Washington. — Una larga charla en televisión, visitas a instituciones
científicas y políticas, incluida la Cancillería cubana y hasta el acuario... en poco más de una
semana, el histórico líder cubano Fidel Castro ha sido visto más veces que en los cuatro años que
convalece de la misteriosa enfermedad que lo llevó a retirarse de la primera línea del poder de la
isla.
Todo ello en medio de la histórica liberación de los primeros de hasta 52
disidentes a la que se comprometió su hermano y actual presidente, Raúl Castro, con la Iglesia
Católica cubana, tema al que durante sus “apariciones” en ningún momento aludió el
“compañero” Fidel.
¿Casualidad? Ninguna, coinciden analistas de todo el espectro político. Eso sí,
las opiniones varían más en cuanto a si este gesto supone un respaldo claro a las gestiones de su
hermano o debe más bien leerse en clave de advertencia interna para recordar, a quien pueda haber
“olvidado” su presencia durante todas las inusuales gestiones con la Iglesia, que pase
lo que pase él sigue allí y las cosas no van a cambiar tanto.
El control. O quizás ambas cosas. “La reaparición del comandante Fidel envía
una señal clara de que, a pesar de este gesto hacia una cierta relajación, él sigue al mando y
controla firmemente la situación social y política”, dijo Michael Shifter, presidente del
Diálogo Interamericano, un “think tank” de Washington especializado en política
regional. “No creo que Fidel necesariamente esté en desacuerdo con la decisión de liberar a
los prisioneros, pero a la vez quería que no cupiera duda alguna de que el sistema político del
régimen va a permanecer intacto”, consideró.
“Básicamente, viene a decir: «Estoy aquí, soy consciente de lo que está
pasando y, a menos que hable, estoy de acuerdo»”, coincidió el experto Christopher Sabatini,
del Council of the Americas. “La falta de una reacción (a la liberación de disidentes)
implica su consentimiento”, señaló.
Nada casual. Incluso para los políticos más anticastristas de Washington la
“nada casual” reaparición del mayor de los Castro, que en menos de un mes cumplirá 84
años, implica un beneplácito a las gestiones de su hermano. “Qué casualidad que él ahora
aparece mientras esto ocurre (...). La señal es: «yo todavía soy el que mando en Cuba»”,
afirmó la congresista cubano-estadounidense Ileana Ros-Lehtinen, una de las más férreas
anticastristas de la política norteamericana.
Con sus hasta cinco apariciones en menos de diez días, Fidel Castro quiere
enviar un mensaje claro: “Yo soy la persona que aprobé esta liberación de los presos
políticos y todos los cambios en Cuba tienen que pasar por mí, soy la persona que controla
todo”, aseguró la legisladora republicana, para quien “todo es orquestado y manipulado
por los castristas”.
Aunque la reacción oficial de Washington a la liberación de los primeros presos
políticos de Cuba ha sido muy cauta y apenas ha sido calificada oficialmente como un “paso
positivo”, no cabe duda de que todos los movimientos están siendo seguidos con la máxima
atención.
De hecho, esta misma semana trascendió que el principal artífice de la inusitada
mediación, el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, estuvo en Estados Unidos la última
semana de junio, en plenas negociaciones para lograr la liberación de los disidentes.
El Departamento de Estado no quiso “ni confirmar ni desmentir” que
Ortega se reunió con altos funcionarios del gobierno del presidente Barack Obama durante su
estancia en territorio norteamericano, pero aseguró a la par que fue informado “a través de
una serie de fuentes que el régimen cubano estaba considerando la liberación de prisioneros
políticos y que la Iglesia Católica y el gobierno español tenían un papel en dichos
esfuerzos”, dijo una portavoz.
La mayoría de los “cubanólogos” en Estados Unidos —y hasta de
opositores en la propia isla— están convencidos de que la liberación de los disidentes no ha
sido gratuita y que Raúl Castro espera un gesto a cambio, sobre todo de la Unión Europea (UE) pero
también de Washington.
A una semana de los históricos acontecimientos en Cuba, Obama no ha revelado
todavía si piensa dar más pasos aperturistas hacia la isla comunista después de los tímidos gestos
que hizo hace más de un año.
Oportunidad. Para políticos como Ros-Lehtinen, no es momento de ceder sino de
“ejercer la máxima presión sobre la tiranía cubana”. Shifter, sin embargo, está
convencido de que hay que aprovechar la oportunidad. “Hay mucho espacio para el escepticismo
en base a la experiencia pasada, y especialmente en vista de la reaparición de Fidel, pero en
cualquier caso se debería aprovechar el momento para ver si los cubanos están realmente preparados
para ir más allá de lo que han hecho en el pasado”, afirmó. “Washington no sólo debería
saludar este gesto sino hacer uno recíproco que demuestre que quiere alentar algún cambio político
hacia la isla, por muy modesto que sea”.
Incentivos. Mariela Castro, la hija del presidente cubano, se pronunció a favor de
reformas que hagan la vida más atractiva para los jóvenes de su país. “Necesitamos
cambios”, señaló Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba, al
semanario alemán Der Spiegel. “Tenemos que hacer una política más atractiva para los jóvenes,
para que también desde el punto de vista económico tenga sentido para ellos quedarse”,
agregó.