En abril del año pasado comenzaban en Venezuela cuatro meses de protestas contra el gobierno chavista de Nicolás Maduro, que dejaron al menos 134 civiles asesinados y miles de heridos en la brutal represión, de la que fueron parte los grupos parapoliciales llamados "colectivos". Se sumaron además cientos de presos políticos, muchos en el temido edificio central del Servicio Bolivariano de Inteligencia, Sebin. Esta represión sistemática causó el aislamiento internacional del régimen de Maduro, pero este avanzó con la elección irregular de una Asamblea Constituyente que usó de instrumento para anular al único poder en manos opositoras, el Congreso unicameral y recortar las pocas libertades aún existentes. Ahora, un año después, Maduro se prepara para lograr la reelección en los comicios del 20 de mayo frente a una oposición desarticulada, con sus principales figuras en el exilio, la prisión o inhabilitadas. Tanto la OEA como la Unión Europea han considerado estas elecciones no competitivas y faltas de garantías y transparencia. Todos los analistas consideran que, de haber unas elecciones regulares, Maduro y el chavismo serían fácilmente vencidos, dada la crisis económica sin precedentes en que el régimen creado por Hugo Chávez hundió a Venezuela.