asistieran a la manifestación. No está claro si las manifestaciones de ayer más grandes que las de marzo, pero subrayaron el creciente descontento urbano con el gobierno. Se espera que Putin busque otro mandato en 2018 y el líder opositor Alexei Navalny ya hizo públicas sus intenciones de buscar la presidencia. Navalny se ha vuelto una figura destacada porque ha denunciado casos de corrupción.
La Casa Blanca condenó "con vigor" la represión y reclamó la "liberación inmediata" de los manifestantes. "Los rusos merecen de ejercer sus derechos sin temor ni represalias", declaró. El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, expresó "su preocupación" por lo ocurrido en Rusia, y la ONG Amnistía Internacional denunció "escenas alarmantes" de detenciones y violencia hacia los manifestantes.