El movimiento del flamante presidente de Francia Emmanuel Macron dio un primer paso para obtener una mayoría parlamentaria absoluta, una condición esencial para realizar las ambiciosas reformas con las que espera sacar a Francia del estancamiento económico.
Su movimiento político, La República en Marcha (LREM), obtuvo en la primera vuelta de las legislativas 32 por ciento de los votos, lo cual corresponde a entre 390 y 445 escaños de los 577 de la Asamblea Nacional, muy por encima de la mayoría absoluta (289 diputados). Esta diferencia entre votos y escaños se debe al sistema de colegios electorales uninominales.
Los dos grandes partidos tradicionales, socialista y conservador, que se alternaban en el poder en Francia desde hacía 60 años, volvieron a sufrir un revés electoral, sobre todo los socialistas que pagan la desaprobación récord del presidente François Hollande.
Hasta hace muy poco parecía improbable que Macron, un centrista de 39 años con escasa experiencia política y sin maquinaria de partido, obtuviera una mayoría absoluta en las legislativas. Con un 90 por ciento de los votos contabilizados, el partido de centro de Macron La República en Marcha y sus aliados sumaban un 31,9 por ciento de los sufragios. El partido conservador Los Republicanos y sus aliados alcanzaban un 18,9 por ciento, frente a un 13,8 por ciento del Frente Nacional y un 7,45 por ciento de los socialistas. El nivel de abstención fue récord histórico, superando el 50 por ciento del padrón. Desde 1958 no se registraba semejante nivel de rechazo a las urnas. Todo un dato que evidencia el desapego de los franceses por la política. Según sondeos la abstención fue muy alta entre los votantes de la extrema izquierda y la extrema derecha.
Las encuestadoras proyectan que la alianza de Macron podría sumar hasta las tres cuartas partes de los escaños de la Cámara baja tras la segunda vuelta de la votación del próximo domingo. Diversos sondeos muestran que el partido del presidente lograría entre 400 y 445 puestos de 577 curules en total. Ayer todos en Francia consideraban esa victoria como un hecho. Esta le daría a Macron la posibilidad de cumplir con sus promesas de campaña de "limpiar la política" y recortar las interminables regulaciones estatales que asfixian a la segunda mayor economía de la zona euro. El enorme gasto público, cercano al 60 por ciento del PBI, es también un asunto a encarar. "El pueblo francés ha mostrado que quiere que nos movamos con rapidez", dijo la portavoz gubernamental Christophe Castaner
Macron quiere una gran revolución de reformas económicas y sociales, incluyendo la flexibilización de las leyes laborales y un cambio radical del sistema de jubilaciones y pensiones. Su programa cuenta con un fuerte respaldo de los votantes centristas liberales y de mayor nivel educativo en las grandes ciudades de Francia, pero es muy impopular en zonas rurales y de mayor pobreza. "Francia ha vuelto. La próxima semana la Asamblea Nacional mostrará la nueva cara de nuestra república", dijo el primer ministro Edouard Philippe.
La afluencia de votantes marcó un mínimo récord para una elección parlamentaria de posguerra con un 48,6 por ciento del padrón. Tanto socialistas como conservadores instaron a que más gente vote en la segunda vuelta, advirtiendo que es un peligro que se concentre tanto poder en un solo partido. Pero los emisores de ese mensaje son figuras muy desprestigiadas, al frente de partidos que llevaron a Francia a su actual postración. La votación se da un mes después de que Macron, un economista de 39 años con poca experiencia política, desafió todos los pronósticos y resultó electo presidente.
Debacle socialista
El Partido Socialista, que controlaba la mitad de las bancas en la Asamblea Nacional, sufrió un nuevo revés electoral, reteniendo apenas entre 15 y 40 escaños. Hasta ahora, contaba con casi 300 diputados. Estamos frente a un "retroceso sin precedentes de la izquierda", admitió su secretario general, Jean-Christophe Cambadélis, que al igual que otros líderes del partido fue eliminado en la primera ronda de las legislativas.
"Estos resultados deben ser analizados con lucidez y habrá que sacar conclusiones tras la segunda vuelta, para reconstruir la izquierda y gobernar sobre bases sanas", declaró el ex primer ministro socialista Bernard Cazeneuve. Los pésimos resultados no son una gran sorpresa, después de la derrota que sufrió el candidato socialista Benoit Hamon en las presidenciales, en las que obtuvo apenas un 6 por ciento de sufragios. El partido paga la desaprobación del mandato de Hollande, que dejó el Elíseo el mes pasado como uno de los jefes de Estado más impopulares de la historia de Francia. El ex candidato presidencial Benoit Hemon conoció la derrota de nuevo y fue ayer eliminado en la primera vuelta.Pese a su total derrota, Benoit Hamon se propone "reconstruir la izquierda francesa" con el lanzamiento el próximo 1º de julio de un movimiento "transpartidario", que incluirá a socialistas, ecologistas y comunistas.
En tanto, el partido de centroderecha Los Republicanos, que buscaba la revancha tras el fracaso de su candidato François Fillon en las presidenciales, obtendría entre 95 a 132 escaños, con lo que se convertiría en el primer partido de oposición. Es el único partido tradicional que "salvo la ropa" en estas elecciones legislativas. El ultraderechista Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, que terminó segundo en las presidenciales, obtenía apenas entre 1 a 10 diputado. El FN esperaba al menos 15 escaños, el mínimo para poder formar un grupo parlamentario.
Del otro lado del espectro, la izquierda extremista de Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon, conseguía entre 10 y 23 escaños, también lejísimos de su alta performance en las presidenciales, cuando Melénchon rozó el 20 por ciento de los votos en la primera vuelta y en los días previos se lo mencionaba como candidato a pelear el ballottage contra Macron.