El gobierno francés está aplicando mano dura contra los inmigrantes que se encuentran en el país sin autorización, a pesar de denuncias de que ello está llevando a abusos y empañando la reputación nacional de tolerancia. El presidente Emmanuel Macron exigió sacar de las calles a todos los migrantes antes de que termine el año. Es improbable que se cumpla el plazo, pero el gobierno aumentó las expulsiones, intensificando la presión sobre los extranjeros que llegaron por razones económicas y permitiendo que la policía revise documentos de identidad en asilos de emergencia. Surgieron denuncias de que las fuertes medidas contra los migrantes contradicen la imagen que Macron cultivó de humanista frente a la candidatura populista antiinmigrante a la que derrotó en las elecciones. Afirman además que a diferencia de presidentes anteriores, es una inédita afrenta a la imagen del país como cuna de los derechos humanos.