España cerró ayer una campaña electoral muy peleada y con posturas totalmente enfrentadas. El dato central de este tramo final parece haber sido la lucha entre el conservador PP y el liberal Ciudadanos por el voto de centroderecha, y por otro lado el afán del socialista y gobernante PSOE de apelar al miedo a la irrupción parlamentaria de la extrema derecha del nuevo partido Vox.
Anoche, todas los líderes hicieron sus actos de cierre de campaña. Pablo Iglesias (Podemos), Pablo Casado (PP) y Santiago Abascal (Vox), en Madrid, y el gobernante Pedro Sánchez (PSOE) y Albert Rivera (Ciudadanos), en Valencia, trataron de sumar voluntades en las elecciones generales de mañana. Treinta años después de la fundación de 1989, las elecciones generales anticipadas de mañana ponen en juego la supervivencia del PP como partido hegemónico del centroderecha, ante la pujanza de Ciudadanos y la irrupción de Vox. Este es uno de los datos políticos más relevantes, más allá de quién resulte ganador.
"Son las elecciones más trascendentales de la democracia de España, en las que se juega la propia existencia de la nación", proclamó Casado ante unos 10.000 simpatizantes en el Palacio de los Deportes de Madrid. "¿Cómo garantizamos la unidad de España? Uniendo el voto. El voto que no se una en torno al PP, se quedará sin unir. Las demás opciones no lo garantizan", subrayó el candidato del PP. "Quien quiera cambiar el gobierno tiene que votar al PP porque ningún otro partido garantiza el cambio de gobierno", remachó el heredero de Mariano Rajoy.
Ciudadanos cerró su campaña electoral en honda incertidumbre. Albert Rivera y su equipo intentan transmitir optimismo, la sensación de que pueden sumar y "echar a Sánchez". El presidente de Ciudadanos cree que tendrán "un crecimiento exponencial". Y que esa subida de escaños podrá compensar "la hecatombe" del PP. Sería algo similar a lo que ocurrió en Andalucía, cuando ninguna encuesta pronosticaba que la socialista Susana Díaz perdería y finalmente PP, Ciudadanos y Vox sumaron más que el PSOE y sus socios. Sin embargo, en Ciudadanos admiten que el resultado es incierto. Nadie se atreve a aventurar el peso y el empuje final de Vox, el factor que ha distorsionado esta campaña. Un partido que puede provocar una gran fuga de votos de la derecha y del centro.
En cuanto al jefe del gobierno Pedro Sánchez, busca mañana su legitimación como hombre de Estado, tras alcanzar La Moncloa hace casi un año catapultado por una moción de censura que expulsó a Rajoy, y el ensayo de 10 meses de gobierno precario. Ahora, después de ese breve tiempo en el gobierno, fracasado el presupuesto, anticipó las elecciones para que los españoles le den la reválida y abrir una nueva etapa. Quiere la bendición en las urnas de él y el PSOE, para que no gobierne la suma de PP, Ciudadanos y Vox, como ha sucedido en Andalucía.
Tras 10 meses en La Moncloa, Sánchez quiere una mayoría amplia para comenzar de nuevo. En el PSOE la dan prácticamente por segura y la sitúan en torno al 30 por ciento del voto de mañana, pese a que los sondeos de esta última semana han rebajado esta marca. En el caso de Podemos se la juega al efecto Pablo Iglesias, su líder indiscutido. Apuesta su crédito electoral a que Iglesias haya logrado movilizar al electorado, frenar la fuga de votos al PSOE y captar un importante sector de indecisos. En la formación creen en la "remontada". Apuestan a su actuación en los debates y la revitalización de ésta última semana.
debate. Rivera, Iglesias, Sánchez y Casado durante el segundo debate.