En un auténtico diálogo de sordos, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schauble, dejó claro su total “desacuerdo” con su homólogo griego, el izquierdista radical Yanis Varoufakis, durante un encuentro que puso fin a la gira europea del segundo. El griego se vuelve sin ningún resultado que pueda aclarar el horizonte de una Grecia al borde del precipicio. La decisión del Banco Central Europeo (BCE) de limitar la financiación a los bancos griegos agravó ulteriormente la situación del país, cuyo nuevo gobierno se niega a aplicar el plan de ajustes a cambio de fondos frescos pactado por los gobernantes anteriores. Grecia debe a la “troika” 240.000 millones de euros, pero ahora se niega a aplicar las condiciones impuestas a cambio de esa enorme suma de dinero. El problema es que Atenas no puede funcionar sin el auxilio europeo. Ayer, varios miles de griegos salieron a las calles a repudiar la línea dura que le mostró Europa a sus nuevos gobernantes.
“Todavía no estamos realmente de acuerdo en lo que tenemos que hacer ahora”, reconoció Schauble al término de su reunión con Varoufakis, pero “estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo”, dijo el alemán. Schauble pensaba tener por lo menos este punto en común con su homólogo griego, pero éste lo corrigió. “En mi opinión, ni siquiera nos pusimos de acuerdo sobre el hecho de no estar de acuerdo”, remarcó Varoufakis, un académico sin experiencia previa en puestos de gobierno.
La noche del miércoles, el BCE anunció su decisión de poner fin, a partir del 11 de febrero, al régimen especial del que gozaba Grecia y por el cual los bonos griegos podían ser empleados como avales en créditos, pese a que no cumplen los requisitos de calidad. El Banco Central Europeo fundamentó la decisión en que “en la actualidad no es posible prever la conclusión exitosa de la supervisión” del programa de reformas de Grecia. Esto es así por el nuevo gobierno de izquierda radical, que se niega de plano a aplicar los planes de austeridad. A partir del 11 de febrero los bancos helenos podrán conseguir liquidez del Banco de Grecia pero dentro del programa de emergencia, que otorga créditos de urgencia a un costo mayor. No obstante, ayer el BCE destacó que podría conceder a los bancos griegos hasta 60.000 millones de euros en préstamos de emergencia. Con esta decisión, el BCE ha enviado una señal política a Atenas y garantiza que en las próximas semanas el sistema seguirá teniendo fondos. El BCE “no quiere en absoluto asumir la responsabilidad de empujar a Grecia fuera del euro”, explicó Darío Perkins, de Lombard Street Research. En Berlín, Varoufakis aseguró que su gobierno está haciendo “todo lo posible para evitar un default”. Schauble, un ardiente defensor de la ortodoxia, no escondió su “escepticismo” con el nuevo gobierno de Alexis Tsipras. Varoufakis trató de convencer a Alemania, cuyos contribuyentes están cansados de pagar la parte principal de los rescates financieros, que el nuevo gobierno será un socio confiable. Varoufakis rebajó el tono agresivo que venía usando. “Necesitamos a Alemania a nuestro lado”, aseguró. “Mi mensaje a Alemania es simple. De nosotros pueden esperar sentido común y propuestas. El gobierno alemán tiene en nosotros un aliado potencial para afrontar los problemas no sólo de Grecia, sino europeos en general”.
Antes de Berlín, Varoufakis había visitado Frankfurt, Roma, París y Londres, mientras el primer ministro Tsipras fue a Roma, Bruselas y también a París, con el objetivo de convencer a los socios europeos de la necesidad de renegociar los 315.000 millones de la deuda griega, de los que cerca de 240.000 los han proporcionado aquéllos, y poner fin a la “austeridad” en Grecia.
Pero al final de esta cruzada de Tsipras y Varoufakis por Europa, el balance no es prometedor. Una quita de la deuda griega “no está en discusión”, recordó Schauble en conferencia de prensa conjunta con sus homólogo griego. Por su parte, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, no dijo ni media palabra al término de su encuentro con Tsipras el miércoles, y el presidente francés, François Hollande insistió tanto sobre “la solidaridad” como sobre “el respeto de los compromisos adquiridos”. El FMI, importante acreedor del país e integrante de la “troika” con el BCE y la UE, también ha dejado claro que “no hay ninguna discusión” con Atenas. Anoche, las calles de Atenas se llenaron de griegos enfurecidos con Europa por su rigor. Y Rusia aprovecha la crisis dentro de la UE.