Brasil aún espera este lunes que el presidente, Jair Bolsonaro, acepte la derrota. O, al menos, diga algo respecto de los resultados de la segunda vuelta del domingo, que dieron la victoria a Luiz Inácio Lula da Silva por 1,8 puntos porcentuales o 2,1 millones de votos. Bolsonaro se recluyó por la noche del domingo en el Palacio de la Alvorada, la residencia de los presidentes en Brasilia, se fue a dormir pronto y no habló siquiera con sus ministros. Esta mañana del lunes se trasladó a su despacho, en el palacio de Planalto. Tampoco se pronunciaron sus hijos mayores, tres políticos muy activos en redes sociales: Flavio, senador electo y coordinador de su campaña; Eduardo, diputado reelegido por São Paulo; y Carlos, actual concejal en Río de Janeiro. Qué hará Bolsonaro es por ahora un misterio, aunque su margen para impugnar los resultados se estrecha. Aliados de peso ya adelantaron este domingo que “el resultado de las urnas es soberano” y que están listos para ser oposición.