España celebró ayer unas elecciones generales históricas en las que puso fin al bipartidismo pero dejó completamente abierta la incógnita que los comicios debían solventar: quién gobernará el país en los próximos cuatro años. El Partido Popular (PP) de Rajoy, de 60 años, se mantuvo como fuerza más votada tras cuatro años de crisis económica combatida con recortes, pero se dejó por el camino cerca de cuatro millones de votos y quedó lejos de la mayoría necesaria para gobernar en solitario. Lograr alianzas será muy difícil tanto para la formación conservadora como para el Partido Socialista (PSOE), segundo.
Con el 100 por ciento del escrutinio finalizado, el PP obtuvo 123 diputados en una cámara de 350. Nunca hasta ahora un partido gobernó en España con menos de 156 escaños. Le siguen el socialista PSOE con 90 diputados y las dos nuevas formaciones que irrumpen con fuerza acabando con más de 30 años de bipartidismo: Podemos y sus aliados de izquierda con 69 escaños y el centrista Ciudadanos con 40 diputados. "Ha nacido una nueva España", dijo exultante anoche el líder de Podemos, Pablo Iglesias, de 37 años, el partido heredero de los indignados, que se hizo con buena parte de los votantes que antes apoyaban a los socialistas.
El PSOE, en tanto, ahonda en su derrota de 2011, cuando obtuvo el hasta entonces peor resultado de su historia (110 diputados).
Riesgo de inestabilidad. El resultado de las elecciones generales de ayer en España deja al país ante el riesgo de la inestabilidad. La relación de fuerzas en el Parlamento, muy complicada, no permite descartar en última instancia que haya que volver a las urnas si los partidos no logran un acuerdo para la formación de un nuevo gobierno.
Las palabras del líder conservador anoche permiten pensar que apunta a una gran coalición a la alemana con el Partido Socialista (PSOE) de Pedro Sánchez, que quedó segundo. "España necesita un gobierno que tenga apoyo parlamentario. Buscaré un gobierno estable para servir a los intereses de los españoles. España necesita seguridad, certidumbre y confianza", dijo Rajoy en el balcón de la sede del PP. Solo sumando los escaños de la formación conservadora (122) a los del PSOE (91) conseguiría Rajoy un apoyo seguro: 213 de los 350 representantes de la cámara.
Con Ciudadanos (40), el partido emergente que se sitúa en la derecha del espectro político, a Rajoy no le saldrían bien las cuentas, ya que juntos sumarían 163 diputados, sin llegar a los 176 en los que está la mayoría absoluta. Además, el líder de la nueva formación, Albert Rivera, descartó durante la campaña entrar en un Ejecutivo con otro partido si el suyo no era la primera fuerza.
Equilibrios. A su vez, el líder del PSOE, Pedro Sánchez, rechazó anoche la idea de intentar formar él un Ejecutivo con fuerzas de izquierda, al menos de momento. Segundo en las elecciones, la suma con Podemos, que quedó tercero (69) y fuerzas nacionalistas daría en teoría para ello, aunque los equilibrios para firmar un acuerdo se complican siempre más cuantos más participantes hay en una negociación. Sánchez, de momento, dejó la iniciativa en manos de Rajoy. "Corresponde a la primera fuerza política intentar formar gobierno", dijo.
De las elecciones de ayer nacerá el Parlamento más fragmentado en casi 40 años de democracia en España. Un Parlamento "a la italiana sin italianos", anticipó recientemente el ex presidente del gobierno español Felipe González. Podría no ser capaz de sacar adelante grandes reformas, por lo que antes o después llegarían los problemas, sobre todo teniendo en cuenta el proceso separatista en marcha en Cataluña y la necesidad de reformas institucionales en un país en el que tras la crisis económica ya poco es lo que era. De un éxito en los pactos depende pues seguramente que España no se vea votando de nuevo en marzo o abril.
Camino a la investidura. Hasta las elecciones generales de ayer en España, el partido ganador siempre tuvo un mandato nítido. La fragmentación parlamentaria a la que llevó la irrupción de las formaciones emergentes en estos comicios complica el camino para la investidura del nuevo jefe del Ejecutivo porque obliga a pactos. Hasta ahora, nunca pasó más de mes y medio entre la fecha de las elecciones y la investidura del presidente del Gobierno, pero en esta ocasión esto podría demorar más. La ruta hasta la formación de un nuevo gobierno es esta: El 14 de enero se constituye el Congreso de los Diputados, que es el que aprueba la investidura del presidente del Gobierno. Una vez que los 350 diputados hayan asumido sus actas, el rey Felipe VI iniciará, como marca la Constitución, un período de consultas con los partidos que obtuvieron representación en la cámara. Se trata de que mida en esas conversaciones cuál es el candidato que goza de más apoyo para ser investido. En paralelo a esas consultas se estima que los partidos hablarán entre sí, buscando un acuerdo para gobernar, ya sea a través de una coalición, a través de un pacto de legislatura que no suponga la entrada en un gobierno de todos los firmantes o de solo el apoyo en la votación de investidura.
Sin plazos. El monarca no tiene plazo para proponer un candidato, pero una vez que lo haga, este deberá ganar por mayoría absoluta (al menos 176 votos favorables) la votación de investidura en el Congreso de los Diputados. Si no lo logra, se repetirá 48 horas después, y en ella le valdrá ya una mayoría simple, es decir, más "síes" que "noes".
Si tampoco lo consigue, el proceso se repetirá —consultas del rey, propuesta de candidato, votación— hasta que se logre investir a un jefe del Ejecutivo, con un límite de dos meses desde la primera de las votaciones. Si para entonces no hay presidente de Gobierno investido, España tendrá que volver a celebrar elecciones generales, un escenario que en casi 40 años de democracia no se ha producido.