A estas alturas de la crisis política e institucional en Venezuela, la discusión sobre la ilegitimidad de Nicolás Maduro no parece tener sentido. Lo relevante es preguntarnos si Maduro logrará permanecer en el poder como lo planea. La falta de cohesión internacional y el apoyo castrense juegan a favor del régimen de un Maduro que se autoproclamó como presidente el 10 de enero para un segundo período de seis años de gobierno. Por un lado, Estados Unidos y Canadá, junto a países clave de América latina como Brasil y Argentina, le dieron un apoyo inmediato al líder de Asamblea Nacional (Parlamento), Juan Guaidó, para que ejerza interinamente la jefatura de Estado en Venezuela; empero, el otro factor de peso, la UE, deshoja la margarita: desconoce a Maduro y reconoce la legitimidad del Parlamento, pero no le da estatus a Guaidó de mandatario interino.
Dentro de Venezuela quedó en claro el rechazo mayoritario contra el régimen. Sin convocatoria en medios de comunicación formales, Guaidó y los diputados que encabezan la dirección del Parlamento, lograron congregar manifestaciones con gran participación ciudadana a lo largo del país. En poblados como Charallave (Estado de Miranda) o El Tocuyo (Lara), que eran tradicionales feudos del chavismo se registraron manifestaciones prodemocracia por primera vez en muchos años. El respaldo popular es una de las tres patas que según Guaidó podrían sostener su presidencia interina. La otra pata está en lo que comúnmente se llama la comunidad internacional. Esta tiene claridad, al menos entre la gran mayoría de países de América y Europa, en no reconocer a Maduro; sin embargo duda sobre el camino a seguir. En la región se apuesta a poner a Maduro contra las cuerdas; los países europeos en tanto quieren negociar con Maduro elecciones libres y justas en un corto plazo.
La segunda pata que pidió Guaidó, por tanto, no está firme y a su favor. Habrá que ver el peso que puedan tener algunas cancillerías europeas que están a favor de profundizar en la presión contra Maduro y que así lo dijeron abiertamente. La tercera pata de un proceso de transición, a los ojos de Guaidó, está —y con razón— en las fuerzas armadas. El sostén de un régimen como el de Maduro agobiado por la crisis económica, la impopularidad y la presión mundial, reposa hoy en el poder de fuego y represión que aún controla. En este momento esto resulta fundamental para entender la prolongación de los días de Maduro en el poder. El alto mando ratificó que lo respalda. Los militares apoyan a regímenes hasta que dejan de hacerlo. En el caso de Venezuela cabe preguntarse si será un respaldo a largo plazo y sobre todo si hay consenso en las filas castrenses, entre los oficiales medios y las tropas.
En este momento se visualizan tres escenarios. Permanencia de Maduro en el poder por un largo plazo, pero implicaría aumentar la represión, detener opositores y colocarse en contra de la mayor parte de países de América y Europa occidental. Para ir en esa dirección, el régimen venezolano tiene el pleno apoyo de Rusia, China y Turquía. El papel de los militares es clave para imaginar a Maduro por largo tiempo en el poder.
Un segundo escenario sería el diálogo por el que apuesta la UE y países regionales como Uruguay y México. Los militares tendrían un rol de veedor sin participación directa y visible, en aras de lograr garantías para los uniformados. La dificultad mayor es que las cabezas visibles de la lucha democrática —incluido Guaidó—, se niegan a negociar con él. En dos oportunidades, el régimen chavista no cumplió con lo acordado en mesas de diálogo con opositores.
El tercer escenario sería una salida rápida de Maduro del poder. Un sector de la fuerza armada con apoyo internacional, especialmente de EEUU, le retira el apoyo y lo fuerza a dejar el poder. Esto puede llevar, si tal proceso ocurre con el apoyo de sectores del chavismo, a pensar que la transición la encabece otro hijo político de Chávez, pero con altas dosis de pragmatismo económico y abierto a la cooperación internacional. Este tercer escenario podría tener una segunda salida, en caso de que no haya acuerdo entre chavistas y fuerzas armadas en quién debe ocupar la presidencia una vez que Maduro sea desalojado del poder, y que tal proceso se haga de forma desordenada. El respaldo mundial a Guaidó, en este escenario, lo llevaría a contar con poder real y encabezar la transición.º En Venezuela se dice amanecerá y veremos. Todo parece estar sobre la mesa.
La falta de cohesión a nivel internacional y el apoyo castrense juegan a favor del régimen de Nicolás Maduro