Irán votaba este viernes en una elección presidencial inclinada a favor de un clérigo ultraconservador, Ebrahim Raisi, protegido del líder supremo, ayatolá Ali Jamenei. Este hecho alimentó la apatía de la población, junto con el veto de prácticamente todos los candidatos que no gustan al régimen islámico shiíta. La teocracia se puso en funcionamiento para lograr que los ciudadanos se comprometieran a votar. Usó los megáfonos de las mezquitas para convocar al voto, con su habitual retórica belicista contra EEUU e Israel.
Las encuestas de opinión vinculadas al estado y los analistas sitúan al jefe del poder judicial, el clérigo ultraconservador y ex represor Ebrahim Raisi, como el favorito de entre los cuatro aspirantes. El expresidente del Banco Central, Abdolnasser Hemmati, se postula como moderado pero no ha inspirado el mismo respaldo que el presidente saliente, Hassan Rohani, quien no puede optar a la reelección por la limitación de mandatos.
Si sale elegido, algo que todos descuentan en Irán y la región, Raisi será el primer presidente iraní sancionado por Estados Unidos antes incluso de asumir el cargo, por su participación en la ejecución masiva de miles de presos políticos en 1988, así como por su labor al frente del poder judicial, uno de los que más ejecuciones realiza en el mundo.
Su triunfo daría además a los conservadores un férreo control del gobierno iraní mientras en Viena continúan las negociaciones para tratar de reflotar el acuerdo nuclear entre las potencias mundiales y Teherán. Irán repudió el acuerdo de 2015 luego de que lo hiciera EEUU, en 2018, y desde hace tiempo está enriqueciendo uranio a un nivel próximo al necesario para el armamento nuclear. Las tensiones siguen siendo altas tanto con Estados Unidos como con Israel, que se cree que perpetró una serie de ataques contra instalaciones nucleares iraníes y asesinó al científico que creó el programa atómico nuclear décadas atrás.
Apatía electoral
Los centros de votación abrieron a las 7 para unos comicios que han despertado una apatía generalizada entre la población luego de que un comité controlado por Jameini vetó a cientos de candidatos, incluyendo reformistas y otros alineados con Rohani. Jamenei realizó su voto ceremonial en Teherán, desde donde instó a los iraníes a acudir a las urnas.
"A través de la participación de la gente, el país y el sistema de gobierno islámico ganarán muchos puntos en el panorama internacional, pero la primera en beneficiarse será la propia población", afirmó Jamenei. "Vayan, elijan y voten". Omitió decir que previamente había tachado a cientos de precandidatos no deseados por el establishment clerical islámico que domina a Irán desde 1979. Al ser viernes, las mezquitas se llenaron como es habitual. Los clérigos aprovecharon para ordenar a sus fieles que concurrieran a votar a través de los parlantes instalados en los templos.
Raisi, que lleba un turbante negro que, según la tradición shiíta lo identifica como descendiente directo del profeta Mahoma, votó más tarde en una mezquita del sur de la capital, donde saludó a quienes esperaban para depositar sus boletas. El clérigo reconoció después que algunos pueden estar "tan molestos que no quieran votar. Le ruego a todo el mundo, a los encantadores jóvenes y a todos los hombres y mujeres iraníes que hablen cualquier acento o idioma de cualquier región, y con cualquier idea política, que vayan a votar", afirmó Raisi.
Más de 59 de los 80 millones de habitantes del país están llamados a participar en los comicios. Sin embargo, la Agencia de Encuestas de Estudiantes Iraníes, alineada con el gobierno, ha estimado una participación de apenas el 42%, que sería la más baja desde la Revolución Islámica de 1979.
El miedo a una baja participación llevó a algunos a advertir que Irán podría dejar de ser una República Islámica, un régimen teocrático pero con participación parcial de los laicos, para convertirse en una nación regida aún más estrechamente por su líder supremo, el ayatolá Jamenei. Este tiene la última palabra en cuestiones de Estado y supervisa los programas de defensa y nuclear iraníes, según la Constitución islámica iraní. Pero en los hechos tiene mucho más poder, como demostró al designar a su favorito Raisi para ser presidente y apartar a los reformistas.