Trípoli. - Una semana después de que los rebeldes entraran en Trípoli y tomaran el control de casi toda Libia, los residentes de la capital se animaron a salir a las calles para sepultar a los muertos en fosas comunes y buscar comida fresca. La ciudad está sin luz ni agua corriente, mientras se multiplican evidencias de matanzas de prisioneros por parte de ambos bandos. Ahora la guerra se trasladó 450 km hacia el este, a Sirte, ciudad costera donde los seguidores de Muammar Kaddafi se han concentrado.
Hedor mortal. El hedor de los cuerpos en descomposición y la basura incendiada dominaban ayer en Trípoli. Mientras la intensidad de las batallas disminuía sensiblemente en la capital y su extendida periferia, fueron apareciendo más evidencias de ejecuciones sumarias durante la lucha por la capital. Un corresponsal de la cadena británica Sky News dijo que había contado 53 cadáveres en un almacén quemado. "Es un asesinato en masa", dijo Stuart Ramsay en el lugar, citando a testigos que aseguran que las víctimas eran en su mayoría civiles y habían sido asesinadas por los hombres de Kaddafi.
En el distrito capitalino de Tayoura, los habitantes preparaban una fosa común para los cuerpos de 22 hombres africanos que serían reclutas extranjeros de Kaddafi. Uno de los fallecidos tenía las manos atadas en la espalda.
Los alimentos y el combustible escasean y aumentaron de precio, pero ayer por primera vez en más de una semana se abrieron los mercados de productos frescos. En los barrios acomodados continuaban los saqueos.
Dado que el Consejo Nacional de Transición (CNT) no controla la situación, analiza estacionar por un tiempo limitado policías de otros Estados árabes. El CNT es de hecho el nuevo gobierno provisional libio. Su titular, Mustafa Abdul Yalil, descartó categóricamente aceptar ayuda de fuerzas de seguridad occidentales, pero sí la pidió a la Liga Arabe.
Sirte no se rinde. En el lugar natal de Kaddafi, Sirte, los rebeldes trataban de negociar la rendición de los leales que controlan esa ciudad costera de 100 mil habitantes, dijo Mahmud Shamam, ministro de información del nuevo gobierno. "Hemos tenido una respuesta muy positiva", agregó. Sin embargo, Fadl-Allah Haron, un comandante rebelde, dijo que las conversaciones fracasaron. "Las tribus contrarias a Kaddafi nos han dicho que Sirte no tiene caso. Las tribus leales a Kaddafi y las fuerzas de Kaddafi se han negado a rendirse", agregó. Los seguidores del déspota tienen un segundo bastión en el sur del país, Sebha, en pleno desierto de Sahara.
Caravana de Mercedes. Una caravana de seis autos Mercedes blindados cruzó desde Libia hacia Argelia, según la agencia estatal argelina Mena, en base a fuentes de la rebelión libia. "Se cree que esos autos transportaban a funcionarios libios de alto rango, y posiblemente a Kaddafi y sus hijos", dijo Mena. Pero el gobierno de Argelia rechazó de plano esta información. "Argelia es desde hace meses objeto de una avalancha de informaciones falsas", lamentó el Ministerio del Exterior en Argel. El paradero de Kaddafi permanece desconocido, y Mustafa Abdel Jalil, titular del CNT, admitió que no tienen información concreta sobre el caso. El viernes, el ministro de Justicia, Mohammed Al Alagi, afirmó que Kaddafi y sus hijos estaban "rodeados" y que serían capturados. La versión se disipó rápidamente, como muchas otras en esta semana vertiginosa.
Las mansiones del clan
En las numerosas villas del clan Kaddafi, los saqueadores encuentran pruebas de lo que siempre sospecharon: que los hijos del dictador vivían con todos los lujos, cada uno de ellos como un pequeño déspota en su propio reino.
El caso más conocido es la gran villa de la hija de Kaddafi, Aisha. La enorme mansión contenía una gran piscina cubierta climatizada, donde ahora se dan un chapuzón los niños del barrio. Una enorme estatua-sofá de Aisha, representada como una sirena, ya se ha hecho famosa. La pieza, de un kitsch insuperable, está bañada en oro y domina una amplia sala junto a una escalera en espiral al estilo de Hollywood.
Las ventanas blindadas desde las que Al Saadi Kaddafi podía ver el Mediterráneo desde su escritorio están astilladas. Y la alfombra en la casa de fin de semana de otro de los hijos del líder libio está salpicada de cristales y restos de porcelana. "Saludos de los revolucionarios de Misurata", ha escrito alguien en una de las paredes. En la habitación se pueden ver todavía las cajas de calzoncillos de diseño por todas partes.
Celdas. Los saqueadores de los barrios aledaños que entraron a la villa se han llevado todo lo que pudieron. Detrás de la casa se ven jaulas de perros vacías y un bloque con cuatro celdas. El retrete consiste en un agujero en el suelo. "Aquí encerraba de vez en cuando a ciudadanos normales o también a gente de sus fuerzas de vigilancia cuando hacían algo que le molestaba", explica uno de los rebeldes que custodian la casa. Entre las celdas y las jaulas hay una rotonda de adoquines rodeada de cañas de bambú. En el suelo se ve también una lata de desodorante para perro. "A veces Al Saadi encerraba a alguien ahí, junto con los perros. Miraba cómo lo mordían y se reía", sigue el opositor. "La gente del barrio nos lo contó cuando vinimos". Al lado de las jaulas hay también dos carpas donde se refugiaban los guardaespaldas de Al Saadi Kaddafi, entre sacos de arena y colchones. Ahora duermen ahí los rebeldes de las ciudades de Misurata y Al Zintan, que llegaron a Trípoli como refuerzos. Uno de ellos muestra un álbum de fotos que encontró en la villa. En una de las imágenes el hijo de Kaddafi posa al lado de una rubia. "Es su novia", dice un rebelde que porta un fusil Kalashnikov.
En el garaje de la casa, una media docena de rebeldes pasa el tórrido día de agosto sentada al lado de un vehículo deportivo amarillo. Meten granadas y munición para los Kalashnikov en una cara maleta de viaje que han encontrado en la casa. El plan es seguir luchando con las armas que encontraron en un cuartel no muy lejano de la villa. Hasta que los últimos mercenarios y soldados leales a Kaddafi se hayan rendido también.