Crespones negros en las solapas de los guardapolvos médicos para protestar por el "recorte salarial y el cierre de hospitales". Un profesional agradece que el instrumental radiográfico funcione tras haber estado inactivo durante más de una semana por "falta de insumos". Una imprenta no para de plasmar consignas contra el ajuste a metros de un edificio público atestado de pancartas y grandes urnas en el interior de las capillas claman por ayuda para quienes quedaron sin trabajo. Estas son sólo algunas de las imágenes que el viajero puede ver a diario hoy en distintas ciudades de España y con las que La Capital se topó en Palma de Mallorca, Valencia y Madrid. Postales que reflejan la crisis que golpea a ese país europeo.
Son las tres de la tarde en el Hospital Son Llatzer de Palma de Mallorca, la paradisíaca capital de las Islas Baleares, en pleno Mediterráneo. Este cronista ingresa a la guardia tras haber sufrido una caída que le luxó el codo y le fracturó el antebrazo. La espera por un traumatólogo se hace eterna. Mientras tanto, un hombre comienza a golpear con fuerza una máquina de gaseosas en un extremo de la sala de espera. Le pega con el casco de una moto. La misma con la que sufrió un accidente que dejó en muy mal estado a su acompañante y del que no hace más que culparse a los gritos. Dos guardias de seguridad le piden que se calme y el hombre accede de mal modo.
"El presupuesto no alcanza". El dolor del codo es insoportable. Algo más de una hora después el traumatólogo José Luis Deleo aparece en escena. "Tienes suerte de que el accidente haya sido hoy, porque hasta ayer estuvimos sin poder tomar radiografías debido a que el aparato estaba roto y no había presupuesto para repararlo", dice mientras ordena sacar una placa que confirmará el diagnóstico. Tanto el traumatólogo como la técnica radióloga lucen crespones negros en la solapa de sus guardapolvos. "Es a modo de protesta por el cierre de dos hospitales que hubo aquí en Palma en los últimos diez días", explica la mujer, una santafesina que en 2001 encontró en esa paradisíaca ciudad el trabajo que le permitió sortear la crisis argentina y que hoy no puede creer que el destino le vuelva a jugar la misma carta.
Los salarios de los profesionales del Hospital Son Llatzer, un efector público dependiente del gobierno de las Islas Baleares, han sido reducidos en "unos 200 euros promedio" y el malestar es evidente; no sólo en el ánimo del traumatólogo y la radióloga, sino en el del resto de los profesionales que surcan los pasillos del hospital. Los crespones negros se repiten. Todos tienen uno.
Un día después las postales de la crisis se observan en Valencia.
En las iglesias se colocaron grandes urnas para colaborar con quienes quedaron desempleados y en las calles es común observar gente mendigando.
En pleno centro, justo enfrente de un edificio de oficinas públicas, la vidriera de una imprenta luce remeras con proclamas en contra del ajuste que lleva adelante el gobierno conservador de Mariano Rajoy. En Madrid, en tanto, donde La Capital llega el día en que se cumple un aniversario de la creación del movimiento de "Los Indignados", las protestas se concentran en la emblemática Puerta de Sol. Allí, algunos jóvenes cantan consignas contra el ajuste mientras los turistas hacen un alto, los retratan y se sumergen en El Corte Inglés, tienda famosa por sus oportunidades situada justo en diagonal.
El falso ego. En las paradas de colectivos ubicadas en las inmediaciones de la Puerta de Alcalá, alguien escribió consignas como "No es crisis, es capitalismo" y "No falta riqueza, sobran banqueros".
Así, España empieza a transitar el ajuste más duro en su historia democrática. Con una tasa de desempleo del 24,6 por ciento busca hacerle frente a una crisis que la carcome y que, a decir de algunos españoles, "la hace descender de un falso ego que por años la obligó a mirar a otros países desde arriba". Hoy, en los hospitales hay crespones negros? y en las calles, protestas.